Ayúdanos a compartir

Si el campo cada año batalla por empujar su primavera,
¿por qué nosotros no hemos de convertir en triunfo esta derrota?

Julio C. Palencia

Hay un grupo de mujeres bordadoras que se reúnen todos los domingos en Coyoacán. Es un grupo singular. Tejen en pañuelos blancos con hilo rojo los nombres y las circunstancias de los asesinados en estos años funestos en México y con hilo verde los nombres y circunstancias de los secuestrados y desaparecidos. Los pañuelos ya terminados cuelgan de los árboles del parque a la vista de los numerosos turistas. Nosotros, hermana hermosa, seguimos bordando su nombre de combatiente con el tenue verde de las plantas recién nacidas. El mismo verde de sus ojos, el de la esperanza. Y no es una esperanza ciega, sin fundamento.

Desde hace muchos años tengo la certeza que usted fue asesinada por sus captores. El verdugo en su cobardía y el torturador en su odio no pudieron prever que gente como usted (que Guatemala parió por miles) se vuelven semilla una y otra vez. Se vuelven sueño, valentía, grito y exigencia, canto para nuestro espíritu, decencia y solidaridad. Yo tengo la certeza que usted creció tanto tanto tanto y se hizo inmensa de tal manera que su cuerpo le quedó pequeño.

Llegó agosto, y con el primer día llegó también su cumpleaños. Con su alta ternura, llega usted a sus 51 años.

Cuatro girasoles hermosos se levantan espigados y amarillos tras la luz, la olfatean, giran graciosamente y se dejan ver en toda su grandiosidad. Son cuatro llamaradas adolescentes creciendo en la terraza de mi casa y que al verlas al caer el día se confunden con el dorado de la tarde.

Para mí agosto es todo girasoles y es una llamarada. Agosto es todo usted.

Un beso en su cumple, Rosita.

Para mí agosto es todo girasoles y es una llamarada. Agosto es todo usted.

Julio C. Palencia
Sígueme
Últimas entradas de Julio C. Palencia (ver todo)