Irmalicia Velásquez Nimatuj
Esta semana ha sido notorio el despliegue que la prensa le ha dado al hecho de que algunas comunidades mayas no desean vacunarse y que, ante la impertinencia del Estado, han respondido con la destrucción de vacunas y el ataque a algunos salubristas. La prensa tradicional le ha dado una amplia exposición a la visión del Estado, que es la visión oficial, esa que retrata a las comunidades mayas como incivilizadas porque no desean vacunarse, sin reflexionar que con su postura de negarse a indagar sobre las causas particulares que subyacen sobre estas decisiones familiares o comunitarias existen posturas complejas relacionadas con los históricos abusos coloniales que se entrelazan con violencias actuales.
Diversas son las razones que podrían explicar cada caso en particular, aquí mencionaré algunas. Primero, existe en las comunidades indígenas una profunda desconfianza, que es permanente sobre el rol del estado, asociándolo con el engaño, la mentira, el abuso especialmente en el área de salud, por la larga experiencia de arbitrariedades y experimentos médicos que se han realizado en y con sus integrantes sin informarles y sin obtener su consentimiento. Segundo, coexiste un largo sentido de conciencia que sostiene que las acciones que realiza el presidente, diputados, gobernadores, alcaldes municipales y todo funcionario público se realizan para enriquecerse, que nunca impulsan políticas en beneficio de la población, por lo tanto, al ser la corrupción la vela que guía a los gobiernos, es de desconfiar de las acciones de salud que intenta dirigir hacia las comunidades en épocas de crisis, dado que no podrían buscar el beneficio colectivo sino la ganancia personal.
Tercero, la suspicacia que el Estado y las empresas buscan la desaparición lenta y permanente de los pueblos para tomar sus territorios para explotarlos, no por ideas creadas sino porque la realidad contemporánea así lo continúa registrando y esa es parte de la duda que existe alrededor de la vacunación. Se asume que como consecuencia de la vacuna sus miembros podrían empezar a morir lentamente en los próximos años, por lo que es mejor evitarla.
Cuarto, los procesos de vacunación, como parte del estado racista, empezaron tarde en el interior de Guatemala, lo que le permitió a las comunidades interpretar de manera lógica que la Covid-19 se reproduce fácilmente en las ciudades, en donde los bosques han sido desplazados por el cemento y la concentración de personas facilita el contagio y la muerte lenta y dolorosa, mientras en las comunidades, la relativa dispersión de las viviendas, la alimentación que producen y consumen, así como el uso de medicamentos propios los ha mantenido relativamente seguros. Y quinto, las autoridades comunitarias observan cómo el Estado impulsa la vacunación sin tomarlos en cuenta para la coordinación, lo que permitiría respetar y negociar con las lógicas internas de cada comunidad.
Fuente: [elperiodico.com.gt]
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