La peor batalla que pueda librar un hombre es luchar contra la herencia transmitida por sangre. Aún hoy me espanta la leyenda de aquel a quien se le acusó de asesinar inocentes caninos enterrándolos vivos, cuando no me sorprende para nada ver la visión apocaliptica de caracteres que como luces en feria de pueblo, explotan terribles e iluminan el sendero que tontamente llamo familia. La herencia está dada y ahora solo queda humildemente aceptarla.
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