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***A Jesús de la Merced***

(De Antigua Guatemala)
En la Jerusalén del nuevo mundo
en el jardín de las rosas perpetuas;
del templo de la Merced que ha
resistido sismos y el embate del tiempo
sale el Nazareno revestido de Amor.

La vía dolorosa es su destino,
las calles de piedra son su camino,
mientras el coloso de fuego apacible
lo contempla con el rostro oculto entre
nubes de algodón…

Despacio, sin prisas el anda se mece.
cual si fuera una cuna donde el redentor
duerme arrullado en los brazos del penitente.

Que con un dejo de tristeza y otro de devoción,
va elevando su oración al paso de la procesión,
donde con arte, amor y devoción se purgan
las penas…

Ya que la misma naturaleza estalla en llanto
tiñéndose de colores, cubriéndose de flores,
tendiéndose cual si fuera una alfombra celestial
para que el Nazareno no tropiece en esa calles
de piedra.

Entre los aromas de la Semana Santa,
fragancias de flores, corozo…
Entre nubes de incienso cargas de oraciones
se escucha el tambor y la chirimía que
anuncian el avance de los dolientes.

Dolientes vestidos de penitentes…
Cucuruchos con turbantes que cubren
sus cabezas como señal de su consagración
a todo esto que es más que una devoción,
de sacrifico y entrega…

En medio de todo aquello el Santo varón
hace repicar una campana…
Que es una recordación de que esta devoción
debe de llevarnos a socorrer al hermano.

Al olvidado, al marginado a aquel por el
que el redentor apostó…
Cuando decidió llevar esa cruz a cuestas.

Porque Jesús sigue caminando en esta
Ciudad Colonial…
Ya que es un rinconcito de su predilección
donde puso a un hombre que con su vocación
nos mostró el camino hacia la vida eterna.

Casi sin querer avanzar se mece el anda,
como queriendo eternizar aquel encuentro
entre este pueblo penitente y su Dios…

Va cayendo la tarde el manto de la noche
poco a poco se va bordando de estrellas,
mientras la luna baja en forma de diadema
a dar consuelo a la Dolorosa…

Que sin decir nada, que sin hacer otra cosa,
no deja de orar, no deja de creer
y en silencio acompañar al Hijo del Hombre
cuyo nombre está sobre todo nombre.

Entre la multitud el Nazareno ve a aquel,
que mas por curiosidad que por fe,
ha recorrido kilómetros y kilómetros
para verificar lo que ha oído…

Y al encontrarse con su mirada llena
de eternidad y consuelo…
Las palabras ya no harán falta,
ya que ahora él puede atestiguar,
que el Amor de Dios a su vida
se ha venido a manifestar…
Acompañando al Nazareno en
la Ciudad de Piedra.

Oxwell L’bu