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Carlos Figueroa Ibarra

¿Se puede ser comunista hoy? La pregunta  puede parecer absurda para los convencidos de esta doctrina y para los que la detestan. Se me ha ocurrido desde el 21 de septiembre cuando supe de la muerte del querido compañero César Reyes Lucero, convencido militante del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) y de los esfuerzos por reorganizarlo. También porque el 26 de septiembre se cumplieron 48 años de la captura y desaparición por el gobierno de Arana Osorio de la Comisión Política de dicho partido y el 28 del mismo mes se conmemoró el 71 aniversario de su fundación. La desaparición de la URSS y de su periferia hizo clamar a muchos que el comunismo y el marxismo habían muerto.  Cierto es que el derrumbe soviético alejó significativamente las posibilidades de una transición del capitalismo al socialismo. Significó también el fracaso del modelo soviético y evidenció los inconvenientes que éste tenía.

Lo que no pudo lograr el capitalismo con el colapso del socialismo real, fue demostrar que era la panacea para la humanidad ni su destino final como argumentó Francis Fukuyama con su absurda teoría del fin de la historia. El derrumbe soviético aceleró la versión más salvaje del capitalismo, el neoliberalismo. Hizo manifiesto el señalamiento de Marx de que el capitalismo era una monstruosa maquina devoradora de seres humanos y de la naturaleza. Resultó imposible probar que el capitalismo era la vía para la prosperidad  social. En 2018 según el Banco Mundial,  3,400 millones de personas (aproximadamente el 50% de la población mundial) tenían dificultades serias para satisfacer sus necesidades básicas. Ese mismo año, 0.4% de la población concentraba el 45% de la riqueza mundial mientras 64% solamente tenía 2% de dicha riqueza.

El auge de empresas armamentistas y la necesidad del capitalismo de las guerras para salir adelante de sus crisis, nos tiene en la orilla de la guerra nuclear. El insaciable afán de la ganancia nos está llevando a un desastre climático, como lo revela el calentamiento global que ha provocado  oscilaciones extremas de la temperatura, sequías, inundaciones,  deshielos, huracanes, aumento del nivel del mar y crisis alimentaria. La pandemia que hoy vivimos es producto de la ruptura del equilibrio con la naturaleza que ha provocado la ambición capitalista. En pocas palabras, el capitalismo puede acabar con la humanidad si la humanidad no acaba con el capitalismo. Por ello el sociólogo alemán Ulrich Beck ha dicho que vivimos en “la sociedad del riesgo”.

Para Marx el antídoto para las dos grandes depredaciones del capitalismo (humanidad y naturaleza) fue una economía destinada a la satisfacción de las necesidades sociales, no a la ganancia. También la distribución equitativa del excedente mediante la abolición de la propiedad privada y la sustitución del Estado como dominador de los seres humanos a un aparato administrador de las cosas. La paradoja de hoy es que el mundo está más lejos de dicha utopía cuando más necesitado está de su realización. La manera de ser comunista hoy, es estar conciente de dicha paradoja. Y buscar los caminos para resolverla.

El auge de empresas armamentistas y la necesidad del capitalismo de las guerras para salir adelante de sus crisis, nos tiene en la orilla de la guerra nuclear.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Carlos Figueroa Ibarra
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