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El embrujo comenzó una tarde de esas con energía obscura, que pintan las cosas de otra manera.

Me preparaba con café caliente, reflexionando, he interpretado el desacuerdo de mi mente con la realidad de su muerte, que me asfixiaba.

Las nubes envolvían los bosques, y el muscineo se atenuaba
y acompasaba el misterio provocando una tristeza calma, relajante.

La casa de campo no tenia vecinos ni vecindario; se unía al cielo y a los bosques se les llamaba frontera.

Parecía un observatorio, en donde se observan únicamente cosas inhumanas, las cuales llegaban a ese lugar apartado cada vez que yo me presentaba. Y siempre, al prender el fuego sucedía lo mismo.

Mi presencia allí era adictiva, y la droga: lo desconocido.

Siempre posé en aquel lugar por muy pocos días, los cuales siempre finalizaban en un final con nuevas preguntas.

Yo le llamaba mi espacio.

Allí vivimos una vez los dos y dejó de existir para nosotros el tiempo, cediéndole el paso a nuestros momentos.

Toda la ciudad parecía ser nuestro hogar, en cada discoteca ella se transformaba en reina, cada instante tenia su color y su piel los tenía todos.

La primer tarde sin ella, a mi regreso, lo dediqué a limpiar los gusanos blancos apostados en la rustica mesa y fue allí donde comenzó el plato fuerte.

Eran cientos, quizá miles de esos y que con mucho cuidado removía con mis manos para no aplastarlos, preguntándome el ¿Cómo habrían llegado? aunque mi mente, con aquel dolor, aún se encontraba en blanco.

Fue en ese momento que observé como conforme yo desalojaba de la cabaña a los gusanos, el humo de la chimenea aumentaba hasta hacerse insoportable, obligándome a dejarlos en su sitio.

Me resultó extraño y me preguntaba qué compleja conexión podría existir entre ellos y el fuego con sus humos.

Sin respuesta lógica, decidí dormir aquella noche, restarle importancia y esperar para descubrir la respuesta.

Desperté, aún era la misma noche, y me sorprendí cuando de aquellos lepidópteros ni rastros.

Quise entonces dormir sin humo en los ojos, pero al ver la mesa aquella nuevamente eso ya no me sería posible pues en vez de los miles de gusanos blancos, ahora se encontraba aquel extraño colgante.

Nos lo vendió aquel viejo, supuesto sacerdote, en el parque de Antigua, durante aquel paseo.

Fumaba puro, recuerdo, lo empacó, luego le sopló humo, cerró sus ojos y sin decir nada con su mano hizo una señal para que nos retiráramos, nosotros nos miramos y sonreímos.

Tuvimos aquella sensación de averiguar algo, pero quedamos confundidos y le restamos importancia; fue una hora después de habernos conocido, recuerdo cuando le dije: «que con ese colgante se hacía parecer a una reina bittersweet» y así la llamé cariñosamente desde entonces, eso le gustaba.

Más tarde, en aquel preciso instante en que examiné el objeto muy cerca de la fuente, recuerdo haber observado aquel tecolote de jade.

Entonces latió mi corazón, sentí que me invadía el vacío, el miedo y lo macabro.

Esa noche había todo tipo de imágenes de ella, pero no eran recuerdos. Parecían instantes reales, acompañados de sentimientos, rodeados siempre por algo más, que se percibía en la atmósfera de aquellos momentos en que juntos compartimos.

Se presentó también en mi mente aquel momento en que dijo: “si tú mueres primero yo completaré tu vida, pero si soy yo quien ha de morir tú vivirás por mí”

Siempre la consideré misteriosa, pero esta vez me había parecido extraño cuando dijo:»hazme el amor para que esto suceda»

Ahora que ya había sucedido trataba de entender aquellas palabras sin sentido y que nos impulsaron en su capricho a tener sexo de madrugada.

Sin contar aquellos días en que desapareció poco antes del fatal suceso, fueron solamente cuatro meses los que vivimos juntos, pero realmente fabricamos nuestro mundo y lo abarrotamos con todo lo nuestro. Bebimos y palpamos cada momento.

Estaba confundido, asustado, aquella noche de los gusanos debía tener una explicación , pero entre más yo lo razonaba, más confundido y más me asustaba.

Pensar que todas aquellas cosas que siempre me parecieran ilógicas y falsas fueran ciertas y me estuvieran sucediendo.

Decidí no dormir más y regresar a la ciudad en cuanto amaneciera.

Para no enloquecer allí, salí al deck y me recosté en una silla de madera mientras amanecía.

Temprano, quise beber café, el agua estaba en el fuego, de pronto el impacto que tuve fue grueso cuando al entrar a la cabaña aquellos gusanos nuevamente invadían toda la mesa.

Quise prenderles fuego, incendiarlos, pero me encontraba paralizado, posiblemente por tanta cosa acumulada dentro de mi y el no dormir.

Pensé entonces: ya debo irme y nada obtengo con matarlos.

Fui directo hacia aquel lugar en el parque de Antigua, cerca del arco. Nadie conocía al anciano, exhausto descansé en una banca, viendo fijo a ninguna parte cuando noté que alguien me hablaba.

-Señor
-Señor, señor

-¿Y la gringa ?

Era aquel niño, que me vendió las flores ese día.

-Murió dije.

-El niño sonrió

-¿De qué ríes?

-Lo dijo,

-¿Qué dijo quién?

-El sacerdote

-¿Quien es el sacerdote?

-Es el sacerdote el quien les vendió aquel prendedor,
-¿Recuerda? dijo aquel niño

Supe lo que era sentir la gloria

-¿Lo conoces? Sí

-Vayamos

Le dí un billete, lo vio, rió
Y dijo: ven con la cabeza
Lo seguí.

El se encontraba viendo en la distancia bajo un árbol, nuestra presencia no lo inmutó en nada. Don Pancho, dijo el niño tres veces, él parecía de palo.

Yo en silencio, pero de ese silencio que cuestiona, ese de no me voy sin respuesta.

-¿Cómo te sientes? Dijo, por fin.

-¿Qué importa eso? Ella murió, respondí.

-¿Qué sabe usted de este amuleto? Dije luego,

Silencio espeso.

-No murió, escuché.

¿Cómo que no murió?

“Hace ya dos días; que regresaron sus restos, a su país, con el acta de defunción”

-Qué, ¿quiere usted una copia?

-¿Dejó de existir para ti?, interrogó.

-No me venga con eso ahora, usted sabe algo.

-¿Que es lo que tiene este prendedor?
-¿y eso de los gusanos?

-¿Viste los gusanos?, cuestionó extrañado.

-¿Qué si los vi? Claro que los vi

-Es allí en donde obtuviste el anillo, me dijo pensativo

-¿Qué sabe, dígame?, dije desesperado

-No esta muerta, dijo y calló

Enfurecí, me sentí impotente, usted no sabe nada, viejo, di la vuelta
para marcharme, y en ese instante, fue cuando pronunció seriamente:

-¿No es tu bittersweet?

¡Hizo que me paralizara!

Me le quedé viendo, como queriendo extraer toda esa información que podría tener el anciano si lo triturara, pero también maravillado de que lo supiese.

“Ella no está muerta, tú vives por ella ahora“

-ella vive en ti, dijo.

Traté de comprenderlo

“Uno de los dos, tendría que morir ese día, explicó despacio,
lo vi en sus ojos y lo vi en los tuyos, los acompañaba la muerte”

Luego pronunció, como revelando una gran verdad: “cuando el tecolote canta, el indio muere”.

“Por eso, precisamente hice que obtuvieran ese colgante, dijo, que es únicamente para aquellos de mi pueblo” es el ik akabil, que significa: espíritu de la noche, es el tecolote.

Luego dijo: “La verdadera inmortalidad la hacen la memoria y los sentimientos; quien burla al tecolote se queda con ellos”

-El colgante fue para eso.

Comencé por recordar como mi bittersweet a partir de ese momento se comportaba de una manera extraña, y no como muchas cosas que jamás antes le conocí…

-Tienes su vida dentro de ti, dijo luego
-Todo lo que ella siente y sus recuerdos.
-Deberás vivir por ella ahora
-Y deberás vivir por los dos,
-decidir como los dos,
-sentir por ambos.

Yo jamás he sentido nada de eso.

-Falta algo aún para que eso suceda.

-¿Qué es, dígamelo?

-¿Dónde viste a los gusanos?

-En la cabaña, cerca de la Ciudad Vieja.

-Ahora, deberás regresar y comerlos.

-¿Qué esta diciendo?
-¿Es una locura?

“No, dijo muy serio, no es ninguna locura, si quieres que viva tienes que hacerlo antes del tercer día de su muerte; hoy y antes de salir el sol mañana“.

Lo pensé, pero no tenía mucho que pensar, sólo decidir.

-¿Qué debo hacer?

“Llevarás una botella de ron y la música que mas te guste; luego deberás comer de ellos, entonces ella aparecerá dentro de ti”.

-Tu mismo lo sabrás.

No lo podía creer, vi al niño, luego lo vi a él, pero finalmente dije: “niño, acompáñame“.

Arribamos a la hora del ángelus, y las nubes cubrían el mismo muscineo bosque, pero aquella misma tristeza calma, relajante, se convertía ahora en esperanza. El niño no decía nada.

Abrí, observé la mesa detenidamente, no había gusanos ni nada; me molestó, sentí que alguien me engañaba.

El niño dijo ¡mire! y señalando mostró la cama. Allí se encontraban, blancos como la almohada.

Tragué el ron como venido del desierto, cerré mis ojos, fui depositando aquellos gusanos lentamente en mi garganta como píldoras, hasta finalizar. La noche estaba fresca y había mucha paz.

Salimos al deck, y pude escuchar entonces el Bittersweet en su versión con Apocalyptica & HIM &The Rasmus. Fue entonces, cuando:

La magia bajó de la luna.
Sentíun instantáneo escalofrío,
y un calor que provocaba placer.
Su alma completa se abrazó con la mía.
Ahora se yo que vivimos una sola vida
con dos almas y una sola lágrima
escuchando como siempre
esos mágicos momentos:

(Ville)
I’m giving up the ghost of love
And a shadow is cast on devotion

(Lauri)
She is the one that I adore
Queen of my silent suffocation

(Both)
Break this bitersweet spell on me
Lost in the arms of destiny

(Lauri)
(Bittersweet) I won’t give up
I’m possessed by her

(Ville)
I’m bearing a cross
She’s turned into my curse

(Both)
Break this bittersweet spell on me
Lost in the arms of destiny

(Lauri)
Bittersweet
I want you

(cuento)