Carlos López
Asombro es la primera palabra que viene a la mente al observar el arte revelado de Ángela Gurría, en cuya mirada se renueva la palabra poética; ella la vive con intensidad, como las cosas que toca, da vida y convierte en piezas universales, por su arrebato creador, por su integración con la naturaleza mineral, vegetal y animal.
El misticismo deífico con que empezó luego dio lugar a un trabajo testimonial de su paso por el mundo que en ningún momento fue banal ni decorativo; su primera pieza monumental realizada en 1965 fue La familia obrera.
Luego crearía Homenaje al trabajador del drenaje profundo y Corazón mágico, obras también de gran formato dedicadas a los valientes que trabajan en las entrañas de la Tierra; las que realizó con motivo del levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas, la tierra de sus orígenes, el díptico Jaguares, cuya descripción hace la artista con maestría: “Los dos jaguares representan la muerte. Se encuentran congelados en un instante contenido en el mármol del que quieren salir. Están a punto de saltar fuera de la piedra que los contiene, en forma de dos felinos enfrentados en tensión. (…) Los personajes del binomio femenino y masculino están en el instante preciso antes de salir a matarse el uno al otro. (…) En dicha imagen aparecían un soldado y un indígena con el mismo perfil que se miraban fijamente de frente”.
Libertad de expresión es un grito desgarrado, crítico, contra el golpe que asestó Luis Echeverría Álvarez contra Julio Scherer y colaboradores en 1976.
Otra escultura impresionante por su concepción y por la forma definitiva es ¡Ya basta!, donde de nuevo expresa su inconformidad con la situación politicosocial de 1993. Y es que ella lo tiene claro: Un ser creativo requiere de libertad total.
Poeta de la piedra
Las dualidades que crea Ángela Gurría tienen contenido, no son hechas al azar.
Ella confiere sentido a todo lo que cae en sus manos, lo trata como ser vivo, su mirada compasiva dialoga con poesía y lo impregna, lo vuelve arte: el anhelo de la unión contra la segregación racial blanco-negro, en Señales; piedra-nube, en Nube (encontré una piedra que esperaba ser nube, dice la escultora poeta); abstracción-realismo, densidad-ligereza, en Papaloapan; vida-muerte, en El vuelo de la mariposa y Tzompantli; niño-adulto, en las esculturas Juguetes populares; principio-fin; el sincretismo indígena-español, en Monumento al mestizaje; deísmo-cosmogonía; estatismo-dinamismo, en Espejo del tiempo; contención-desborde, en El aguaje; grande-pequeño, en las maravillas minimalistas, donde la artista puso su mano; lo sacro y lo profano en Virgen, Gallo, Mujeres; en su Calavera díptico positivo y negativo hace evidente la dicotomía que está presente en su obra, donde la luz se ve cortada de pronto por el trazo sobre la piedra o el metal. Ella agrega perfección al cosmos.
Sus trabajos, paraísos íntimos de realización
Ángela Gurría trabaja en armonía con casi todos los elementos; la diversidad de materiales, su constante búsqueda mediante la experimentación, su ritmo, su empatía con los recursos a los que no agrede, sus finos cortes, la delicadeza de las formas, sus virtudes proteicas, su tacto, su mirada que descubre el alma de las piedras, lo que guardan en su memoria: Soy geométrica, abstracta, figurativa, según lo requiere el espacio, dice la escultora.
Un ejemplo del equilibrio exacto que logra se puede ver en Glorieta para la mariposa monarca; en general, en sus mariposas, donde la mano de la poeta de la piedra logra un efecto grácil sobre los materiales que utiliza.
Sus objetos son acariciables, un deleite para los sentidos. Algo que resalta en los trabajos de Gurría son las curvas, las espirales, las ondulaciones; las cactáceas de su jardín son un paraíso íntimo de realización. No pasa un día en que no estemos un instante en el paraíso, dice Jorge Luis Borges. Tal vez por eso ella construyó su paraíso.
En su discurso de ingreso a la Academia Nacional de las Artes, en 1973 (fue la primera mujer en ser miembro de esta institución), Ángela afirmó: Siempre he encontrado en la forma un medio de aproximarme al sentido de las cosas, de descubrir la armonía del universo. Ángela Gurría es la escultora de México. Es referente del arte y su reconocimiento es mundial.
Después de la palabra asombro inicial que uno se dice a sí mismo para no interrumpir el concierto de Ángela Gurría, todas las palabras que uno intente pergeñar se quedan cortas ante el lenguaje de su obra.
Sólo queda, tal vez, pronunciar la palabra menos sin gracia de las 300 mil de que consta nuestra lengua: gracias, maestra, por su obra, por su legado, por lo que hizo por su pueblo.
Ángela Gurría trabaja en armonía con casi todos los elementos; la diversidad de materiales, su constante búsqueda mediante la experimentación, su ritmo, su empatía con los recursos a los que no agrede, sus finos cortes, la delicadeza de las formas, sus virtudes proteicas, su tacto, su mirada que descubre el alma de las piedras, lo que guardan en su memoria: Soy geométrica, abstracta, figurativa, según lo requiere el espacio, dice la escultora.
Carlos López es fundador y director de Editorial Praxis
Fuente:[https://www.jornada.com.mx/2023/02/20/opinion/a08a1cul]
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