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El Papa Francisco, más de lo mismo

El 13 de marzo de 2013 la iglesia católica aparentemente tomó decisiones novedosas. Eligió por  primera vez en 1,300 años a un Papa  no europeo,  integrante de una orden que no ha sido de las dilectas del Vaticano: los jesuitas. El Cónclave cardenalicio votó a un latinoamericano que ha tomado el nombre de Francisco por el símbolo católico de los votos de pobreza: San Francisco de Asís. Jorge Mario Bergoglio, hoy Francisco, ya tiene una proyección mediática como “el Papa de los pobres”. Su estilo es novedoso. Rompiendo los protocolos, apareció sin la lujosa esclavina  y cuando se la pusieron él mismo se la quitó. Su primera alocución ante los fieles, fue sencilla e informal. Al día siguiente fue él mismo al hospedaje a pagar su cuenta. La televisión recordó que el flamante Papa ha usado el metro de Buenos Aires para ir a la sede del Arzobispado de Buenos Aires y que ha renunciado a vivir en el palacio arzobispal.

¿Hay por fin un Papa que hará la urgente renovación de la iglesia católica? No necesariamente. Detrás del anciano de mirada bondadosa y hablar suave hay un militante de la extrema derecha peronista en la organización “Guardia de Hierro”.  El nuevo papa es también un misógino que considera que las mujeres no deben estar en política (por supuesto tampoco en el sacerdocio), particularmente si son como Cristina Fernández. Para él, las Sagradas Escrituras enseñan que las mujeres en todo caso sólo sirven para apoyar a los hombres que son los que crean y piensan. El matrimonio  entre homosexuales, el derecho de las mujeres a decidir y los anticonceptivos “son cosa del diablo”. Y es difícil entender cómo  un “Papa de los pobres” se opuso rotundamente a Néstor Kirchner y luego a Cristina ´Fernández por los temas anteriores y en el de la asignación universal por hijo, uno de los programas sociales fundamentales de los gobiernos progresistas argentinos.

No es esto lo más grave. El provincial jesuita Jorge Mario Bergoglio fue omiso o indolente en proteger a dos jesuitas que trabajaban en una zona popular. Orlando Yorio y Francisco Jalics fueron secuestrados y torturados en 1976 y permanecieron 6 meses en el campo de exterminio de la ESMA. Yorio acusó a Bergoglio de haberlos denunciado ante sus victimarios y existe un documento que comprobaría este aserto. Las relaciones del padre Bergoglio con el genocida Emilio Massera fueron estrechas. En 1977 la Universidad de El Salvador, en manos de la “Guardia de Hierro”, otorgó al tenebroso “Almirante Cero” un Doctorado Honoris Causa. Bergoglio no subió al estrado aunque aplaudió entusiastamente en el acto. Ya como cardenal y Arzobispo, Bergoglio se negó a asistir al juicio que se hizo por el secuestro de los dos jesuitas. Declaró que nunca se enteró del secuestro de bebés que nacían cuando sus madres se encontraban desaparecidas. Mintió. En 1977, la madre de Elena de la Cuadra, una joven desaparecida que parió una niña en cautiverio, logró a través de una orden de Pedro Arrupe, el Superior de los Jesuitas, que Bergoglio la recibiera. Como Provincial simplemente hizo una nota de cuatro líneas para el Obispo auxiliar de Buenos Aires, Mario Pichi, y se desentendió del asunto para siempre.

Se ha dicho que todo esto son meros infundios y que Adolfo Pérez Esquivel, el defenestrado teólogo Leonardo Boff y el propio Francisco Jalics lo han exculpado. No es cierto: el Nóbel de la Paz benevolentemente ha dicho que Bergoglio no fue cómplice sino omiso, Boff dijo que le cree a Pérez Esquivel y Jalics que ha perdonado a Bergoglio.

La iglesia católica ha tenido grandes hombres y mujeres. El Papa Francisco no es uno de ellos.

 Ya como cardenal y Arzobispo, Bergoglio se negó a asistir al juicio que se hizo por el secuestro de los dos jesuitas. Declaró que nunca se enteró del secuestro de bebés que nacían cuando sus madres se encontraban desaparecidas. Mintió. En 1977, la madre de Elena de la Cuadra, una joven desaparecida que parió una niña en cautiverio, logró a través de una orden de Pedro Arrupe, el Superior de los Jesuitas, que Bergoglio la recibiera. Como Provincial simplemente hizo una nota de cuatro líneas para el Obispo auxiliar de Buenos Aires, Mario Pichi, y se desentendió del asunto para siempre.

Carlos Figueroa Ibarra
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