Roberto Díaz Castillo y su generación
Carlos Figueroa Ibarra
El domingo 16 de febrero de 2014 murió en su casa de La Antigua, el abogado, historiador y estudioso del folklore Roberto Díaz Castillo. Su muerte enluta al pensamiento crítico en Guatemala pero también a la cultura y en particular a aquellos que siguen luchado por ésta, en un país insensible a ella como Guatemala. Al saber de su muerte pensé, que sería lo que definió su quehacer en la vida. Y acaso con lo que me quede es el de un luchador que heroicamente, como muchos otros, se batió por la cultura en la Guatemala de la segunda mitad del siglo XX, gobernada por una represiva dictadura militar y una clase dominante oscurantista.
No ignoro los otros aspectos de su vida. Especialmente los que se derivaron de su compromiso revolucionario nacido en los años de la primavera revolucionaria, continuados en su exilio en Chile y proseguidos a su regreso ya en el contexto de un régimen autoritario y crecientemente terrorista. Habiendo estudiado derecho como muchos jóvenes de su generación, Roberto Díaz Castillo alternó su batalla por la cultura con la defensa de los presos políticos (cuando todavía los había) y en muchas otras actividades de una lucha que necesariamente tenía que hacerse en el marco de la mayor discreción. Pero fue la preservación y difusión de la cultura acaso su vocación más cara. En una carta del 5 de febrero de 2013, Díaz Castillo hizo el recuento de las revistas que fundó: El Derecho (fundada con Antonio Fernández Izaguirre cuando eran unos jóvenes estudiantes de derecho), Cuadernos Universitarios, Arte y Literatura, Lanzas y Letras, Universidad de San Carlos, Alero, Estudios, Tradiciones de Guatemala, y finalmente La Tradición Popular.
Recuerdo particularmente Lanzas y Letras pues la leí de niño cuando mi padre la llevaba a nuestro hogar. El nombre que siempre me pareció particularmente hermoso por el espíritu que enarbola, se le ocurrió particularmente a Roberto Díaz Castillo según me ha contado Carlos Navarrete. Y el nombre acaso sintetice lo que fue el propio Díaz Castillo: un hombre que alternó su compromiso político con su vocación por la cultura. Piky Díaz, como lo llamaron siempre sus amigos, fue parte de una generación de jóvenes guatemaltecos nacidos a principios de los años treinta que en medio de sus diferencias ideológicas y políticas formaron parte de la resistencia a los regímenes emanados de la contrarrevolución de 1954. He aquí los nombres de aquellos a quienes recuerdo: José Luis Balcárcel, José Barnoya, Carlos Caal, Mario Vinicio Castañeda, Mario René Chávez, Antonio Fernández Izaguirre, Jorge Mario García Laguardia, Américo Giracca, Abel Girón, Antonio Móbil, Carlos Navarrete, Roberto Paz y Paz, Jorge Sarmientos, Edelberto Torres Rivas. En ese mundo de hombres, hubo mujeres que pueden ser incluidas en dicha generación: por ejemplo Alicia Arenales, Carmen Camey, Consuelo Pereira, Rosa Hurtarte.
Esta generación estaba dejando la infancia cuando triunfó la revolución de 1944 y vivieron como jóvenes la década revolucionaria que culminó con el derrocamiento de Arbenz. Siendo ya adultos les tocó enfrentar desde diferentes trincheras al oscurantismo reaccionario que culminaría la dictadura militar y terrorista. Desde la guerrilla y la lucha clandestina, desde la política socialdemócrata, desde el ámbito de la política y/o de la cultura, desde la academia y en las calles, la generación de Roberto Díaz Castillo enfrentó con valentía a la dictadura y a menudo pagó un costo altísimo por hacerlo. El mismo Roberto salió al exilio nuevamente en 1980, después del asesinato de su hijo José León.
Veo a la generación de Roberto Díaz Castillo y advierto heroísmo en ella. En Roberto uno de sus heroísmos fue luchar por la cultura en un país en donde se asesinaba a artistas e intelectuales.
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