Carlos López
Los golpes del estado guatemalteco contra la Universidad de San Carlos (Usac) no cesan; el acoso contra ésta ha sido intermitente desde tiempos remotos, pues nunca dejó de ser un botín para el gobierno guatemalteco, aliado y sirviente del Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF) y de grupos de poder que en cenáculos tenebrosos deciden lo que el gerente de turno debe hacer desde la Presidencia.
El fraude perpetrado hace un año es uno más de una larga lista de embates que van desde la cooptación de sus figuras más destacadas hasta el asesinato de maestros, estudiantes y autoridades. Desde las elecciones amañadas para elegir rector hasta la solicitud para pedir la intervención abierta de las fuerzas del estado para desalojar a quienes mantienen ocupado el campo central de la Usac, quienes se hicieron del poder universitario a la mala van de tropiezo en tropiezo. De nada han servido sus argucias legaloides, pues no logran legitimidad, que es requisito para dirigir una institución beligerante por naturaleza. No sólo no consiguen cuajar un proyecto universitario aceptable —porque no lo tienen—, sino que dando tumbos han ejercido un poder autoritario con un mínimo de administración para evitar la debacle, que se avizora con sólo ver los antecedentes de sus funcionarios, que desconocen o niegan la historia de la Usac, que es de lucha, de tradición democrática, crítica y solidaria con la sociedad a la que se debe. La universidad es la conciencia del país; quien la ofende, insulta a la inteligencia. Al mismo tiempo que es un refugio del pensamiento universal, la Usac es el reflejo del estado en pequeña proporción. Todos los males de éste se viven ahí: corrupción, favoritismo, arribismo, transas, trampas, torcimiento de la ley. El poder de la mafia extiende sus tentáculos en una institución de naturaleza noble. No se explica de otra forma lo que sucede en su seno desde hace muchos años, que han estado marcados por los hechos vergonzosos de sus máximas autoridades.
El asunto de la Usac trascendió las fronteras del país. En Costa Rica, la Federación de Estudiantes de la Universidad Nacional protestó ante el Consejo Superior Universitario Centroamericano por la presencia de Walter Mazariegos en dicha instancia. Excepto Nicaragua —quién sabe por qué oscuros designios—, los otros países del istmo votaron porque se revisara la permanencia en el CSUC del rector de la Usac, sobre el que pesan graves, vergonzosas acusaciones, por las cuales, por un mínimo de pudor, debería renunciar; es insano aferrarse a un cargo que le hace daño a la Usac y al que él, con su permanencia, ayuda a desmoronar. ¿Qué fuerzas oscuras lo sostienen con pinzas en el puesto?
Los candidatos de los distintos partidos políticos a la Presidencia deben pronunciarse sobre los acontecimientos en la Usac y ser explícitos en su programa de gobierno sobre cuál será su política respecto de la máxima casa de estudios. La universidad debe estar en el debate nacional, porque de su orientación académica, social, cultural depende, en gran medida, la educación del país. No ponerlo como prioridad en la agenda electoral es eludir responsabilidades y avalar las decisiones fallidas que se han decidido en otras instancias.
Una buena parte de la sociedad guatemalteca está al pendiente del desenlace que tendrá el intríngulis universitario. Quien ame a la Usac la debe honrar en cualquier circunstancia. La resistencia contra el golpe le dará fortaleza para enfrentar nuevos desafíos. Defender la autonomía de la universidad es querer la democracia, fomentar las maneras civilizadas de convivencia dentro de la diversidad ideológica. Los zarpazos autoritarios niegan la esencia del diálogo, que es la forma superior de entendimiento.
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