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Paz en Colombia

Jaime Barrios

La gran noticia de la semana fue la firma de la paz colombiana. Aunque esperada, por lo avanzado de las negociaciones, el acuerdo firmado en La Habana resulta un hito histórico en América Latina.

Notoria es también la participación positiva de Washington. El gobierno de Barack Obama ha sido facilitador eficiente del proceso y abre las puertas a una nueva era en el tipo de relaciones continentales. Muy lejana se siente la época de apoyo a militares corruptos y violadores de los derechos humanos, como el general Augusto Pinochet en Chile.

La paz colombiana pone fin a la lucha armada como opción. Se cierra un ciclo doloroso de lucha armada, represión, odio y muerte. La firma de la paz colombiana entre las FARC y el gobierno de Manuel Santos abre un nuevo capítulo de los procesos políticos en el continente donde la democracia representativa y participativa vendrá a ocupar mayores y significativos espacios. La acción ciudadana podrá florecer, influir y coadyuvar al desarrollo de los partidos políticos y la modernización. La guerra es un hecho obsoleto.

También posibilitará un desarrollo de la economía colombiana, lo que impactará no solo nacionalmente sino en la región. Colombia es un país grande, con costas en ambos océanos, con casi 40 millones de habitantes y enormes recursos naturales. Los expertos ya calculan que el PIB crecerá ostensiblemente.

En Colombia se acuñó esta palabra ”parapolítica”, para designar las relaciones de los políticos con las fuerzas paramilitares y el poder político y económico que tienen los paramilitares. Una práctica nefasta que se había enquistado en instancias claves del Estado. Además, los paramilitares financiaron con dinero del narcotráfico las campañas electorales de sus aliados políticos.

Hace unos años fueron cuestionados y acusados senadores y una buena cantidad de alcaldes y gobernadores departamentales. Se le debe en gran parte al exmagistrado Iván Velázquez la lucha frontal contra el paramilitarismo y la parapolítica.

Los grandes perdedores son los guerreristas y el fascismo. Desde la salida del intransigente y conservador presidente Álvaro Uribe, el proceso de paz tomó cuerpo y también alma. Colombia está cansada de la guerra y sus abusos. Cansada de la pobreza y las injusticias sociales, sobre todo la asimétrica tenencia de la tierra que dio origen al conflicto armado y a sus terribles secuelas de violaciones a los derechos humanos.

Hay que agregar los iniciados procesos judiciales contra allegados a Uribe, incluso Santiago Uribe, hermano suyo, acusado de concierto para delinquir y de crimen agravado. La historia les pasa factura a los violentos que desde las estructuras del Estado y/o las posiciones de poder económico han violado la ley y la vida.

Termina el último y más largo conflicto armado y se descoloca definitivamente a las formas violentas. De ahora en adelante los guerreristas no tienen lugar en la vida política. De esta manera, este acuerdo de paz debe ser visto como indudable triunfo de la democracia.

Colombia está cansada de la guerra y sus abusos. Cansada de la pobreza y las injusticias sociales, sobre todo la asimétrica tenencia de la tierra que dio origen al conflicto armado y a sus terribles secuelas de violaciones a los derechos humanos.

Fuente: [http://www.s21.gt/2016/08/paz-en-colombia-2/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Jaime Barrios Carrillo
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