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Carlos Figueroa Ibarra

Nuevamente derecha e izquierda en México han salido a las calles a medir fuerzas. Al parecer ambos sectores saben que, si bien la movilización callejera no necesariamente se traduce en votaciones copiosas, la exhibición del músculo callejero es un elemento importante en la percepción. El 13 de noviembre de 2022, la derecha hizo una marcha de unas 50-60,000 personas que culminó en el Monumento a la Revolución. El 27 de noviembre de ese mismo año, la 4T saco a las masas a la calle y el evento culminó en una marcha enorme la cual según cifras oficiales contó con la presencia de 1.2 millones de participantes. El 26 de febrero de 2023 la derecha volvió a salir a las calles y logró hacerle frente al reto de Andrés Manuel López Obrador: llenó el zócalo capitalino con unas 100,000 personas. El sábado 18 de marzo la 4T volvió a responder a la manifestación de fuerza de la derecha, y logró movilizar a medio millón de personas.

El sábado pasado pudimos observar un zócalo abarrotado. No solamente eso, vimos una larga Avenida 20 de noviembre también completamente abarrotada por una multitud a la que le fue imposible llevar a la Plaza de la Constitución. Similares muchedumbres abarrotaron las calles de 16 de septiembre, Francisco I. Madero, 5 de mayo, así como Pino Suárez. Cierto es que, hasta el momento, la izquierda, y particularmente la que se agrupa en torno a la 4T y es encabezada por Andrés Manuel López Obrador, no tienen rival en lo que se refiere a convocar a multitudes a las calles y plazas. También es cierto que la derecha también está aprendiendo y no lo ha hecho mal, en las últimas dos ocasiones en que enarbolando una bandera espuria (supuestamente la defensa del Instituto Nacional Electoral) ha convocado a mítines y manifestaciones callejeras.

Las derechas venezolana, brasileña, nicaragüense, argentina, boliviana y últimamente la colombiana han aprendido a usar plazas y calles. Más aun, las derechas venezolana y nicaragüense también han aprendido a calentar la calle porque la violencia ha estado presente en sus manifestaciones.

En un momento de entusiasmo, en las vísperas de las elecciones presidenciales de julio de 2018, el entonces candidato presidencial del PAN, Ricardo Anaya, divulgó un tweet con un video de su cierre de campaña con la siguiente leyenda: “Más de 150,000 personas en nuestro cierre de campaña en la Ciudad de México! ¡Vamos a ganar!”, Y alguien le respondió con la frase atribuida al extinto dirigente panista Carlos Castillo Peraza: “El PAN llena urnas, no plazas”. Una semana después de la manifestación de alborozo de Anaya, se cumplió el aforismo que plazas llenas no llenan urnas: Andrés Manuel López Obrador superó a Anaya en la contienda presidencial con más 17.5 millones de votos de diferencia y una ventaja porcentual de 31%.

En la manifestación del pasado sábado 18 de marzo, no solamente se evidenció una diferencia cuantitativa entre izquierda y derecha. También cualitativa en lo que se refiere a las procedencias sociales de los manifestantes. El 26 de febrero que reivindicó la defensa del Instituto Nacional Electoral sacó a las calles mayoritariamente a las clases altas y medias, aunque también de manera minoritaria a sectores de trabajadores principalmente urbanos. Los atuendos y hasta la pigmentación de la piel fueron distintivos en buena parte de los manifestantes. El sábado 18 de marzo fue evidente que la mayoría de los manifestantes procedían de las clases medias bajas y los sectores populares urbanos, pero también rurales. En ambos casos, no resulta plausible el argumento de que hubo acarreo. Aunque probablemente lo hubo, resulta pueril exhibir las largas filas de camiones en calles aledañas a la concentración. En ambas manifestaciones concurrieron multitudes que tuvieron que usar dichos medios de transporte para llegar al corazón de la Ciudad de México sobre todo si venían del interior del país. Y el uso de esa logística no puede desvincularse de los amarres partidarios y estatales que tienen en México la derecha y la izquierda.

Lo esencial de las manifestaciones de la derecha del 13 de noviembre de 2022 y del 26 de febrero de 2023, así como las de la izquierda del 27 de noviembre de 2022 y 18 de marzo de 2023, es que todas ellas reflejan a las clases y estratos sociales que se están agrupando en las dos grandes fuerzas que se enfrentarán en las elecciones de este año y particularmente en las del 2 de junio de 2024. Recordando la frase atribuida a Castillo Peraza de que plazas llenas no necesariamente significan urnas llenas, todo parece indicar que en esta ocasión el zócalo lleno del pasado sábado anuncia que la 4T llenará las urnas en 2024.

Los atuendos y hasta la pigmentación de la piel fueron distintivos en buena parte de los manifestantes. El sábado 18 de marzo fue evidente que la mayoría de los manifestantes procedían de las clases medias bajas y los sectores populares urbanos, pero también rurales. En ambos casos, no resulta plausible el argumento de que hubo acarreo.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Carlos Figueroa Ibarra
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