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Muere el dictador José Efraín Ríos Montt

Irmalicia Velásquez Nimatuj

El dictador guatemalteco José Efraín Ríos Montt falleció el domingo de Resurrección a los 91 años de edad, en su casa de habitación, en donde cumplía arresto domiciliario, mientras enfrentaba por tercera vez el juicio por genocidio contra el Pueblo Ixil y que se realizaba a puerta cerrada para los sobrevivientes, la prensa y el mundo, como una muestra del poder que ejerció hasta el ultimo día de su vida y que se reflejó en la falta de transparencia en la impartición de justicia en los tribunales guatemaltecos que se negaron a juzgarlo  desde 1999 cuando sobrevivientes de los pueblos mayas que vivieron genocidio durante su mandato empezaron a demandar justicia en Guatemala, posteriormente en la Audiencia Nacional Española, que demandó su extradición en diciembre de 2006.

Ríos Montt condujo Guatemala del 23 de marzo de 1982 al 8 de agosto de 1983, en esos 17 meses, de acuerdo a los informes Guatemala Nunca más (1998) y de la Comisión de la Verdad (1999) gobernó con sangre y terror al extremo que el 50 por ciento de los crímenes que se cometieron en los 36 años de conflicto armado (1960-1996) fueron bajo su gobierno.  Estando en el poder encabezó una feroz carnicería contra sus opositores políticos e ideológicos, estudiantes universitarios y de educación media, sindicalistas, líderes urbanos, miembros de la Iglesia católica entre otros.  Pero será recordado en la historia, por su saña contra las poblaciones mayas a las que definió como “enemigas del Estado”, bastiones de la guerrilla o semilleros de insurgentes y aseguraba que detrás de cada guerrillero había diez o más personas que le apoyaban, por eso, ordenó que se arrasara contra más de 400 comunidades, según informes, usando toda la tecnología que poseía el Ejército y con técnicas aprendidas en la Escuela de las Américas en donde se entrenó.  Su orden fue instituir el orden a cualquier costo, que incluso fetos que aún estaban dentro del vientre de las madres fueran arrancados y despedazados, como una forma de acabar con cualquier posibilidad futura de cuestionar el estatus quo guatemalteco.

El régimen de Ríos Montt se caracterizó porque no fue capaz de comprender las múltiples desemejanzas que caracterizaban a la amplia población maya que era la mayoría de la población sino que la unificó sin importar edad, sexo, historia personal, posición de clase entre otras diferencias, en un único sujeto que etiquetó como “guerrillero”. Por eso, las masacró sin piedad, ordenó que a los sobrevivientes se les persiguiera por montañas, ciudades o en cualquier lugar en donde buscaran refugio. De esa imparable carnicería que se cometía en las comunidades, montañas y selva nacen las Comunidades de Población en Resistencia (CPR) que fueron seres humanos desarraigados de sus lugares de origen.  Acompañar para que las CPR de la Sierra (en la zona Reyna del Quiché), Ixcán y el Petén, fueran reconocidas como población civil en resistencia, pero desarmadas, fue el trabajo por el cual el Estado Mayor Presidencial asesinó a Mirna Mack en 1990.

Ríos Montt en su desquiciamiento  por acabar con la insurgencia ordenó, respaldó y aprobó el bombardeo y la quema de comunidades con todo lo que poseían, desde seres humanos, casas, ranchos, iglesias, escuelas, cosechas  hasta animales, por eso, uno de los sobrevivientes en el juicio de 2013, en donde fue sentenciado a 80 años por genocidio, definió lo que vivieron bajo el mandato de Ríos Montt, en su idioma ixil, como “la llegada del juicio” porque todo fue devorado por las llamas, convertido en un infierno hasta dejar solo cenizas.

Sentenció que quien “no se rinda lo voy a fusilar” mientras impulsó una amnistía para subversivos. No obstante, quienes se acogían eran hambrientos y casi desnudos sobrevivientes de todas las edades, desde ancianos hasta niños, pero especialmente mujeres con bebes de pecho, que iban siendo capturadas en las montañas. Inmediatamente los concentró en Aldeas Modelos con el apoyo financiero de sectas evangélicas ortodoxas de los Estados Unidos, allí los obligó bajo sentencia de muerte a vivir bajo los programas de contrainsurgencia que en su primera fase fueron “Fusiles y Frijoles, y en su segunda fase llamó: Tortillas y Trabajo.  Las Aldeas Modelos no eran sino campos de concentración de las cuales nadie, especialmente los hombres podían salir sino era con permiso del Ejército, de hecho, el mismo afirmó que quienes vivían allí  “no tenían derecho de pasar de un lado a otro” sino era a través de  “permisos militares”. Como parte del proceso de control dictatorial obligó a todos los hombres, desde niños, adolescentes hasta ancianos a alistarse en las Patrullas de Autodefensa Civil, PAC,  como única alternativa para perdonarles la vida, creando así uno de los monstruos que atacó a los miembros de sus propias  comunidades al darles poder y armas en nombre de la libertad, provocando que surgieran patrulleros como Felipe Cusanero Coj, sentenciado en 2009 a 150 años de prisión por el crimen de desaparición forzada entre 1982 a 1984 en contra de sus propios hermanos de comunidad.

Bajo Ríos Montt el Ejército profundizó la violencia sexual y la servidumbre contra las mujeres, en su mayoría indígenas, que quedaban viudas y eran capturadas, muchas de ellas dieron a luz a hijos producto de esas violaciones o de sus verdugos -varios de esos jóvenes terminaron suicidándose, incorporándose a las maras o perdidos en el alcoholismo o la drogadicción-.  De los tantos casos ocurridos en Guatemala solo uno ha sido juzgado y castigado, el caso Sepur Zarco en 2016.  Es durante su presidencia donde la mayor cantidad de niños que quedaron huérfanos o perdidos fueron dados en adopción y un número que supera los 5 mil siguen desaparecidos. El Bufete Jurídico de Rabinal ha denunciado que luego de las cinco  masacres contra la comunidad de Río Negro que casi logra desaparecerla,  40 niños que sobrevivieron fueron transportados en helicóptero y hasta la fecha siguen desaparecidos.   Por eso, cuando sectores conservadores justifican o se preguntan ¿por qué soldados o patrulleros indígenas mataban a sus propios hermanos y hermanas?  no es a los indígenas a los que les corresponde responder, por el contrario, los cuestionadores deben buscar la respuesta en la estrategia de guerra que impulsó Ríos Montt en Guatemala.

La historia ha registrado que Ríos Montt creó Tribunales de Fuero Especial, con jueces sin rostro y cárceles especiales. Impulsó un clima de terror a nivel nacional, regional, departamental y sobre todo local.  A los miles de desplazados los acusó de haber dejado Guatemala porque habían cometido crímenes, aunque se jactaba de que la institución armada y las fuerzas de seguridad eran una sola institución.

Ha quedado documentado en videos, grabaciones de voz, fotografías y otros medios su peculiar personalidad cargada de una sobreestimación de sí mismo,  un ser humano arrogante que osó asumirse  como el ungido por eso actuó cargado del machismo característico del Ejército en un país de mayoría indígena a quienes sí conocía pero basado en su racismo los asumió como miembros de “naciones distintas”  que eran ignorantes, pobres e incapaces de integrarse “como una familia”, que no sabían de economía y que solo usaban “el trueque”, según sus palabras.  Ríos Montt se desempeñó como un emperador a quien se le debía obediencia al nomás emitir palabra, él nunca convocó al diálogo sino demandó sumisión de esclavos.  Ríos Montt nunca escuchó solo emitió órdenes, nunca entendió solo obligó y decidió bajo su mandato quién vivía o moría.

Por todo lo anterior, si un régimen golpeó y modificó a Guatemala como un Estado Nación en el Siglo XX pero fundamentalmente a la población indígena fue el de Ríos Montt principalmente por dos acciones: la primera, el genocidio que impulsó contra los mayas definidos como “enemigos del Estado” y la segunda, por  la estrategia de guerra que destruyó, desestructuró, modificó y alteró la vida de la generación que sobrevivió para quienes las secuelas sembradas por Ríos Montt redefinieron sus vidas comunitarias y las redefinirán por un largo tiempo más.  En efecto, Ríos Montt golpeó a la población indígena más que cualquier otro gobierno contemporáneo.

Posteriormente, buscó detrás del mismo Estado asegurarse la impunidad hasta el 2013.  Por eso, hoy frente a su muerte física, para miles de sobrevivientes la condena del 10 de mayo de 2013 sigue y seguirá vigente.  Ríos Montt fue acusado, juzgado y sentenciado. Y su muerte no entierra la búsqueda por la verdad y la justicia.  Esta continúa hasta que desaparezca la memoria crítica que se conserva en millones de mujeres y hombres mayas conscientes, que la reproducirán de generación en generación.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/04/02/muere-el-dictador-jose-efrain-rios-montt/]

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Irma Alicia Velásquez Nimatuj