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lucha libre
Lucía Escobar

Empezó de nuevo la carrera electoral. Con mayor o menor entusiasmo, una gran parte de los guatemaltecos se prepara para emitir su voto. Como cada cuatro años, nuestras esperanzas cívicas se inflan y desinflan con cada noticia política. Queremos creer en las buenas opciones, soñamos con que nuestro voto sea tomado en cuenta, aunque sea nulo. O quisiéramos pensar que el candidato que creemos es el mejor, tenga serias posibilidades de ganar.

Los próximos meses nos saturarán de vallas publicitarias, cancioncitas, espejitos, y lo peor quizá serán las campañas sucias, la desinformación y la difamación. Será difícil ver debates de calidad, foros en los que se presenten planes de gobierno, espacios de intercambios de ideas. En el ámbito político, no veremos diálogos de altura que nos acerquen, si no que será un desfile de impresentables.

Nunca nos han enseñado una cultura verdadera de diálogo, si no que hemos visto que la descalificación, la rabia, las peleas, la división ganan en muchos espacios donde se podría construir ciudadanía. En eso quizá tenemos la culpa todos un poco; cuando nos cerramos en nuestras ideas preconcebidas, cuando dejamos que la duda y la desconfianza entren en nuestras relaciones. Somos un pueblo con una salud mental muy frágil, un carácter ciudadano forjado a base de relaciones violentas, represión, castigo, silencio y censura.

Y sin embargo, en las peores condiciones, somos capaces de hacer florecer la solidaridad, la amistad, la empatía. Y es por eso que yo no pierdo las esperanzas en este país, porque más allá de la campaña política que ensucia hoy postes y piedras, hay otra campaña que se lleva a cabo todos los días, una más silenciosa, discreta, sin grandes financistas; un trabajo de hormiga que perdura más que las cancioncitas pegajosas porque está hecha con la convicción de querer dejar una huella perdurable en la gente.

Pienso en tanta gente que conozco que viaja y trabaja en las aldeas más lejanas: y enseñan, convencen, comparten a través de gestos auténticos que apelan a sentimientos humanos como aprender, conmoverse, entenderse, reírse, moverse, bailar, pensar, cantar, dibujar, sembrar el alimento, vivir bien. Me consta el trabajo de artistas, educadores, cooperativistas, oenegeros que calladita la boca pero con gran entusiasmo realizan grandes esfuerzos educativos o recreativos como el Festival Internacional Titirititlán que se lleva a cabo desde hace más de una década en Sololá y alrededores; los festivales solidarios; el Festival Atitlán dirigido por la familia Paz desde Santiago; el esfuerzo de Casa de Artes en Panajachel de llevar dos años funcionando; la Muestra Itinerante de Cine, Memoria, Verdad y Justicia; o ReEvolución de la conciencia Ya, un esfuerzo desde la música para ponernos a pensar y bailar a largo plazo.

No me alcanzaría esta columna para nombrar tanta gente y tanto proyecto con sentido humano. Para todas esas campañas, va mi voto.

laluchalibre@gmail.com

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/lacolumna/2019/03/20/las-otras-campanas/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Lucía Escobar
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