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La poesía es más un umbral que un camino

A propósito de Poemas Irlandeses de Gerardo Guinea Diez, premio Editorial Praxis 2015

Poetry is more a threshold than a path, one constantly departed from, at which readers and writers undergo, in their different ways, the experience of being at the same time summoned and released.

La poesía es más un umbral que un camino, un umbral desde el cual se parte constantemente, en el cual lector y poeta pasan, a su manera cada uno, por la experiencia de ser al mismo tiempo convocados y liberados.
Seamus Heaney

El poema Poemas Irlandeses de Gerardo Guinea Diez acepta varias lecturas. Al menos tres. Una lectura directa, donde los versos derraman una belleza profunda de una cadencia y ritmo que arrastran ecos de la cadencia y ritmo de T. S. Eliot.

Una segunda lectura exigirá tener conocimiento de algunos datos biográficos del autor, su militancia política, su exilio, sus sueños, y los acontecimientos sucedidos a partir de abril 25 de este año en Guatemala. En esta segunda, el lector intuirá que la urgencia de inquirir a los poetas irlandeses, de preguntarle a Irlanda, es para explicarse desde su condición de hombre, desde su edad, desde su familia, desde el exilio y el retorno, desde su condición humana, desde el fracaso, los sueños y la esperanza repetida y tierna de la patria, que es cada vez más un lugar que un país.

Una tercera lectura nos sumirá de lleno en la aventura de la poesía más vigorosa del siglo XX. Los signos biográficos estarán allí, darán la pauta de los versos pero el trasfondo será la tragedia humana vista desde un privilegiado umbral celta y chapín.

Es en esta tercera donde ahondaré aquí.

Hubieron de llegar a Belfast, a la desembocadura de los ríos, donde la arena sinuosa toca la superficie  del agua clara, allí donde las madrugadas y las noches esconden y potencian aún más su encantamiento sobre los seres, allí donde los que llegaron mucho antes, ellos mismos en otro tiempo anterior, recibieron todo en esta tierra prometida que les obliga hoy a preguntarse: ¿Qué daremos a cambio de tanto? ¿Qué nos será pedido a cambio de todo lo recibido?

Y no se les pidió nada que no pudieran dar. La población mágica (duendes, hadas, el propio espíritu del lugar), invasores anteriores a la palabra, pidió hombres y mujeres para nombrar y describir su maravilla. Ese contrato perenne fue el costo aceptado por sus abuelos y los abuelos de sus abuelos. Se les pidió el único tesoro que les pertenecía. Desde entonces nombraron y dijeron lo intrincado de los días, el color de los minutos, la respiración de las cosas.

Por obligación devinieron druidas, poetas, mujeres y hombres de palabras, profetas para desentrañar con vocales y consonantes aladas el presente constante que es otra forma de decir pasado y futuro.

Y la palabra se les volvió leyenda, narración, poesía. Y el precio de pagar lo tanto recibido incluyó también el lenguaje de todos los días, el que describe una tristeza y una alegría, el amor de curso corriente y el límite de la desesperación. Y allí entendieron, por fin, el encantamiento. A cambio de tanto, les fue solicitado un espejo interminable de sólo palabras. Fue hasta su arribo a esta isla que estos seres mágicos conocieron parcialmente su rostro y fustigaron y fustigan, espuelean el espíritu de este pueblo para seguir con esta tarea inacabable.

A este umbral llegó Gerardo Guinea Diez, a esta desembocadura múltiple que resguarda Cavehill, el gigante que duerme con sus párpados siempre abiertos. Allí elaboró un espejo inacabado de palabras para ver su rostro y el de su tiempo, para ver los altibajos y cicatrices de su patria. Llegó para espejear a la Guatemala de todos los dolores en la inacabada angustia celta.

El espejo lleva por nombre Poemas Irlandeses. Sobre Homero, el Ulises de Joyce; y sobre  William Yeats, T. S. Eliot, el mismo James Joyce, Samuel Becket, Seanus Heaney y Jonathan Swift, los Poemas Irlandeses de Guinea Diez.

Espejo hecho casi de sólo jueves, novela interminable de un sólo día.

Las hijas del cisne no hacen sino acrecentar la sensación de haber envejecido, susurra Yeats. Y Guinea dice que sí a la afirmación del espejo y responde entre versos una hilera de palabras, sustantivos y adjetivos llenos de la misma sed del ahogado: trizas, vacío, pedazos, caída, derrama,  olvido,  desierto, perdido, féretro, sangre, desafectos, marchitos, soledad, todas tejidas de tal manera que el peso gravitatorio del conjunto se hace leve al alcanzar la belleza.

En los reflejos del espejo, Yeats revela que el hada es la secretísima e inviolada rosa que invita al niño robado, autista, al suicidio: Con nosotros se marcha, dice la rosa, alejándose de un mundo con más llanto del que se puede entender.

Guinea intuye que la belleza de lo terrible es la balsa única para mantenerse a flote. Y desde el umbral luminoso y sombrío nos dice:

Fácil es morirse de vida.

La belleza no enmascara lo terrible: lo hace patente y llevadero, le pone almohadones.

José Emilio Pacheco introduce desde la serenidad de su sangre los Cuatro Cuartetos de un druida adoptado, poeta de San Luis, Misuri: T.S. Eliot. Como un imán irresistible, es repelido y atraído sin descanso por Yeats. También la palabra de Eliot conforma el espejo-umbral de Guinea Diez. Los duendes efectivamente son lógicos, pero además son bromistas y les importan un pepino los humanos.

Madame Sosostris analiza la suerte en cartas mientras Guinea ve atento: muerte por agua pronostica. La Tierra Baldía ya sabe, por repetido, que el camino hacia la vida debe pasar obligatoriamente por el camino de la muerte; el hada de la fertilidad y su  corte de duendes sonríen con un dejo de burla. Y es aquí donde Gerardo Guinea funde su palabra al reflejo del espejo irlandés e intuye que los jueves inician un Miércoles de ceniza con su plegaria buscando perdón a pesar de la virtud, a pesar de la palabra pronunciada que no logra enraizar porque no hay silencio suficiente.

En la cueva del silencio,
las sombras de un árbol de enebro
/no hay leopardos blancos
ni la rosa singular

Así son las cosas por aquí
cuando el silencio se desploma sobre ausencias.

Semillas de agua en la casa que no fue
/¿dónde un lugar de gracia?

Otro poeta mexicano, Efraín Huerta, da pie con su palabra al más sombrío y solitario de los poetas irlandeses, Samuel Beckett, quien a bocajarro nos llena de imperfectos y de imposibles y de ausencias a través de la voz de Guinea Diez.

Jueves estival, sin rostro
/vacío de un apetito imperfecto
se abraza a mundos imposibles
/la médula del torbellino

No alcanzan 9 días de rezos para que el mar devuelva a su ahogado o la tierra devuelva a su muerto, tampoco  serán suficientes nueve meses o nueve años, ni nueve vidas. El poeta intuye que del exilio no se vuelve.

El vacío y su ojo en cada grieta
/la casa atrás, atrás
en la gracia perdida
/los sueños se aferran.

Todos los jueves son días de Bloomsday y todo Ulises tiene su Dublín. Bloomsday es el día de Leopoldo Bloom pero también es el día más preciado de la primavera, el día que una flor se abre y se muestra y recibe la luz de las miradas.

Un soplo de jueves en las manos
/el calendario delira
jueves 16 de junio de 1904
/Bloomsday en llanuras violentas
y un domingo de agosto
/años después
unos ojos dibujan un pájaro azul
/las horas se van
la oscuridad dura
/nubes sin pañuelo cuelgan arcoíris.

Seamus Heaney enmarca su irreverencia cuando Guinea Diez nos dice:

Para nada es una tarde con gusto isabelino

Los hijos de Lir también alimentan los versos de Guinea Diez:

Sobre el portal, mariposas con lunares
/al fondo, augurios impíos
dan de comer a los niños de Lir

la mirada ensombrece
y el olvido es certeza.

Alegorías que señalan a las hijas y los hijos de una patria sin final feliz, desparecidos hasta que sean dotados de un nuevo rostro y una nueva voz, la misma pero otra; mientras tanto se apuesta al olvido que ensombrece la mirada.

Si el miércoles es de ceniza y es para pedir perdón,  y el jueves es para florecer, el viernes es para morir, para que llegue el olvido y las mariposas con lunares sean las que adornen el trasfondo del escenario cuando hayan ya migrado los cisnes.

Nos dice Guinea Diez:

Vive aún el que nombra
/aunque el callar raspe

El humo de ese sacrificio
es epifanía ovalada

Al arrimarme a este umbral espejo elaborado por él, yo modificaría los versos así:

Vive aún el que nombra
Se llama Gerardo Guinea Diez

El humo de ese sacrificio es Poemas Irlandeses.

 

Julio C. Palencia
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