Irmalicia Velásquez Nimatuj
Hoy tomo mi barca y empiezo a remar con determinación, aunque ya sin ti.
La vida en algunos momentos nos permite cerrar círculos que abrimos con los seres que amamos. Sin embargo, la mayoría de las veces no tenemos el tiempo para contemplarlos y vivir esos finales que nos enseñan que la cosecha no solo se recoge, sino que también implica reflexionar sobre el proceso y sacar lecciones que debemos colocar en nuestra mochila, no para que pese más sino para saber cómo actuar cuando enfrentemos momentos similares. Si es que tenemos la posibilidad y el privilegio de volverlos a vivir.
Hoy la vida, como un bello regalo me emociona, estruja mi corazón junto a su memoria y pareciera que me coloca en una dimensión sin fin. Hoy veo concluir una parte desafiante pero profundamente hermosa de mi vida, que ha sido tejida teniéndonos en complicidad. Y que me muestra que pareciera que fue ayer cuando iniciamos este camino, sin nada más que nuestros sueños, sin un quinto en la palma de nuestras manos, pero con el convencimiento absoluto de que lo intentaríamos. Así iniciamos el recorrido de un camino a veces angosto, otras veces ancho que se hizo largo, a veces más largo de lo que realmente necesitábamos, que tuvo sus aprietos, pero sabiamente supimos detenernos y otras veces esperar a retomar fuerzas para continuar.
Hoy, cargando el cansancio acumulado de los años, que nos hace sentir que nuestro cuerpo y nuestra mente dio todo, hemos llegado a otra cumbre, hoy hemos alcanzado la cúspide que estaba lejana y casi irrealizable. El espacio negado a nuestro mundo lo hemos coronado con dignidad y con lágrimas.
Por eso, feliz admito que aquí llegan mis pasos, hasta aquí nuestras huellas quedan juntas, aquí concluye mi vida a tu lado. Esta es la bifurcación que nos separa y nos lleva por senderos diferentes, a escalar otros territorios.
Y le agradezco a la vida por este profundo amor que hiciste que brotara en mí, que me dio la entereza para no desmayar, para encontrar salidas, para abrir puertas o ventanas que nos dieran alternativas, que trajeran una pequeña luz cargada de esperanza.
Te agradezco, porque al ponerte tú a prueba también me pusiste a mí, me llevaste a los extremos y me mostraste que mis límites eran más allá de lo que yo imaginé. Hoy reafirmando que nunca dejaré de amarte, empiezo a bajar lentamente la montaña, recordando cada anécdota, cada momento que queda tatuado en mí y que será mi fuerza para continuar sin ti.
Hoy tomo mi barca y empiezo a remar con determinación, aunque ya sin ti. Me marcho satisfecha porque nunca nos fallamos, jamás rompimos nuestras promesas y frente a este final, sabes, no nos debemos nada.
Hoy somos, como al nacer, nuevamente libres.
Fuente: [elperiodico.com.gt]
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