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Mario Roberto Morales

Desde la primera vez (hace ya varios años) que vi El día que Teco temió (la he visto tres veces y creo que ya me toca “actualizarme”) descubrí que lo interesante de aquel fenómeno de masas consistía en analizar lo que ocurría (no en el escenario, sino) en el público.

Tratándose (como el futbol, las elecciones o la religión) de un montaje para masas ignaras, lo que importa, además de establecer la naturaleza de los códigos en los que se transmite el contenido y su intencionalidad (lo cual, en estos casos, resulta fácil de hacer), es determinar el efecto que tiene en el público su “mensaje”. Y, sobre todo, qué espera esa masa obtener del hecho de tragarse los contenidos por los que paga. En el caso de los huitecos, se trata de un público que asume la risotada como el resultado de la ingesta de un estupefaciente, tal y como el yonqui equipara la felicidad con el momentáneo estado de gratificación que le proporciona su sustancia predilecta. Se asemeja a quienes empiezan a reírse en cuanto aparece Cantinflas, sin darle oportunidad de hacer o decir nada. Es un público necesitado de emociones intensas porque su vida cotidiana no se las proporciona de manera natural, ya que se trata de vidas mutiladas por el trabajo (o por la falta de éste), por la publicidad, el mercadeo y la manipulación interconectada a la hora de “reflexionar” y “hacer política”.

Este fue el público que se indignó cuando la pasada pelea dizque de boxeo acabó antes de dos minutos, luego de que los titanes en el ring brincaran unos instantes, uno de ellos manoteara como señora de edad siendo asaltada, y el otro hiciera valer su derecha una y otra vez sin más horizonte que el de aprovecharse de los brazos abiertos de su coqueto rival.

Y qué decir del público que se negó a ver el ridículo espectáculo aduciendo razones éticas y políticas, perdiendo de vista que lo que importa en estas puestas en escena para masas descerebradas está en entender las actitudes de esas masas (entre las que ya se cuenta a las élites “intelectuales”) para poder aceptar que lo que sucede aquí no puede ocurrir de otra manera, pues nuestra historia lleva por fuerza a que el día de hoy sea como es y no un día distinto.d Es esa “intelectualidad” oenegizada que delira ante modas “teóricas” que pasan por su aldea dejando una estela de “sapiencia”, la cual dura hasta mucho después de que en su país de origen han sido depuestas por otras, y su tufo queda adherido a la ropa.

A las masas no se les puede pedir otra cosa. Y a las élites menos; masificadas como están en su “dignidad” políticamente correcta y en su “buen gusto” de revista del corazón. Por tanto, los huitecos y los titanes en el ring son –hoy por hoy– “lo nuestro”, y ya. ¿El pensamiento crítico? Bien, gracias. Ya está siendo financiado por Soros.

Fuente: [www.mariorobertomorales.info]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Mario Roberto Morales
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