Magnus, el planeta de las flores
Danilo Santos
Érase una vez un planeta llamado Magnus, no estaba ni cerca ni lejos sino a mitad de camino entre la Tierra y los límites de lo conocido. En él habitan todo tipo de flores de todos los colores y un ser que se encarga de cuidarlas todo el tiempo. Un día, una flor de la Tierra, una rosa azul, recibió una invitación telepática para visitar aquel sitio y sin más, voló desde su casa en las orillas de un campo de maíz hasta el planeta de las flores.
Al llegar, sus raíces se convirtieron en piernas y sus hojas en brazos, los pétalos adornaban ahora su rostro y ya no se marchitaría pronto ni estaría condenada a vivir y morir en un mismo lugar. Mientras se acostumbraba a caminar, pasaban a su lado Satimargas de un amarillo intenso y Selobetros verdes, muy verdes. Sonerengos rosados y Saquideas fucsia. Rutiantos rojos, Pantilus y Siartenos agumarina y ámbar venían de un río que cantaba cuando las flores llegaban a bañarse en él. Ya acostumbrada a caminar, tomó una vereda de Girastrellas y llegó hasta una casa hecha del aserrín colorado que quedaba por el suelo cada vez que una flor se desprendía e iniciaba su viaje.
Fuera de la casa encontró al ser que cuidaba de las flores, el que la había invitado telepáticamente a visitar el planeta; bienvenida Luzaro le dijo, la rosa azul no entendía nada, y aquel extraño ser le explicó que ese era su nombre en Magnus. Luzaro tenía muchas preguntas, quería saberlo todo pronto; pero el ser extraño en lugar de hablar mucho, la llevó a donde los soles rojos se turnaban para darle vida al planeta; llegaron al gran valle donde el río cantor nacía, donde la lluvia color púrpura caía cada vez que las semillas salían de los dedos de aquel ser.
En cada dedo llevaba una semilla, cada vez que estaban listas, enterraba sus manos y sembraba diez flores de diferentes colores; entonces llovía. Aquel ser en realidad no era como las personas que había en la tierra, no era hombre, no era mujer, no era humano; era un ser hecho de las flores y sus colores; su tarea era ser feliz y sembrar, cuidar el equilibrio y la armonía de aquel planeta. Lo había traído Lomika, el viento perfumado iniciador de la vida. El cáliz, corona, estambre y pistilo de Luzaro absorbían la paz de aquel lugar a través de los orgiásticos murmullos y colores de aquel lugar. No se trataba de preguntar sino de entender de dónde venía tanta belleza.
A veces dan ganas de vivir en Magnus o tener la dicha de la flor azul y poder ir al planeta de las flores. Ver, escuchar y sentir tanto desequilibrio entre nosotros, hombres y mujeres de esta esquinita de la tierra y la tierra entera, cansa. Volvimos la política un juego perverso donde la armonía no es lo que importa sino la capacidad de aplastar y marchitar a los demás. Volvimos la vida una escalera. Volvimos la fe un negocio. Volvimos la inocencia debilidad. Volvimos la diferencia condena. Volvimos, volvimos de manera iluminada, a ser, lo más bestias posibles.
Ojalá Lomika, el viento perfumado iniciador de la vida, nos sople la conciencia algún día.
Fuente: [http://lahora.gt/magnus-el-planeta-de-las-flores/]
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