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Javier Payeras

Hay un minúsculo jardín que veo desde la ventana de mi sala. Mi madre, una mujer de setenta y cinco años, profesa la jardinería como una manera de fe. Ocupa largas horas hablando con sus plantas. Ella es una persona afortunada, nunca la sedujo la fama o el dinero, su mayor logro es la calma de la conciencia limpia y de ese silencio gradual que entra justo cuando recién amanece. Creo que nunca he sentido envidia, alrededor de mi vida aquellos que tienen altos logros han pasado de ser mis compañeros a ser mis maestros, pero siento que mi madre es una persona más feliz que yo, porque tiene la paz de sus flores.

Dicen que a Rilke lo mordió una rosa y lo llevó a la muerte, melancolía trágica. Otros mitos acuden al robar flores como una manera de arrebatarle a los dioses su inmortalidad. Los grandes poemas épicos se apropiaron de la naturaleza como una manera superior de arqueología, las piedras y las palabras son el único testimonio de los jardines de Babilonia. Nunca tendremos claridad si los mayas fueron afectos a la ternura, sin embargo al describir sus conocimientos decimos que florecieron en determinado siglo y luego marchitaron como todos los grandes asuntos de la vida.

Tengo una edición de Voz y voto del geranio, libro publicado en 1943 por Otto-Raúl González. Tengo una imagen muy clara del poeta durante una tarde que compartimos en el Paraninfo Universitario junto con su hijo, pocos días pasaron para que nos lo arrebatara la vejez, en este 2021 cumpliría 100 años. Como sucede a los grandes y verdaderos talentos en Guatemala, acudió al exilio para salvar su vida y su mente. La locura o la muerte son las grandes verdades que nos enseña este país que pule piedras y arroja diamantes a la basura. México sería su destino como el de muchos, allí encontró su sitio, el respeto y el valor que su vasto conocimiento exigía, fue el país que puso pan en su mesa y ojos para sus palabras. Difícil que esta verdad no atraiga la amargura, lamentablemente la migración parece ser la única forma que tiene la sobrevivencia, ante el odio que derraman las élites de este país, que se impregna en sus vasallos y que hoy en día sus opositores, divisores asalariados que distraen la realidad con sus nuevos evangelios, todos esos cómplices que tiene esta época oscura, acaso de las más desesperanzadoras de nuestra historia.

El libro mencionado está lleno de sencillez, fue publicado previo a la Revolución Guatemalteca (estas mayúsculas son intencionadas) y fue escrito con el mismo oficio con el que se cultiva un jardín, porque la naturaleza es lo único que no corrompe el fascista ni el fariseo, porque no niega su esplendor a nadie, simplemente es la vida en su circunstancia. Encuentro una serie de palabras reunidas que acuden al verso libre y a la métrica sin que ninguna de las dos formas impongan alguna oscuridad o alguna pretensión lamentable. No hay nada separado entre sus poemas, es breve y complejo en su sencillez. Se abre a los ojos menos emparentados con la poesía con la misma vertebral solvencia de lo maravilloso. Puede cruzarse en el camino de cualquiera y hacer que de inmediato broten geranios a su alrededor. Con los diccionarios ideológicos descubrimos que esa flor significa el proletariado y que la circunstancia es la eterna búsqueda de la justicia terrena, sin embargo, sus poemas no son de lucha, sino de amor, ambas cosas pueden acaso interpretarse de la misma manera.

Dejo, para finalizar, este poema incluido en su índice:

Residencia

Pues la tierra es de todos y de nadie

el geranio se propaga por la tierra;

pues la luz es de todos y de nadie

el geranio mora en la luz;

pues el agua es de todos y de nadie

el geranio se desplaza por el aire;

el geranio está en la tierra

y en el aire

y en la luz

y en el agua

el geranio reside en todas partes.

Cerrito del Carmen 26 de abril 2021

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes

Javier Payeras
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