Danilo Santos
Todo se mueve muy rápido en esta era, sin embargo, todo sigue igual. Disminuyendo un poco la velocidad se ve mejor el camino, yendo un poco más despacio por estos días, se ven pocas huellas y mucho reproche, poca conciencia de clase y mucha “indolencia de la clase”. Cuando no es la rapidez de lo actual y la coyuntura lo que nos arranca discursos con más verborrea y postureo en «redes sociales» que acción concreta; política, social, lucha pues, podemos darnos cuenta de que nos han dejado ganar escaramuzas segmentadas para después hacernos retroceder en masa. No solo pasa en nuestro país, pero aquí las diferencias son más profundas y vergonzantes que en la mayoría de los sitios en el mundo, aunque la “posmodernidad 3.0” nos haga creer que somos revolucionarios porque estamos siempre dando batalla «en la nube» a través de internet, la realidad más allá de lo virtual es cruda, dura. La oportunidad está en la disidencia y la crítica, en abatir la altanería del comandantismo y el chantaje de la añoranza. Del endiosamiento barato. Organización, formación y lucha social: no hay otra vía por sobado que parezca. La grieta que le podemos abrir al sistema puede ser la resignificación de lo ideológico, del uso de nuestras fuerzas para lograr los cambios que queremos pero que nos dicen que no queremos: ¿Quién diantres vive en paz con la pobreza y el hambre y la ausencia de Estado que hay en este país? Quién que diga tener conciencia social. ¿Quién? No todo lo viejo es desdeñable ni todo lo nuevo es egoísta y de cristal. Pero si es cierto que ayer y hoy, ha sido a la misma gente descalza a la que le ha tocado caminar sobre vidrios rotos para llevar frijoles a su mesa, para no morir o que no los maten. El reto colectivo es que no sea para siempre.
Así que quizá un toque de cordura caiga bien para reencontrarnos y que, desde cada trinchera, se sume en la lucha contra la barbarie que el país está viviendo, porque no es que se esté pergeñando algo en contra de los derechos más fundamentales y quienes los defiendan, es que el Estado está tomado y al servicio de las ideas más retrogradas e incivilizadas.
“Esto no es un tema de mafias, de crimen organizado, de lucha contra la corrupción, de búsqueda de impunidad, es una batalla ideológica” dijo el ungido en el Congreso de la República, y sí, es ideológica; el sistema de ideas con que han embrutecido a las mayorías en el país y han organizado las instituciones para gobernarlo, es obsoleto. Hacen falta ideas distintas a las suyas, sustituir completamente ese sistema de ideas.
No podemos permitir que nuestra aspiración por un país civilizado se acabe, si no hacemos algo ahora, el descanso y la paz que merecemos y hemos buscado, se alejarán demasiado y quienes más sufran esto no serán la burguesía y por supuesto tampoco las élites, sino el campesinado, la clase obrera invisibilizada, la gente pobre que, en Guatemala, es mucha.
Fuente: [https://lahora.gt/el-descanso-y-la-paz-que-nos-merecemos/]
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