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A la fecha en Guatemala, esta metodología agroecológica, solo ha sido apoyada por organismos internacionales.

Marcela Gereda

La pandemia actual es una crisis mundial sin precedentes recientes, amenaza la vida de millones de personas. En nuestros países donde la mayoría no vive sino sobrevive, la estrategia política económica hacia la población más vulnerable debe ser inminente.

En una entrevista a televisión Azteca, en enero pasado, el presidente Alejandro Giammattei anunció que para frenar la desnutrición infantil el gobierno iba a implementar huertos familiares “para que la gente, en un espacio de 2 metros por 3 metros, pueda sembrar las suficientes proteínas vegetales que le garanticen los niveles de hierro y proteínas que necesita”. Este programa esperado e imprescindible cobra toda su vigencia en la situación actual.

Hace algunos años, tuve la oportunidad de conocer desde la voz de campesinos de Pinar del Río, en Cuba, el impacto del programa de PIAL, Programa de Innovación Agropecuaria Local, una alternativa coordinada con universidades, gobierno y actores locales. La Innovación agropecuaria local promueve el diseño y construcción de soluciones sostenibles a las problemáticas de la producción rural desde perspectivas ambientales, económicas y socioculturales participativas que permitan alcanzar la seguridad, soberanía alimentaria de la familia campesina y la comunidad.

Hablando con los guajiros pude conocer cómo la experimentación campesina como elemento esencial para la diversificación de especies y variedades de semillas puede promover la autonomía, soberanía alimentaria y comunidades auto-sostenibles.

También aquí he tenido oportunidad de conocer el programa “De campesino a campesino”. Esta es una estrategia para promover el desarrollo de la agricultura sustentable y orgánica, la cual es una respuesta a las deficiencias sociales y ambientales que trajo consigo la modernización agrícola. Esta metodología surgió en Centro América cuando las estrategias del desarrollo del agro de la Revolución Verde, de los años 60 y 70, fracasaron para resolver los problemas de pobreza rural y empeoraron la calidad de los suelos con el uso de pesticidas y el avance de la frontera agrícola.

A la fecha de hoy, en Guatemala, esta metodología agroecológica, solo ha sido apoyada por organismos internacionales, es imprescindible que ante las diversas crisis que se avecinan (económica, alimentaria, social, psicológica, etc.), los gobiernos actúen en respuesta a las necesidades y variables sociales y culturales.

El gran valor de este tipo de programas es el de trabajar en cooperativas y de forma colaborativa, aprovechando conocimientos y experiencias de los mismos campesinos e indígenas, valorando el liderazgo que tienen tanto hombres como mujeres en las distintas comunidades. Es un regreso a la lógica campesina, porque originalmente, hombres y mujeres se ayudan para la economía campesina autosostenible. Hablando con mujeres que participaron en estos programas, aprendí que este promueve la autoestima y el protagonismo de las personas de las mismas comunidades, a través del reconocimiento de sus experiencias, capacidades en la implementación de tecnologías, agropecuarias, forestales, ambientales, para un desarrollo integral de sus comunidades.

Dicen los campesinos: “a la vez que cooperamos unos con otros, luchamos por la defensa del agua porque queremos seguir viviendo y mantener un planeta vivo”. “Sabemos que solitos no llegamos a ningún lado y que solo unidos podemos cambiar juntos esta historia de ecocidios. La naturaleza es nuestra vida y hay que darle vida”.

La FAO asegura el éxito del programa de huertos familiares en diversos países latinoamericanos para alcanzar la seguridad/soberanía alimentaria y mejorar la economía familiar.

Aquí los pueblos originarios desarrollaron procesos históricos de gobiernos comunitarios. Aquellas formas de gobernar se derivaron de sus relaciones históricas con la Naturaleza, con el territorio concebido como fuerza de lo vivo, como cuerpo. Los huertos familiares pueden ser un acto de resistencia y un camino de esperanza para generar comunidades autosostenibles, para abatir las hambrunas y falta de oportunidades que desde ya nos están tocando a la puerta.

Fuente: [elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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