Al Rey del universo le escribiría mil versos,
pero quizás lo único que haría sería redundar
y nunca terminaría de explicar lo que el
Ángel del Señor ha venido a recitar…
O quizás bastaría contemplar la mirada serena
del Nazareno al andar, con los pies descalzos,
con el chitón rasgado, coronado y humillado,
caminando rumbo al calvario…
Han pasado ya más de dos mil años…
Han trascurrido ya más de dos centurias….
Tres terremotos y miles de devotos…
Que año tras año llevándote en hombros
busca ese encuentro que trasciende lo exterior
y que deja en el interior una huella en el alma.
Frente a vos Nazareno moreno como mi tierra,
he visto a mi padre orar y ofrendarte lágrimas,
que se pierden entre las nubes de incienso.
Lo he visto buscando tu rostro, rostro de sufrimiento
frente al flagelo de la indiferencia y el abandono,
rostro con esa expresión que impacta.
Fue frente a vos que siendo aun un niño mi padre
me enseño a orar y nació en mis hermanos y en mí
un Amor y devoción así como uno ¡No se qué!
que hace que se acelere el corazón.
Cada domingo de ramos recorres las calles de Guatemala
ante el asombro de propios y extraños que se preguntan
¿De dónde nace tanta devoción y entrega?
¿Cómo pueden tantas voluntades ponerse en conjunción
y trabajar cual si tuvieran un mismo corazón?
Pero al dejar de solo mirar…
Y hacerse parte de toda aquella devoción
hay algo que empieza a surgir en el corazón,
hay una mano que toca el alma…
Que es la misma que aferrada al madero,
hoy sigue sanado y obrando milagros.
Oxwell L’bu
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