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Necesidad de un pacto político para sentar las bases de un desarrollo capitalista moderno que nos restituya la viabilidad histórica.

Elliot Abrams, ex funcionario del Departamento de Estado de Ronald Reagan, dijo que los paisitos centroamericanos eran inviables. Algo sabía de lo que se nos habría de venir encima. En otras palabras, todos nuestros sueños de soberanía nacional, independencia económica y autonomía política, ingredientes necesarios para una sociedad capitalista moderna, eran sueños imposibles de realizar debido a que la posición geoestratégica de nuestras patrias nos destinaba fatalmente a ser meras vías de paso de intereses foráneos.

A pesar de estos fatales vaticinios, hay que reconocer que ni la derecha ni la izquierda han tenido en Centroamérica una total vocación entreguista, a no ser los núcleos minoritarios de extrema derecha militar y empresarial (fascistas y neoliberales, en orden de aparición), y que la gran mayoría de ciudadanos e intelectuales persisten en su sueño de construir un país, una nación, y una economía regional asentada sobre la base de la autonomía nacional de estas pequeñas parcelas fundadas por los criollos en el siglo XIX como fincas agroexportadoras.

Es por ello que, en este año de elecciones, cada vez son más las voces que abogan por una unidad nacional multiclasista, multiideológica y multiétnica para diseñar un rumbo económico a corto, mediano y largo plazo, el cual nos incorpore a todos a un proceso productivo que le garantice a la población empleo y salario para el consumo. Es obvio que un rumbo económico tal debe basarse principalmente en la producción y no en el asistencialismo internacional ni en una política de brazos abiertos al capital corporativo transnacional. En todo caso, en una combinación de estos factores, coordinada por criterios soberanos y autonómicos.

Para esto es necesaria la unidad política nacional y no el partidismo hostil y caníbal que implica deshacer lo hecho por los adversarios y empezar de cero; y menos el exterminio de los rivales desde el aparato de Estado. Por eso, en ausencia de un movimiento y un liderazgo que empuje un proyecto como el propuesto, es necesario apelar a la lucidez de los políticos que se hallan en la actual contienda para que converjan en una agenda económica común de desarrollo capitalista moderno y de modernización democrática del Estado. Pensar que medidas puntuales contra “la violencia”, “la pobreza”, “la narcoactividad” y a favor de “la seguridad” y “la paz” son la respuesta a la situación de inviabilidad histórica a la que nos estamos asomando, es (cuando menos) ingenuo y (cuando más) perverso. Porque las realidades mencionadas son meros síntomas de nuestra verdadera enfermedad: la improductividad de una clase dominante que no se ha ocupado de constituirse en clase dirigente.

Es necesario, pues, un pacto interpolítico e interclasista para sentar las bases de un desarrollo capitalista moderno: apoyo a la pequeña y mediana empresa, tutela estatal para garantizar la igualdad de oportunidades (no de logros), combate a las prácticas monopólicas y mercantilistas, e igualdad ante la ley mediante el apoyo a los organismos internacionales capaces de refundar nuestro sistema de justicia para que llegue a ser autónomo y probo.

Este año, la ciudadanía que no participa en política partidista debe hacer sentir su necesidad de encauzar al país por un rumbo de desarrollo capitalista moderno y de Estado democrático. Exijamos que los ganadores convoquen a los perdedores a colocar la piedra angular de este proyecto: el pacto político nacional para caminar todos en la misma dirección económica.

Mario Roberto Morales
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