El Papa Francisco no es neoliberal
Carlos Figueroa Ibarra
He visto con escepticismo las esperanzas que surgieron cuando Jorge Mario Bergoglio fue nombrado como el Papa Francisco. Y este escepticismo ha nacido de dos hechos. Primeramente, su obsecuente actitud como sacerdote jesuita frente a la dictadura militar argentina, que no fue sino parte de la deplorable conducta de la iglesia católica argentina frente a los genocidas en dicho país. Y luego, la postura de enfrentamiento que tuvo con los gobiernos progresistas del kirchnerismo. Todo ello unido a que provenía de las entrañas del Vaticano de los reaccionarios Wojtila y Ratzinger, me hizo estar convencido que era remoto un Papa como Juan XXIII o como lo que se empezaba a observar con el efímero Juan Pablo I. Polemicé con amigos y colegas sobre lo que consideraba optimismo exagerado con respecto a las posibilidades del Papa Bergoglio. En efecto, sus antecedentes eran discutibles.
Dicho esto no puedo sino agregar que estoy agradablemente sorprendido con el discurso de Francisco ante el Encuentro Mundial de Movimientos Populares en la Aula Vieja del Sínodo el 28 de octubre de 2014. Su postura es meridianamente enfrentada a la calamidad mundial que ha generado el neoliberalismo. Francisco deplora el asistencialismo o cualquier otra forma de caridad que solamente anestesia o domestica a los pobres y en cambio celebra el que los pobres luchen contra la injusticia. “Qué lindo es en cambio cuando vemos en movimiento a Pueblos, sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza. Ese es mi deseo”. Le parece absurdo que se tilde al Papa de comunista solamente porque exige para la humanidad doliente Tierra, Techo y Trabajo. El Papa deplora el acaparamiento de tierras, la deforestación, la apropiación del agua, el uso de los agrotóxicos, la destrucción de la comunidad rural y urbana, las ciudades llenas de gente sin vivienda o vivienda sin los servicios mínimos, el desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales, los ancianos tratados como desechos, niños con hambre y abandonados, el consumismo (“la cultura de los sobrantes”). Y repudia a la sociedad que pone a los beneficios económicos por encima del hombre. En suma rechaza a la sociedad en la que en el “centro del sistema económico está el dios dinero” y no el ser humano.
Acontece que si nos basamos en su discurso del 28 de octubre, el Papa está repeliendo a la sociedad neoliberal. Si es cierto lo que el teólogo José Antonio Pagola dice en su libro “Jesús. Una aproximación histórica” (PPC Editorial, México 2013), la visión antineoliberal de Francisco no debería ser una sorpresa. Los principios humanistas que ahora enarbola el Papa, se derivan de lo que los estudiosos de Jesús nos indican eran su pensamiento y obra. El neoliberalismo es anticristiano porque es inhumano. Así de sencillo.
Neoliberales católicos pongan sus barbas en remojo: el Papa, máximo jerarca de su iglesia, repudia al neoliberalismo.
El neoliberalismo es anticristiano porque es inhumano. Así de sencillo.
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