Jaime Barrios Carrillo
Un capitalismo moderno no puede basarse en el enriquecimiento a costillas del Estado o por medio de los negocios ilícitos con este. Las élites devoradoras apoyaron el triunfo electoral de los últimos tres ladrones e incompetentes presidentes. Y hemos tenido tres legislaturas mediocres y corruptas. Estos resultados frente a una ciudadanía confundida y temerosa.
La sociedad guatemalteca no se organiza. “No hay que meterse en babosadas”, reza el refrán popular. Ausencia de cohesión social y un espíritu de miedo que se generaliza. Décadas de represión, censura y persecución han calado duro en la mente chapina, que no ha logrado asimilar lo que es la democracia y la libertad.
Estamos presenciando cómo el miedo se mete por las redes. El miedo a ser diferente. Se exige ser “buen guatemalteco”, es decir el que no cuestiona nada, no protesta, no ejerce ciudadanía, no se mete en babosadas y es fiel creyente del Señor. No se permite ser distinto, en el sentido dado por Pacho O´Donnell en La sociedad de los miedos. Indica que atreverse a ser distinto “llega a castigarse con la discriminación, que en el mejor de los casos se vehiculiza como marginación, pero no infrecuentemente, a lo largo de la historia de la Humanidad, como persecución que puede llegar al genocidio”.
La gente guatemalteca con acceso a Internet está siendo sometida a la campaña de desinformación más grande que se ha visto en el país. Se trata de desvirtuar, acallar las voces de protesta y acabar con las disidencias, en otras palabras: imponer el silencio. Asustar con el “castrochavismo”, con el comunismo inexistente. Los que no se sometan serán “chairos”, alejados de Dios, y el que se mete en babosadas puede perder su empleo, ser estigmatizado o algo peor. Los corruptos demonizan y son maestros de la mentira y la tergiversación.
Acontece algo similar con los medios tradicionales. Se persigue periodistas, se acosa a periodistas. A comienzos de octubre de 2021 reventó el escándalo del Centro de Gobierno, cuyo titular era Miguel Martínez, autollamado el Jefe de Jefes. Martínez hizo una denuncia contra un medio digital porque se sintió fiscalizado. Y simultáneamente se dio la persecución, difamación y agresiones físicas al periodista Sonny Figueroa por un reportaje para el medio denunciado por Martínez. Sonny Figueroa reveló aspectos que afectarían la imagen del protegido íntimo del presidente quien salió a defenderlo con una vacía verborrea que cuestionaba la libertad de emisión del pensamiento.
Se intenta callar toda voz crítica, hemos vuelto a 1954. Una sociedad mal informada o desinformada nos aleja de los controles democráticos, si partimos de que libre expresión, información verídica y acceso a la misma constituyen el triángulo equilátero de la democracia. Democracia y periodismo: la esencia de la primera es la participación ciudadana en los mecanismos de toma de decisiones. El periodismo se ocupa de buscar la verdad y nada más que la verdad.
Releyendo El Señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias, encontramos que hay un miedo estructural, al grado de terror, que reina en toda la novela. El autoritarismo predomina en el mundo reflejado en el magistral texto por Asturias y se resalta el conformismo social. El Dictador es posible porque sus fieles siervos lo permiten.
La comparación entre la ficción de Asturias y la realidad guatemalteca sobresale por exacta. Es tan real el Pelele como el pueblo temeroso. Tan existente el coronel Parrales Sonriente, alias el Hombre de la Mulita, como los sicarios con uniforme de las dictaduras de Ubico o Estrada Cabrera o los oficiales contrainsurgentes que aplicaron el genocida Plan Sofia en el campo. El gran académico americanista, el profesor italiano Giuseppe Bellini en su obra Mundo mágico y mundo real, la narrativa de Asturias afirma al respecto: “El miedo se ha vuelto hábito de cada día en el mundo dominado por el dictador y Asturias lo representa eficazmente”.
Las estadísticas de la muerte, la desnutrición y la falta de escolaridad son dolorosas comprobaciones de que el sistema social y político ha colapsado. Guatemala es un país paria en permanente riesgo. Los indicadores y estadísticas son claros: miseria, exclusión y sufrimiento social. Muestran también la inviabilidad de una sociedad que exporta gente a causa de la pobreza. “Por sus frutos lo conoceréis”, el sistema no funciona. La mayor amenaza es la cooptación del Estado y sus instituciones, incluyendo las cortes, por un bloque histórico de corruptos que ejercen su hegemonía en conexión con el narco y las mafias.
La criminalidad y los homicidios no han disminuido en Guatemala. El país es considerado uno de los más violentos del mundo con más de 50 mil asesinatos en los últimos diez años. Es una problemática de décadas que ha hundido al país en el ámbito internacional y a nivel nacional ha producido la República del Miedo.
Volvamos a la interdicción psicológica del individuo en una sociedad enferma de miedo, de desconfianza y con un conformismo que sedimenta los mecanismos de terror, cuya práctica resulta ser la impunidad. La calle es ahora un mundo bárbaro donde reina la violencia que atemoriza y paraliza. La sociedad ha caído en una resignación que podría interpretarse como depresión general severa.
Pero ¿será posible un cambio? O ¿estará condenada la sociedad a un eterno sistema de cleptocracia y autoritarismo? La oferta política en Guatemala ha sido pobre en las últimas décadas. Los partidos que defienden el sistema de corrupción, productor de pobreza y desigualdad, se multiplican como conejos y ahora el Pacto de Corruptos trabaja para la unidad de la ultraderecha. Mientras las organizaciones que asumen la necesidad del cambio se especializan en fraccionarse, la fragmentación parece ser su objetivo y el sectarismo su expresión manifiesta. Desconocen lo que significa unidad de acción. Y no se articulan con la sociedad civil para cuestionar al gobierno corrupto y la manipulación de las Cortes y el Ministerio Público.
Debe superarse la incapacidad de los sectores que apoyan la democratización del país para articularse y unirse contra el bloque histórico de corruptos. El pueblo guatemalteco ha sido fuerte durante su historia. Se necesita fortaleza para sobrevivir terremotos y catástrofes naturales, dictaduras militares y terror al nivel de delitos de lesa humanidad. Es un pueblo luchador, baste con repetir que los migrantes sostienen al país con sus remesas. Y es en gran medida de origen maya, esta es la gran fortaleza del país. Lo hemos visto en la actitud y acciones de los 48 Cantones de Totonicapán que se han opuesto a la creación de una ley perversa que solo busca reprimir al pueblo. Los 48 Cantones nos demuestran que se puede superar el miedo. Por otro lado, lo demuestra también el movimiento estudiantil y los académicos que se oponen con firmeza al fraude en la Usac.
El miedo es psicológico y social. Recordamos las ideas de Erich Fromm cuando advertía sobre los peligros del manejo de la libertad individual y el ascenso del fascismo. El ser humano moderno tenía un miedo interior que lo llevaba con frecuencia a escoger y apoyar el autoritarismo, para evadirse de su situación. La otra opción era el conformismo, como mecanismo de defensa. El miedo es lo que priva y se busca seguridad desde el miedo y no desde la solidaridad y la confianza.
La oportunidad radica en lograr la articulación y la unidad de todos los sectores que están por la modernización y la justicia. En definitiva, a Guatemala le urge entrar de veras en la modernidad, superar la cleptocracia y el autoritarismo. Esto solo será posible con un sistema realmente democrático. Se debe secularizar la sociedad, es decir, separar la religión del poder político, promoviendo la educación, el conocimiento, la ciencia y la razón para superar el fanatismo manipulador de pastores evangélicos manipuladores y mafiosos que impiden el progreso espiritual y material de la nación. ¡Dios nos guarde!
Fuente: [elperiodico.com.gt]
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