Mario Roberto Morales
El ciclo independentista latinoamericano, que va de 1810 a 1830 (con la excepción de Cuba y Puerto Rico, que se independizan de España en 1898), fue el primer intento de modernizar capitalistamente la región mediante la fundación de repúblicas según la ideología de la Ilustración francesa y el liberalismo inglés, aunque sin modificar la tenencia de la tierra. Traicionando el sueño bolivariano de forjar un solo país desde el Río Bravo hasta la Patagonia, los criollos inventaron naciones “capitalistas” sobre la base de una tenencia feudal de la tierra, con lo que la modernidad, según el modelo europeo y estadounidense, nunca llegó a cuajar porque, sin una reforma agraria que, siguiendo el modelo mencionado, asegurara una amplia base de pequeña propiedad agrícola sobre la cual asentar una industria nacional, lo único que podía resultar de aquella juntura imposible fue ese mar de pobrerías al margen de la ciudadanía que caracteriza hasta hoy a nuestros países. Esa ciudadanía jamás incluyó a las masas, como abogaba el ideal liberal ilustrado
Ante este capitalismo fallido, el siglo XX atestiguó un ciclo de revoluciones modernizadoras que buscaron enmendar el fallo criollo del XIX. Este ciclo empezó con la revolución mexicana (1910) y siguió con la guatemalteca (1944-54), con la cubana (1959), la chilena (1970-73) y la sandinista (1979). Sus desenlaces son conocidos, y frustraron una vez más el sueño de la modernidad latinoamericana, a saber, el intento de tener economías capitalistas y Estados democrático-burgueses como base de sus naciones. La represión del orden geopolítico llevó a que la revolución cubana se volviera socialista y una pieza importante de la guerra fría; también, a que el pacífico socialismo chileno fuera derrocado a sangre y fuego y a que la acosada revolución sandinista tuviera desarrollos discutibles en lo referido no sólo a la modernización, sino a su pertinencia popular. Por su parte, la revolución guatemalteca fue derrocada mediante la guerra psicológica estadounidense a pesar de que nunca se propuso más que “hacer de Guatemala un país capitalista moderno”, como lo aseguró Arbenz en su discurso de toma de posesión.
La Independencia y la Revolución de Octubre en Guatemala son entonces dos intentos fallidos de modernización de la economía, la política y la cultura. Este proceso pasó por la llamada Revolución Liberal, que fue una continuación del proyecto independentista pero liderado por criollos liberales y no conservadores, y que reconcentró la tierra en pocas manos para extender cultivos latifundistas de exportación. Nunca se propuso sentar las bases para el necesario despegue capitalista según el modelo liberal, a saber, la reforma agraria como condición de la amplia base de pequeña propiedad agrícola sobre la cual edificar una industria nacional, un mercado interno para ella y un Estado democrático que se ocupara de sus masas mediante la educación, la salud y demás servicios públicos.
El fracaso del proceso de modernización capitalista que incluyó la Independencia, el liberalismo y la Revolución de Octubre se debió a la geopolítica y al atraso y violencia oligárquicos. Sólo por la fuerza subsiste hasta hoy un régimen que es fallido de origen por basarse en la imposibilidad estructural de asentar el capitalismo sobre una tenencia feudal de la tierra, el monopolismo agrario y la ausencia de igualdad de oportunidades y libre competencia. Esta es la razón por la que el país no avanza, sino retrocede.
Fuente: [www.mariorobertomorales.info]
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