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La hora de la verdad contra la corrupción

Ricardo Barrientos

Quedó resuelto el sofisma del sesgo ideológico de la lucha contra la corrupción. Ahora toca emprender el esfuerzo como un cuerpo social más unido y maduro.

Con las capturas del caso Transurbano, los alegatos de sesgo ideológico del Ministerio Público (MP) y de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) han quedado sin fundamento. Se nos abre la oportunidad para que como sociedad aprendamos que acabar con la impunidad no es un proceso fácil, que implica lograr cambios estructurales y profundos. Para cambiar la forma en la que se han hecho negocios y se ha gobernado. Para reconocer y vivir que lo que dicen las leyes es importante y que quizá, por primera vez en nuestra historia, estamos percibiendo el riesgo de enfrentar castigo por incumplir o violar lo que dice la ley.

Un primer aprendizaje es dejar la tontera de estar leyendo revanchismos y venganzas personales o favoritismos políticos y demás proyecciones que nos hacen encajar en el refrán popular que dice: «El león juzga por su condición». Me parece que es claro que en Guatemala estamos teniendo una primera aproximación a la administración de justicia objetiva y ciega, en la que nadie es superior a la ley. Ya por esto estamos en un momento histórico.

Una reacción natural a este proceso es el temor, especialmente entre el funcionariado público, pero también en el sector privado empresarial y en otros. Temor a constatar que, si se siguen haciendo las cosas como hasta ahora, en demasiados casos consintiendo la corrupción o siendo parte de ella, hay consecuencias, entre ellas el castigo que la ley establece para los delitos asociados a la corrupción. De ahí que un segundo aprendizaje es que debemos reeducarnos para aprender a hacer las cosas libres de corrupción, un proceso muy complejo y difícil, como aprender a dejar de ser racistas, homofóbicos o machistas cuando hemos sido educados de una forma que está plagada de esos males.

Los funcionarios públicos, el sector privado y todas y todos en general debemos empezar reconociendo que necesitamos esta reeducación (reconocerlo es ya un paso enorme), conocer bien nuestras leyes y saber qué es y qué no es correcto. Está más que claro que la ignorancia de la ley y de las consecuencias de violarla ya no es excusa, precisamente porque se suponía que nunca lo había sido.

Un tercer aprendizaje es que debemos rechazar el enunciado maquiavélico de que un buen fin justifica cualquier medio. No, aunque el fin pudiese tener un potencial de bien común, perseguirlo violando las leyes no está bien y puede ser penado por la ley. Así, debemos rechazar, cueste lo que cueste, el pragmatismo político extremo de tolerar algún grado de corrupción porque es la grasa que lubrica los engranajes del aparato estatal, sin la cual supuestamente sería imposible que el Estado hiciera lo que debe hacer.

Es claro también que la corrupción y la impunidad son un cáncer social cuyas metástasis plagan ya a todos los sectores y estratos socioeconómicos de Guatemala. Un cuarto aprendizaje es que debemos darnos cuenta de lo inútil y estéril que es señalar a un sector o a una ideología, ya que todos estamos afectados, enfermos, y por ello todas y todos debemos tener la valentía de reconocerlo y disponernos a sanar.

Los desafíos técnicos, políticos y sociales del momento actual son inmensos para Guatemala. Ha llegado la hora de la verdad de nuestra lucha contra la corrupción y la impunidad. Es la hora de la verdad, de que todas y todos enfrentemos el desafío y de que, con humildad y muchísima valentía, emprendamos el proceso de nuestra reeducación y aprendamos a respetar la ley.

Fuente: [https://www.plazapublica.com.gt/content/la-hora-de-la-verdad-contra-la-corrupcion]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

José Ricardo Barrientos Quezada
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