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Correa y el desarrollo

Carlos Figueroa Ibarra

En su conferencia impartida el 19 de agosto en el marco del V Foro Regional de Esquipulas  en Guatemala, el presidente Rafael Correa habló en diversos momentos sobre el desarrollo. Este concepto tiene una multivocidad notable y ha sido usado desde la derecha (como lo usó Walter Rostow en su famoso “Las etapas del crecimiento económico: Un manifiesto no comunista”) o desde la izquierda (como lo usó la teoría de la dependencia).  Correa  hizo un uso  inequívocamente antineoliberal del concepto y por tanto desde lo que hoy es la izquierda: en la etapa de desarrollo en que se encuentra  Ecuador,  el mejor indicador no es la tasa de crecimiento o “la tontería del riesgo país” (que no es sino la capacidad de pagar la  deuda externa).  Para el sanguíneo Correa el mayor indicador del desarrollo  no es la tasa de crecimiento,  sino la disminución de la pobreza y pobreza  extrema.

En tanto que la economía es algo vinculado a las relaciones  de poder (es decir es economía política), lo que se entiende por desarrollo y lo que se impulsa como tal está determinado por quiénes son los que mandan a nivel mundial o en un determinado país. En tanto que la “Revolución Ciudadana” cambió las correlaciones de fuerzas entre los distintos actores  que se disputan el poder en el Estado, hoy en Ecuador se está entendiendo por desarrollo no solamente el crecimiento económico sino la disminución de la pobreza y la desigualdad. Esto es alcanzar el “buen vivir” que para Correa  es ajeno al “infantilismo primitivista” que lo  concibe como  premodernidad y a la miseria indígena como folklore. Y en esta parte de su discurso el presidente entró de lleno en lo que es uno de los debates sustanciales en su país y en América latina. No se trata de quedarse en la premodernidad, sino de llegar a la modernidad cambiando la matriz productiva que saque a la periferia capitalista del rol de productor de bienes ambientales dependiente de los conocimientos científico-tecnológicos. Se trata de salir del neodependentismo y el neocolonialismo y de una injusta división internacional del trabajo. Invirtiendo en tecnología, ciencia y talento humano superaremos el extractivismo pero debe  usarse el extractivismo para salir de él. Para Correa  es absurdo no aprovechar  nuestros recursos, debemos  ser concientes de nuestras limitaciones para cambiar un injusto orden mundial, pero tampoco podemos aceptar pasivamente  la nueva división de trabajo internacional.

He aquí la idea del desarrollo de Rafael Correa,  que tiene en su antiguo colaborador Alberto Acosta, su principal crítico. En lo que podemos estar de acuerdo, es que si el extractivismo es un instrumento para lograr el desarrollo, no puede envenenar las aguas, destruir los bosques, despojar a campesinos e indígenas e imponerse a sangre y fuego. Como lo está haciendo en Guatemala, en México y en muchos otros países. La idea misma de desarrollo está  en discusión y la idea del “buen vivir” cuestiona los patrones occidentales y capitalistas de la calidad de vida.

He aquí el dilema del rumbo de Latinoamérica.

 

Carlos Figueroa Ibarra
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