Irmalicia Velásquez Nimatuj
¿Deben los esclavos rendir tributo a sus esclavistas? ¿Debe un sistema de justicia obligar a un secuestrado a que honre y defienda a sus secuestradores?
¿Hasta dónde representa delito la destrucción colectiva de símbolos que no incorporan la complejidad de la historia, la memoria y los imaginarios de comunidades o pueblos? ¿Hasta dónde las y los habitantes de los países están obligados a proteger los monumentos que no les personifican? ¿Deben las “democracias” exigir a los descendientes de múltiples genocidios, a los humillados o esclavizados a conservar estatuas, bustos, banderas, himnos o construcciones que les evocan despojos o que les recuerdan los efectos de las acciones de personajes políticos que la historia oficial decidió unilateralmente honrar en avenidas, plazas o espacios públicos?
¿Dónde debe ubicarse el juicio colectivo y el derecho histórico y propio que tienen las poblaciones denominadas subalternas, los convertidos en pobres por el expolio, los indigentes, los denominados indios, los transformados en minorías políticas -a pesar de ser mayoría poblacional- a escribir sus historias, a que se escuchen sus voces diversas, a que sus memorias resurjan? ¿No está acaso la subalternidad construida de múltiples espacios ideológicos, políticos y materiales que buscan enfrentar con lo poco que tienen o lo poco que les han dejado la histórica desigualdad de poder en donde se debaten diariamente?
¿Pueden los países concentradores de riqueza en muy pocas manos continuar deteniendo el torrente de conciencias que irrumpen con la fuerza de la juventud critica y con el poderío de sus identidades que han sido permanentemente aplastadas o usadas estratégicamente para incrementar la desigualdad? ¿Ante las permanentes injusticias históricas y actuales en las que viven las mayorías de las poblaciones, hasta dónde son válidos los delitos contra monumentos o estatuas que honran a hombres blancos que perpetuaron la guerra, que legitimaron el arrasamiento de poblaciones originarias, que justificaron el robo de tierras, que impusieron el racismo estatal y estructural, que fortalecieron el patriarcado institucional, que crearon leyes para avasallar a mujeres y hombres, que han honrado la blancura como sistema que se nutre de del dominio y la opresión? ¿O son juicios que terminaran oscurecidos y convertidos en vergüenza nacional al intentar defender imaginarios cargados de criminalidad y despotismo?
¿Cómo leer lo “simbólico”, como entender las categorías de “patrimonio nacional” o de “monumentos”, en el marco del mismo mundo occidental que cada vez más enfrenta, en manos de sus propios ciudadanos, la desmitificación de sus “grandes relatos” y de “sus históricas hazañas”? ¿Cómo están enfrentando las elites mundiales los efectos del colonialismo que crearon y honran, pero que por primera vez en la historia de la humanidad presencian simultáneamente cómo sus “ilustres” caen de los pedestales estrellándose con otras sabidurías y otras manos que defienden su derecho a cincelar su historia pasada y con ello esbozar el camino que no quieren volver a transitar?
Fuente: [elperiodico.com.gt]
Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes
- Aferrándome a la historia: despedida de elPeriódico - 14 mayo, 2023
- Las patéticas elecciones y el trágico rol de la izquierda - 14 mayo, 2023
- Susana Ponce López representa la Guatemala finquera racista y genocida - 1 mayo, 2023
Comentarios recientes