Carlos Figueroa Ibarra
Respetable Señor José D. Rizzo:
Antes que nada Don José, mi gratitud por leer mis artículos y hacerme comentarios. Advierto en usted un lector atento de columnas y noticias de Guatemala desde el lugar donde usted reside. También advierto que es usted lector de La Hora, un periódico dirigido por un hombre decente, Oscar Clemente Marroquín. Hagamos votos porque La Hora siga el camino de elPeriódico dirigido por otro hombre decente, José Rubén Zamora.
Dicho esto, entro a comentar sus aseveraciones. Me dice usted que César Montes es un asesino. Le puedo asegurar que todo lo que él hizo fue en combates y no contra población civil. He aquí la diferencia entre una acción militar y una acción terrorista. El terrorismo no distingue entre objetivos militares y población civil. Estoy absolutamente convencido de que César Montes es inocente: no estaba en el lugar de los hechos, no podía comunicarse con los hechores, los acontecimientos que terminaron en la muerte de los marinos fueron imprevistos. César no tuvo nada que ver con este lamentable hecho.
Me dice usted que hay que pensar en los huérfanos que dejó César Montes. Yo le digo a usted que mis hermanos y yo somos de esos huérfanos. Pero no de los que le atribuye usted a César Montes, sino de los cientos de miles de huérfanos que provocó el ejército de Guatemala. No le voy a abundar en este doloroso hecho familiar que usted conoce muy bien.
El saldo del conflicto interno ascendió a más de 200,000 víctimas. El 93% de las víctimas fueron asesinadas o desaparecidas por fuerzas del Estado y grupos paramilitares, mientras que dichas fuerzas fueron responsables del 92% de las ejecuciones arbitrarias y el 91 de las desapariciones forzadas. Las organizaciones insurgentes fueron responsabilizadas del 3% de las violaciones a los derechos humanos y hechos violentos, del 5% de las ejecuciones extrajudiciales y del 2% de las desapariciones forzadas. La Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) también registró 626 masacres, la mayoría de ellas realizadas contra pueblos mayas, la mitad de las cuales fueron efectuadas entre 1981 y 1983 y casi en su totalidad fueron perpetradas por el ejército guatemalteco. Esto último implica que si alguien puede ser calificado de asesino y terrorista es Efraín Ríos Montt, pues él gobernó Guatemala entre marzo de 1982 y agosto de 1983.
No sé si usted se ha percatado que estamos asistiendo en Guatemala al surgimiento de un nuevo tipo de dictadura. A diferencia de la dictadura militar, no hace de la ejecución extrajudicial o la desaparición forzada el principal método represivo. Ese nuevo orden autoritario de carácter delincuencial persigue a sus opositores a través del Lawfare, es decir mediante el asesinato moral y judicial. También a diferencia de la dictadura militar, no son las fuerzas armadas el eje vertebral del Estado sino un nuevo bloque en el poder constituido por sectores que se han nutrido de la corrupción a costa del erario público, por grupos que representan los intereses del crimen organizado, particularmente el narcotráfico, o que están vinculados directamente a dicho crimen organizado y finalmente por la derecha neofascista expresada en organizaciones como la Fundación Contra el Terror (Fundaterror) y la Asociación de Veteranos Militares de Guatemala (AVEMILGUA).
Me pregunto si usted sabe lo siguiente: un recuento conservador indica que ante la represión ejercida por la naciente dictadura guatemalteca 53 personas han tenido que buscar refugio en México, Estados Unidos y Europa. De todas ellas podemos advertir 35 catalogados como “operadores de justicia” lo que significa fiscales de la Procuraduría de Derechos Humanos (PDH), de la Fiscalía Especializada Contra la Impunidad (FECI), especialistas de la Comisión Internacional Contra la Impunidad (CICIG), jueces, magistrados de la Corte de Constitucionalidad y la Corte Suprema de Justicia además de dos ex fiscales generales. El listado también incluye a 6 periodistas, 3 comunicadores sociales, 4 activistas de derechos humanos, 3 columnistas, 1 activista de partido político y 1 pastor protestante.
También me pregunto si usted está consciente de que el corrupto sistema político en Guatemala está creando las condiciones para que una extremista llegué a la presidencia. El Tribunal Supremo Electoral (TSE) ya habilitó a la ultraderechista neofascista Zury Ríos pese a su impedimento constitucional, le quitó la candidatura a Roberto Arzú y están en proceso de quitársela a Carlos Pineda. Dos candidatos que por cierto no me merecen el menor respeto, pero no puedo ignorar que la decisión de sacarlos del juego es para favorecer a una mujer conspicua exponente del estridentismo reaccionario. La idea es que en la segunda vuelta, Ríos se enfrente a la eterna perdedora Sandra Torres. A ver si les sale el asunto porque Ríos va en caída libre en las encuestas. El bloque de corruptos, narcos y ultraderechista todavía puede optar por un plan B: Edmond Mulet.
Dicho lo anterior, me refiero a un tema más grato y que involucra agradecimiento y reconocimiento. Le cuento que el diploma de gratitud que le fue entregado a su señor padre Don Domingo Rizzo por haberle dado sepultura a los insurgentes muertos en Concuá en 1962, lo he entregado a uno de los hijos del extraordinario dibujante y escultor Dagoberto Vázquez. A cambio he recibido una xilografía de Dagoberto que ya he enmarcado y que se encuentra en una de las paredes de mi departamento. Dagoberto Vázquez fue quien hizo ese diploma, el cual fue firmado por las madres de los guerrilleros muertos en el primer intento de lucha armada revolucionaria en Guatemala. Ese diploma le fue entregado a Don Domingo. Recuerdo con gratitud que usted me envió ese diploma que tiene un gran valor histórico. Y aprovecho para evocar a Don Domingo Rizzo, cuyo nombre y conducta movida por sus convicciones cristianas deberían ser conocidas y recordadas ampliamente. Abrazo su memoria y le envío a usted un saludo afectuoso.
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