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Carlos Figueroa Ibarra

Ha muerto Edén Pastora, el legendario “Comandante Cero” quien en agosto de 1978 encabezó la toma del Palacio Nacional de Nicaragua junto a un comando por 25 efectivos entre quienes estaban Hugo Torres (“1”) y Dora María Téllez (“2”). ¿Quién podrá olvidar la imagen del victorioso Edén  fusil en mano en la escalerilla del avión que transportaría a  cincuenta presos sandinistas rescatados por la acción del comando que encabezó? La imagen de un hombre atractivo ataviado con boina,  uniforme y cartucheras, recorrió al mundo y fue poderoso incentivo a la subjetividad revolucionaria que recorría a la Nicaragua de aquellos tiempos. De vida azarosa y peliculesca, traía en la sangre la valentía y el odio a la dictadura somocista. Su padre fue asesinado por esbirros de la tiranía y su madre no descansó hasta lograr eliminar a los asesinos de su esposo. Muy joven, Edén partió  a estudiar medicina en Guadalajara, hasta que se dio cuenta de que no tenía nada que hacer allí. A su regreso, comenzó su larga trayectoria  de lucha antidictatorial que tendría  página brillante en la toma del “palacio de los chanchos”.

Pero era Edén hombre más de acción que de pensares, más de haceres que de decires y su visión política muy pronto lo llevó al conflicto con  sus entrañables compañeros de lucha. Dos años después del triunfo revolucionario, el bizarro guerrillero rompió con el FSLN acusando a su dirigencia de comunista, prosoviética y procubana. Y juró derrocarlos  a tiros lo que pronto empezó a hacer al fundar la Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE). Con esta organización abrió el frente sur de combate a la revolución,  en un momento en que Nicaragua languidecía merced a la guerra de baja intensidad a la que la sometía el imperialismo estadounidense. Años después se dijo que ésta era una acción concertada para impedir que la derecha y el imperio crearan un frente similar. Lo cierto es que el FSLN lo condenó a muerte y organizó el atentado en la rueda de prensa en La Penca en mayo de 1984. Su lucha terminó cuando no pudo obtener más financiamiento estadounidense. Sucedido esto, literalmente se dedicó a la pesca en Costa Rica.

El ditirámbico obituario oficial que se le ha hecho, me confirma que en política no hay amigos ni enemigos eternos. Amistades entrañables de Edén Pastora me han dicho que no le perdonan el haberse reconciliado con el matrimonio Ortega-Murillo cuando  a su juicio ambos encabezan un régimen tan odioso como el de los Somoza. A mí me parece más censurable que haya encabezado una rebelión contrarrevolucionaria. Cae el héroe víctima de la peste mundial que nos azota. El virus hizo lo que no pudo la tiranía ni el régimen revolucionario. Muere en paz consigo mismo y con un régimen autoproclamado sandinista, trabajando para su patria al dragar el Río San Juan, envuelto en anécdotas increíbles como cuando la ruina económica lo obligó a vender a su león a quien obligaba a ser vegetariano. Anécdotas aparte, muere un hombre justificadamente convertido en leyenda.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Carlos Figueroa Ibarra
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