Autor: Julio C. Palencia

¿Qué es escribir bien?, de Julio C. Palencia

Cualquiera puede escribir bien. Hablo de la gramática y la sintaxis, dónde el punto dónde la coma, en qué tiempo en qué lugar el adverbio, en qué afortunado verbo o sustantivo el adjetivo, mientras la metáfora brinca jadeante, estúpida mascota amaestrada. Es un asunto técnico, un compás aquí, un paso allá. Tiene mucho de artesano escribir bien, mucho de repetición.

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A puro galope de mar, de Julio C. Palencia

Es mucho el ir y venir al que nos sometemos cotidianamente. A veces con la pura pretensión de hacer cosas, de no quedarnos quietos, y dejar un eco de lo que nuestra individualidad era, es, será. Eco suspiro que no puede sino ser compartido. Nuestra individualidad es una quimera siempre colectiva.

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Un guatemalteco entre birmanos. Julio C. Palencia.

Llegué a la escuela de ESL (inglés como segunda lengua) una mañana lluviosa en abril del año 2000. Llegué como pollo mojado, literalmente, porque ningún paraguas es suficiente para el Vancouver lluvioso de todas las estaciones del año. Al entrar al aula me dió la bienvenida Fibi, la que sería mi profesora por cuatro meses, griega-canadiense maravillosa que 4 veces por semana durante algunas horas me enseñaría inglés. Me dirigí al único lugar disponible y ya allí una mujer blanca de cabello negro, mujer que aún hoy extraño, me indicó a señas que me sentara. Era Vejna, de Sarajevo. En la mesa, redonda, además de Vejna ocupaba un espacio Rosy, de Vietnam, Heidi, de China, y Lydia, al igual de Vejna, de Bosnia Herzegovina.

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La saga del jaguar, de Julio C. Palencia

En 1980, años de lucha popular intensa, varios chapines visitamos la Universidad de El Salvador por unos días, y de allí salimos en apoyo a una huelga de campesinos en una finca en Suchitoto, muy cerca del Volcán Guazapa, a no más de 50 kilómetros de San Salvador.

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Los caminos de mi rostro. Julio C. Palencia.

Sueño que tengo una patria, y patria tengo. Pienso en Guatemala como nación, y la imagen se caricaturiza, jalonea la imaginación hasta quedar en nada. No siempre patria y nación se corresponden. Tres instituciones nos legó España: ejército, iglesia y monarquía. Instituciones que sirvieron para someter, y así seguimos. Nuestra configuración colonial sigue vigente en los últimos años del siglo XX. La composición cultural y económica, el desarrollo de la sociedad civil, exigen imperativamente una nueva conformación del Estado, con instituciones civiles que se correspondan con nuestra realidad. Desde la caída del imperio español, Guatemala no ha podido dejar de ser una finca con capataces de turno y dueños eternos.

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El camino es nuestros pasos. Julio C. Palencia.

Salí de Guatemala en enero 21 de 1982. El mismo día que, ya en el autobús, leí en el periódico sobre la muerte de Edgar Palma Lau, junto con otros combatientes, en una casa de Tikal II. Muy temprano, mi suegro, Raúl Pedroza Montenegro, nos había encaminado a Paty y a mí hasta la terminal de autobuses, en donde ya para despedirme le dije: en dos años estaremos de regreso. Don Raúl falleció hace muchos años y yo cumpliré 29 de estar fuera de Guatemala. El futuro se nos plantea siempre como una incógnita.

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Carta de Rodney Decroo a Julio C. Palencia

Hola Julio.

Deseo que estas fiestas sean agradables y gozosas para ti y tu familia.

¡Cumplí 44 años ayer! No puedo creer lo viejo que me estoy volviendo. Apenas cumplía 30 cuando te conocí. Me siento cansado, Julio. Cansado puede no ser la palabra correcta. Me siento hastiado, cínico. Algo se me seca en el alma y no siento ya cosas que era mi costumbre y mi gusto sentir.

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Manuel Fermín Reyes Melgar, a 28 años. Julio C. Palencia.

Manuel Fermín Reyes Melgar, a 28 años
Uno vuelve siempre a las personas amadas
Para Don Arnulfo, Doña Victoria y su hijo, Manuel Fermín

El gallo respondía al nombre de Pinocho, y tenía espuelas de varios años. Sus patas eran duras, llenas de grietas muy marcadas. Pinocho iba y venía del patio al interior de la casa con toda la confianza que le da el saber que nunca pararía en la olla. Y que era necesario en aquella casa. Pinocho era un personaje obligado para los que la frecuentaban, que no eran muchos.

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