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Manuel Villacorta
manuelvillacorta@yahoo.com

Ciudadano guatemalteco/ciudadana guatemalteca: Creo que nos hemos equivocado. Como ciudadanos hemos creído que solamente lo material puede perderse, por ejemplo, el dinero, una propiedad o el empleo. Por eso mismo esos tres elementos se convirtieron para todos nosotros en una especie de “trilogía imprescindible”. Por ellos estamos dispuestos a todo. Día a día nuestras urbes enloquecen en una dinámica agresiva, en donde lo material nos atrapa y nos condena a sobrepasar —abierta o encubiertamente— sobre los demás. La solidaridad, la cooperación social y el humanismo fundamentalmente, dejaron de existir entre nosotros. El motorista accidentado, el piloto de bus asesinado y las cada vez más extensas legiones de pobres pidiendo limosna, realmente nos importan poco. Nos interesa llegar a tiempo, tener ese cheque en las manos o preservar el empleo implique lo que implique. Pero déjame expresarte que una sociedad así, está condenada a convertirse en un país bárbaro y despiadado. La sobrevivencia individualista y enfermizamente competitiva, solo precipitará nuestra destrucción.

Y eso nos está ocurriendo porque no solo lo material se pierde. También se pierden derechos subjetivos o invisibles, los cuales una vez extraviados nos condenan a la sociopatía. “La sociopatía, trastorno de personalidad antisocial, es una patología de índole psíquico que deriva en que las personas que la padecen, pierden la noción de la importancia de las normas sociales”. Y entre esos elementos no materiales que hemos perdido están el amor por la patria y nuestros derechos y obligaciones políticas. Guatemala dejó de ser esa patria-hogar que todos alguna vez aspiramos, para convertirse en una patria-casa de huéspedes, la cual no importa porque sentimos que no nos pertenece. Y desde que perdimos nuestros derechos y obligaciones políticas, lo perdimos todo, porque irresponsablemente dejamos que la partidocracia corrupta que cooptó nuestro Estado, manejara nuestros recursos públicos y que dictara arbitrariamente la direccionalidad política y jurídica. Así ese crimen organizado se apropió de nuestras instituciones públicas, de nuestro erario y nos robó la libertad y nuestros derechos políticos. Y nos engañó haciéndonos creer que la política era sinónimo de corrupción, recurso perverso que hizo que muchos y magníficos ciudadanos renunciaran a ella, dejando libre el espacio para centenas de lobos vestidos con piel de oveja. Así de 1986 a la fecha, han desfilado presidentes de risa cínica, aprendices de dictadores, privatizadores compulsivos y corruptos convertidos en reos. Que historia tan negra y vil, imposible de explicársela a nuestros niños y jóvenes sin cuestionar nuestra propia vergüenza y responsabilidad que como ciudadanos nos corresponde asumir. Vale recordar acá que: “Un pueblo que soporta y elige tantos gobiernos nefastos, no es un pueblo víctima, es un pueblo cómplice”.

Ciudadanos y ciudadanas: ¿Qué ocurrirá en las elecciones del próximo año? ¿Volveremos a ser cómplices no votando o eligiendo a esa fauna reciclada de corruptos disfrazados de políticos? La organización y la participación social consciente y comprometida deben ser nuestros objetivos. La política sí importa, de la buena política depende el buen vivir. De la politiquería solo podrá esperarse un desenlace fatal para nuestra patria. Perder nuestros derechos y obligaciones políticas, es peor que perder nuestras propiedades, nuestro dinero o nuestro empleo. Porque sin los primeros, los segundos serán tan efímeros como la esperanza de vivir mejor si no tomamos de una vez al toro por los cuernos.

Fuente: [https://www.prensalibre.com/opinion/opinion/tu-y-yo-somos-los-responsables]

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Manuel R. Villacorta O.