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Irmalicia Velásquez Nimatuj

Las políticas nacionales de representación -entendidas como instrumentos de control- en Guatemala han sido un fracaso. Su fallo histórico radica en que una parte fundamental de su construcción está sostenida en el racismo estructural y en el racismo biológico -este último superado en las disciplinas sociales, más no en la vida cotidiana de países saqueados por elites nacionales e internacionales como el nuestro-.

El fallo se observa cuando se visualiza en las políticas públicas, informes nacionales, discursos oficiales y otros canales, al sujeto indígena -que es la mayoría poblacional de Guatemala- como homogéneo, pasivo, pobre y en permanente estado de mendicidad.

Esta visión trágica y de víctima perpetua de los múltiples sujetos indígenas a lo largo de las épocas ha sido generada desde los ideólogos coloniales, los mohosos próceres republicanos y sus perversos, aunque poco inteligentes lacayos actuales. Estos esbirros -nos muestra la historia- han sido manejados desde escenarios, que dicen ser democráticos en constituciones, leyes, documentos, procesos o instituciones, pero realmente son escenarios controlados por pequeñas elites económicas blancas, quienes eficazmente han impuesto y reproducido en todos los espacios, que incluyen instancias estatales, privadas o mixtas, esas políticas nacionales de representación que han operado como políticas de permanente despojo. No solo material, sino también ideológico, emocional y espiritual. Un ejemplo de lo emocional y espiritual es el protestantismo, sus mega iglesias y sus pastores clasistas y petulantes que son estrellas en Guatemala -quienes siempre están al lado del poder ejecutivo de turno- como los mejores ejemplos para acallar las conciencias políticas, las cuales magistralmente adormecen mientras les extraen millones mensualmente, con los que viven ellos y sus familias como emperadores, mientras la feligresía muere en sus intentos por llegar al norte.

Estas políticas de representación, la misma elite y sus burocracias las asumen como reales, eso les impide comprender que Guatemala posee pueblos indígenas diversos en términos sociales y plurales ya sea en género o en identidades. Aunque no se puede negar que siglos de colonización y neocolonización han permeado a los pueblos indígenas, por eso, algunos sectores han internalizado las políticas creadas por las elites. Sin embargo, existen sectores lúcidos en el país, que aportan esperanza con sus actos. Uno de ellos fue el paro encabezado por los 48 cantones de Totonicapán el 27 y 28 de marzo, al cual se unieron sectores del pueblo xinca, autoridades ancestrales de municipios de Sololá, sectores urbanos y otros que saben el daño de la iniciativa de Ley 6165 y el Acuerdo 245-2022 a la producción y comercio local, y a la autosostenibilidad de las familias indígenas, rurales, marginadas y pobres.

Sin embargo, existen sectores lúcidos en el país, que aportan esperanza con sus actos. Uno de ellos fue el paro encabezado por los 48 cantones de Totonicapán el 27 y 28 de marzo, al cual se unieron sectores del pueblo xinca, autoridades ancestrales de municipios de Sololá, sectores urbanos y otros que saben el daño de la iniciativa de Ley 6165 y el Acuerdo 245-2022 a la producción y comercio local, y a la autosostenibilidad de las familias indígenas, rurales, marginadas y pobres.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Irma Alicia Velásquez Nimatuj