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Guatemala: ¿Casa de terror o reino mágico?

Julio C. Palencia

Miguel Ángel Asturias nació el 19 de octubre de 1899, en la frontera misma del siglo XX. Su barrio fue La Parroquia. Mi abuelo, Rafael Palencia, nacería en Sanarate, El Progreso, un 26 de octubre de ese mismo año, es decir, una semana después. La Parroquia se convertiría en su barrio sólo cuando matrimonió a mi abuela, Berta Montenegro, en la segunda década del nuevo siglo. Allí nacerían todos los hijos de ese matrimonio, en la tienda y panadería “La Quezalteca”. El último de esos hijos sería Guillermo Palencia, quien por 1970 introduciría a Rodrigo Asturias, hijo de Miguel Ángel Asturias y mejor conocido como Gaspar Ilom, a la Regional de Occidente, organización escindida de las Fuerzas Armadas Rebeldes, FAR, de la cual él era uno de sus dirigentes. De allí en adelante la historia es conocida, la Regional de Occidente devendría en lo que luego se conoció como Organización del Pueblo en Armas, ORPA. Guillermo Palencia sería asesinado en una persecución feroz, literalmente cazado, por fuerzas paramilitares del gobierno guatemalteco en 1972, a los 33 años. Rodrigo Asturias moriría 33 años después en 2005, a los 66 años de edad, de un paro cardiaco. Es decir, Rodrigo Asturias y Guillermo Palencia también nacerían el mismo año al igual que sus respectivos padres. Las coincidencias temporales, que yo sepa, terminan aquí.

Octubre resulta un mes doblemente especial, ya que, como dije, en él nació Miguel Ángel y en el mismísimo día pero del año 1967 le fue otorgado el Premio Nobel de Literatura.

La obra de Miguel Ángel está allí, inalterable, sin cambiar una coma. El que sí ha cambiado y le da nuevo y múltiple sentido a su obra es la lectora o el lector. ¿Cómo ha variado el sujeto que se acerca a la obra de Asturias, cómo han cambiado los guatemaltecos y guatemaltecas?

La carnicería generalizada de opositores a la dictadura militar, que algunos llaman guerra civil, finalizó en 1996. El Acuerdo de Paz firmado por entonces, aún siendo una pax romana, trajo consigo algunos cambios. Los militares y la ultraderecha se pusieron el traje democrático hecho a la medida y siguieron haciendo los negocios de siempre, la misma corrupción y los mismos privilegios desmedidos. No hay hoy en Guatemala más dictadura al estilo que nos retrata El Señor Presidente. Sin embargo, una maldad más refinada y pulcra, de corbata y buen hablar, es ahora la figura principal, de corrupción escandalosa en el aparato estatal y en los negocios.

El sujeto ha cambiado, sí. Pero con el asesinato y exilio casi obligatorio y periódico de decenas de miles de personas que han buscado el cambio (dictaduras de Estrada Cabrera y Ubico, y la dictadura militar nacida de la contrarrevolución, por sólo mencionar el último siglo), la sociedad guatemalteca se ha movido muy poco y muy lento. Sigue siendo una sociedad retrógrada, sistemáticamente discriminatoria, y su manejo económico es el una finca.

Mario Roberto Morales propuso “matemos a Miguel Ángel Asturias” en un ya lejano 1972, dos años antes de la muerte de Miguel Ángel, en 1974. Luis Cardoza y Aragón publicó en México en 1991 Miguel Ángel Asturias, casi novela. Este libro tiene múltiples detractores, el que mejor elaboró sobre ello fue Mario Payeras. Personalmente, Miguel Angel Asturias, casi novela me pareció un libro lleno de admiración y abundante de un Asturias multidimensional, de un Asturias humano y cotidiano, a tal punto que creí verlo danzar frente a mi.

En el año 2000, Humberto Ak’Abal, poeta, declinó el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias, por considerar la tesis El problema social del indio como discriminatoria.

El Teatro Nacional lleva su nombre. Y en este año, 2017, la XIV Feria Internacional del Libro en Guatemala (Filgua) fue dedicada a Miguel Ángel Asturias y su obra.

Detractores y partidarios se toman de la mano y bailan la misma danza.

Me adentro al mantra que es Miguel Angel Asturias y sin percibirlo me transporta a un estado de gracia que alebresta los sentidos. Basta con repetir una y otra vez la onomatopeya ¡… Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedra lumbre! que abre la novela El Señor Presidente para entrar en un estado de meditación en espera de lo terrible por venir. Imaginar algo distinto sería inocente.
Lumbre, Luzbel, alumbra, piedralumbre, podredumbre.
Piedralumbre, luz que antecede a lo desconocido.
Las campanas doblando, olor a muerte.

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¿Quienes somos? ¿Para dónde vamos?

Miguel Ángel intentó con ahínco dar respuesta a estas preguntas.
Pero su respuesta no es unívoca, es múltiple. Como es múltiple Guatemala.
Miguel Ángel nos vuelve al cauce, nos redime, nos da aliento, nos da existencia en el mito como único territorio fértil para los siempre despojados.
Y la patria, su existencia, a partir de sus líneas es posible.
La patria deja de ser de una vez por todas la madrastra enajenada y terrible que ha sido y es aún para la mayoría.
La patria carcelera y militar puede y debe acabarse.
La pesadilla inmoral está por terminar.
Ya fuimos, permanecimos y estamos de vuelta de Xibalbá. Miguel Ángel, Virgilio moderno, ilumina el sendero con sus letras.

* El título es una re-escritura del título del artículo Houses of horror or Magical kingdoms?, de Lois Marie Jaeck.
** Leído en el Homenaje a Miguel Ángel Asturias a 50 años del Premio Nobel, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, Octubre 26, 2017.

Julio C. Palencia
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