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¿Un error político?

Son excelentes parlanchines que casi nadie puede parar.

Irmalicia Velásquez Nimatuj

La izquierda guatemalteca se ha caracterizado porque su dirigencia ha sido incapaz de realizar concienzudos procesos de reflexión de manera crítica sobre la historia de su participación en momentos claves de la vida política nacional a lo largo del convulsivo siglo XX. Quizá por esa falta de autocrítica, de minimizar los errores y de no asumir responsabilidades, a partir de la firma de los Acuerdos de Paz se tornó imposible construir un partido político que aglutinara y representara la diversidad de la izquierda pero con una ideología, bases, estructuras, planes y acciones sólidas capaces de capturar y priorizar las elementales urgencias y aspiraciones de las mayorías y que juntos en la etapa de posguerra llegaran al poder e iniciaran la transformación del Estado caduco y de sus instituciones.

También se ha caracterizado porque la mayoría de la dirigencia hombres o mujeres, ladinos, mestizos e indígenas –con pocas excepciones– se asumen la vanguardia, esa categoría elitista del marxismo que no ha hecho sino oscurecer la humanidad de las y los iluminados. Por eso, no escuchan, son excelentes parlanchines que casi nadie puede parar y aunque defienden la consulta se niegan a consultar y menos a aceptar decisiones distintas a las que proponen.

Una muestra de lo anterior se observó en la reciente elección de la junta directiva del Congreso cuando los diputados de Convergencia, Álvaro Velásquez, Sandra Morán y Leocadio Juracán dieron su voto a la planilla derechista, opresora, reaccionaria, racista y poco conocedora del país para el cual legislan, encabezada por Óscar Chinchilla. De los tres, consideré que Morán y Juracán eran los más consecuentes con el rol que asumían al llegar al Congreso pero me equivoqué porque con su voto traicionan su profunda militancia mantenida con los diversos sectores excluidos del país.

Y aunque Velásquez ha justificado su voto diciendo que fue un “error político” y publicando en su tuiter que “La democracia es diálogo, discrepancia, pactos y votos, casi en fases, pero en el marco de la política para el bien común” la historia lo juzgará por “este error” porque lo que menos hará Chinchilla al frente del Congreso será buscar el bien común.

De los tres, consideré que Morán y Juracán eran los más consecuentes con el rol que asumían al llegar al Congreso pero me equivoqué porque con su voto traicionan su profunda militancia mantenida con los diversos sectores excluidos del país.

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Irma Alicia Velásquez Nimatuj