Autor: Oxwell Lbu

Los guardianes del poste, de Oxwell Lbu

Cada día cual si fueran mercancía de
pacotilla, asistían puntuales a la cita con su destino; un destino que les era
esquivo y escurridizo, que muchas veces les tiro al piso la moral frente a
todos, haciéndoles pasar frustraciones y no en pocas ocasiones humillaciones

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Al compás de un redoblante, de Oxwell Lbu

Al compás de un redoblante, los patojos se llevan el mundo por delante; pues cuando empiezan a ensayar quien los consigue soportar…Como acólitos a misa, se le veía correr a toda prisa, al punto de reunión, donde por pura afición, se ponían a marchar, siguiendo las instrucciones de alguien que se ensaya de sargento, de un regimiento sin cuartel.

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Mateo Flores, de Oxwell Lbu

Llena de esperanza nuestra
tierra vio nacer a uno de los grandes, uno de sus hijos que más de una vez puso
su nombre en alto y con sus hazañas nos hizo estremecer…

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Mangos verdes, de Oxwell Lbu

Todos los días al salir de
la escuela,
allí esta Don Tin esperando a los
patojos con todos esos
antojos,
que difícilmente podían dejar pasar.

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Los cuenteros, de Oxwell Lbu

Caía la tarde en la “Ciudad de Piedra” el sol lucía cansado, la luna se miraba al otro costado esperándolo, para velarle el sueño; los grillos afinaban sus violines bajo las piedras, mientras las estrellas se envolvían con las nubes porque de pronto sintieron frio.A falta de televisión, la imag inación creaba imágenes e historias, que por medio de la tradición oral, pasaba de generación en generación, sufriendo a su paso con las exageraciones, los detalles que se pierden y los que se agregan. Mas lo cierto es que los patojos, no perdían la ocasión para ir al parque a escuchar a los cuenteros, que tenían ese encanto de crear imágenes con las palabras y ponerlas en acción con tan solo la modulación de la voz y la gesticulación, que de por sí ya era todo un show. Ya para esa hora los patojos se habían cenado una tasita de café acompañada de una champurrada, frijolitos y pan francés. De las casas de teja roja, de portones de madera y un jardín en medio, el cual era el remedio para eso de la depresión, de esas casas de paredes
altas y anchas, con ese aire antigüeño, salían los patojos rumbo al parque, porque querían escuchar, la historia que los cuenteros, hoy iban a contar.

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