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Carlos López

Yo quedaré sin voz para que tú cantes.
Yo he de morir para que tú no mueras.
Para que emerja tu rostro flameando al horizonte
de cada flor que nazca de mis huesos.

Otto René Castillo

El libro Alejandro Cotí, ideado por Julio Palencia, compilador de los textos que ahí se recogen como testimonios de los contemporáneos de Alejandro Cotí, está escrito desde la admiración por su lucha, por su entrega a las causas justas de Guatemala, pero también desde la conmoción y el coraje que suscitó su asesinato cuando tenía sólo 27 años de edad y él empezaba a despuntar con plenitud en la vocación que escogió para ser profesional y para poner al servicio del pueblo la ciencia. Nunca desligó la teoría de la práctica; fue ésta la que incomodó al poder, que prefería a los estudiantes pasivos, aplicados a obtener conocimientos, títulos, laureles, sin vocación social, alejados de la acción. Esa asepsia era fomentada por parte de la academia.

La conciencia que despertó en Alejandro Cotí sus convicciones se manifestó desde adolescente, por eso se involucró en la organización estudiantil del Instituto Normal para Varones de Occidente. Luego, en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de San Carlos profundizó su conocimiento de la realidad y acentuó su vocación de servicio social, que realizó de manera callada, sin buscar reconocimientos ni reflectores. Su humildad estaba latente en todos los actos de su vida: en los académicos y en su entorno familiar. Era conocida su humildad y aprecio por las cosas nimias.

Algunos atributos que procuraba eran la disciplina, el amor al trabajo, la honradez intelectual. En la organización política destacaban su espíritu solidario, generoso, unitario. Tenía metas claras sobre la democracia, la liberación nacional. Reivindicó conceptos que el gobierno había desgastado y consideraba peligrosos. Entre las demandas de Cotí estaba ser ciudadano con derechos, combatir el racismo, exigir que terminara la opresión, la represión, la discriminación, la explotación inmisericorde, se sumó a la batalla desigual que se libraba en otros frentes: el político, el militar, el organizativo.

En Alejandro Cotí también se recogen testimonios históricos del contexto que se vivía en ese entonces en la Usac y en el país. En la variedad de voces y matices hay coincidencia en la integridad de Cotí. Sus maestros, compañeros, amigos, a 42 años de distancia que en apariencia sirven para ver los hechos con más objetividad, no pueden desligar su crimen del genocidio que desde siempre ha sido política de los sucesivos regímenes que han desgobernado el país y que se intensificó en los años 80 del siglo XX.

Las expectativas que generó este libro —como se puede comprobar con las múltiples voces que se alzan en honor de Cotí— reafirman el propósito de Palencia: que el libro sirva para conocer ese episodio vergonzoso de la historia patria, pero a la vez para generar discusión, organización, crítica, compromiso, para que la semilla regada por el dirigente caiga en tierra fértil. Ésta es la mejor manera de honrar la memoria de este generoso luchador revolucionario que en cada acto de su vida entregó lo mejor, con amor por su país doliente. 

¡Que los pueblos tengan paz,
mucha paz, y sean felices!

Popol vuh

Nunca desligó la teoría de la práctica; fue ésta la que incomodó al poder, que prefería a los estudiantes pasivos, aplicados a obtener conocimientos, títulos, laureles, sin vocación social, alejados de la acción. Esa asepsia era fomentada por parte de la academia.

Texto leído el 14 de octubre de 2022 en la presentación en Quetzaltenango de Alejandro Cotí, Julio C. Palencia (comp.), Editorial Praxis, México, 2022.

Carlos López