Cuando los Rambos se suicidan
Carlos Figueroa Ibarra.
El 10 de junio de 2013 el veterano de guerra Daniel Somers escribió una lacerante carta de despedida para su familia y el mundo. Y se suicidó. Somers no fue un soldado común y corriente. Desde la torreta de un Humvee, participó en 400 misiones de combate en Irak. Fue convertido por el ejército de los Estados Unidos de América en un experto en “interrogatorios” (¿torturas?), participante en operaciones especiales y en análisis geopolítico como “Analista Senior” para el Medio Oriente. Podría esperarse que con semejante hoja de servicios, un veterano de guerra como Daniel Somers tenía un futuro brillante al regreso a su país. Había salido con vida, no había quedado físicamente mutilado ni parapléjico. Y Daniel Somers quiso rehacer su vida al lado de su esposa Angel, intentó hacer cine e incluso integró un grupo musical en tanto que siempre le había gustado la música.
Pero como él mismo lo dijo, estaba “Demasiado atrapado en una guerra para estar en paz. Demasiado dañado para estar en guerra”. Lo atormentaban los recuerdos de las atrocidades cometidas en las que fue activo participante. Fue diagnosticado con daño cerebral como consecuencia de un traumatismo sufrido en alguna de sus tantas misiones de combate, tenía también un desorden de traumatismo post-stress y fibromialgia. La vida se le hizo insoportable a Somers, además de que se sintió abandonado por el Departamento de Asuntos Veteranos en lo que se refiere a su tratamiento médico y provisión de medicamentos.
Así las cosas el 10 de junio de 2013, Daniel Somers escribió una carta acusatoria al establishment estadounidense y se suicidó. En la carta escribió que la humanidad estaría mejor sin él. Su autoestima había llegado al suelo.
La tragedia de Daniel Somers no es un hecho aislado. En un artículo publicado por Salvador Capote (“El suicidio de los Rambos”, Alai-Amlatina, 10/6/2013), se nos ofrecen datos estremecedores ofrecidos por el Departamento de Defensa y el Departamento de Asuntos Veteranos de los Estados Unidos de América: en 2012 se suicidaron en Afganistán 349 soldados mientras que murieron en combate 310. Más suicidios que bajas y en 2013 se augura un nuevo record de suicidios estadounidenses en Afganistán. El Cuerpo de Infantes de Marina registró un aumento de suicidios de 50% con respecto a 2011. Y esta tragedia no termina cuando los soldados estadounidenses regresan a casa: cada 65 minutos un veterano de guerra se suicida en los Estados Unidos de América, lo que significa que diariamente se suicidan 22 veteranos de guerra como lo denunció el propio Daniel Somers en su carta.
El imperialismo estadounidense recluta a sus fuerzas de ocupación entre los blancos pobres, la población afroamericana más desvalida y por supuesto los llamados hispánicos, entre los cuales se encuentran migrantes en busca de una mejor vida. Los hijos de los blancos republicanos, de los conspicuos miembros del “Tea Party”, la ultraderecha guerrerista estadounidense por supuesto no van a la guerra. Fiel a la concepción neoliberal, al parecer los soldados que han ido a Irak o que van a Afganistán, o que van a cualquier otra parte del mundo para mantener la decadente hegemonía estadounidense, son tratados como desechos humanos al regresar a su país. La atención de los veteranos de las guerras al parecer está siendo vista como costosa por el Departamento de Asuntos Veteranos. Los costos de atención médica, psiquiátrica, medicamentos, podrían estar siendo considerados como gastos inútiles. Solamente en marzo de 2013, un servicio de atención a veteranos atendió 814 mil llamadas desesperadas, 94 mil “chats” y 7,200 mensajes de textos que lanzaron más de 28 mil veteranos que estaban en inminente peligro de suicidio.
Las invasiones estadounidenses son también tragedia para su propio pueblo.
Y esta tragedia no termina cuando los soldados estadounidenses regresan a casa: cada 65 minutos un veterano de guerra se suicida en los Estados Unidos de América, lo que significa que diariamente se suicidan 22 veteranos de guerra como lo denunció el propio Daniel Somers en su carta.
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