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EN EL NOMBRE DE BERTILA ORELLANA ESCOBAR
y de ELIZABETH PERDOMO ORELLANA

Bertila, Tila o Tilita, libró batallas magníficas desde que nació prematuramente en una aldeíta del oriente nacional y supo ser hija, hermana, madre, abuela, tía y amiga en grados superlativos.
Elizabeth, Beti o Betilina, continúa librando por Bertila otras batallas y también ha sabido ser hija, hermana, madre, abuela, tía, amiga e incluso madre de nuestra madre en los mismos grados admirables.

para Raúl Rojas, hermano mayor y doctor de a de veras.

En sus diálogos afilados, Elias Canetti y Herman Broch llegaron a plantearse una cuestión que para sus tiempos y para éstos puede parecer peregrina: ¿existe el ser humano bueno y, si existe, dónde está?

Palabras más, palabras menos, tuvieron que caminar miles de kilómetros para concluir que:

Un ser humano bueno sabe lo que hace. No se deja hipnotizar. Su interior contiene muchas energías vitales. No es frío. Tampoco es parcial. Tiene el don de calar a los demás con la mirada. No se encuentra en una situación de inopia respecto al mundo. Una de sus virtudes es la precisión, aunque jamás es sucinto. No le interesa sorprender a los demás. Dice lo que hay que decir con claridad, sin saltarse nada. De sí mismo no habla jamás. Está despierto y atento. Su sangre no contiene sentimientos de autocompasión. En su cabeza hay fuerzas avasalladoras cuando habla. Los sentimientos nunca lo tergiversan. Sus palabras contienen la semilla de todo mejoramiento posible.

Sus palabras nunca suenan a odio. En estos casos, lo que ponen al descubierto es una carencia de sentido, y nada más. Evita a la gente tonta, pero si alguna vez su cercanía es impostergable no hace notar a los tontos lo mucho que lo son. Tiene la capacidad de interesarse por las materias más diversas, sin convertirse en un inepto o un charlatán. Cuando dice lo que tiene que decir, quienes lo escuchan quedan iluminados. Despliega una humildad vigilante, no la humildad de los semovientes. Al hablar parece que puliera vidrios transparentes y quienes lo oyen quedan iluminados.

Si hubiesen sido sus contemporáneos, Canetti y Broch habrían arribado de inmediato a la conclusión de que ese ser humano bueno responde a dos nombres (Carlos Humberto) y a dos apellidos (López Barrios).

Llena estaba de gracia Rosa Carlota Barrios Levermann, como para que a los 29 años de edad haya tenido un hijo como Carlos Humberto López Barrios, quien con el tiempo va a decirnos junto a Mallarmé:

He hecho un largo descenso a la Nada para

poder hablar con certidumbre. No hay más que

la belleza y ésta sólo tiene una expresión perfecta:

la Poesía. Todo lo demás es mentira.

Sin pedírselas en consignación a nadie, con sus propias palabras, Carlos Humberto López Barrios (Carlos a partir de ahorita) nos dirá más allá de Mallarmé:

La poesía escrita con sangre de muchos años

es la única que toca el corazón del hombre.

 (…)

Se escribe para decir las cosas que importan,

no para deslumbrar.

El sino del poeta es la vigilia constante.

(…)

Si la gente estuviera menos atareada

en la sobrevivencia inmediata y procurara

la poesía, habría menos avaricia, explotación,

abuso, engaño, competencia desleal.

(…)

Si los gobernantes tuvieran poesía en su corazón,

trabajarían por el bienestar de sus pueblos,

comprometerían su verbo según la costumbre

de las personas a las que basta decir su palabra,

que es de honor, y no tienen que firmar documentos

para garantizar algo.

Lleno estaba de gracia Ignacio Pablo López Mazariegos, como para que a los 31 años de edad haya tenido un hijo como Carlos, a quien nunca se le ha visto caer en la tentación de enjuagarse en verbos bochornosos como «abdicar, barbear, birlar, engatusar, ultrajar», entre otras conjugaciones practicadas por la casi totalidad de los 7 mil 700 millones que infestan el planeta y aún no se enteran de que un orangután vale más que ellos, pues éste amanece cada día cotizado entre 4 mil y 400 mil dólares, según el filósofo y gramático medallomexicano Fernando Vallejo.

Llena de gracia está Marisol, Solito, pues en los sabios libros de su tío Carlos ha encontrado pararrayos como éstos:

Cuando te sientes a tomar café en el patio de tu casa y veas caer el sol,

piensa en tu momento:

en las vidas que salvaron tu existencia,

en tus padres muertos,

en los ojos de tus hermanos que ya no ves,

en tus amigos que ya no están para estrechar la copa.

Cuando estés solo, eleva tu mirada al cielo;

saluda a la luna y al día que terminaste;

la provisión del pan, la sal, el aire.

Pide al espíritu que te libre de abalorios,

de robar el aire al prójimo.

Sólo así hallarás otro sabor en el café del ocaso.

Llenos de gracia están, además, Natalia y Esteban, quienes desde sus respectivos 16 y 9 años de edad, no le dicen ni Carlos, ni Humberto, ni tío, ni hermano. Le dicen: Betito: gracias por contarnos que las flores «son lo más hermoso de la creación; nos alegran la vida. Por eso me molesta tanto que las corten. Los floristas deberían llorar cada vez que asesinan una flor. Recuerdo a H.G. Wells, quien en La máquina del tiempo narra la historia de alguien que viajó en el tiempo y al regresar al presente, a su realidad, sólo trae una flor marchita como prueba de su periplo. También, a Samuel Coleridge: “Si un hombre atravesara el paraíso en un sueño y le dieran una flor como prueba de que había estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano, ¿entonces qué?”. Quisiera decir que la Nochebuena es la flor que prefiero, pero, en realidad, me conmueven de gran manera las flores del campo. No exagero si digo que todas. Es un deleite andar entre el monte y sentir a todas las maravillosas pequeñísimas obras perfectas de la naturaleza. Es inexplicable su color, su forma, su textura (su texto), su piel, su comportamiento: hay algunas tan sensibles, que se ruborizan cuando sienten la susceptibilidad de quien las ve; otras, como Amor de un Rato, a la hora de la oración se recogen y cierran sus párpados».

A la manera del ensayista inglés Christopher Hitchens, el colmo de la desdicha para Carlos es tener que vivir en un mundo donde se maltrata tanto y aguantar a Trump. Los pecados que le inspiran más indulgencia son las mentiras que sirven para no herir, pecar sin saber que se peca, robar un pedazo de pan. Los personajes históricos que prefiere son los seres anónimos que han luchado por defender sus ideales: la generala Juana Azurduy Padilla, las adelitas de la Revolución Mexicana, Pancho Villa, Emiliano Zapata, Rosa Luxemburgo, Ernesto Guevara y Confucio. La cualidad que más admira en los seres humanos es que digan la verdad, su sentido común, su humor. La virtud que considera más sobrevalorada es la caridad, porque los grandes evasores fiscales transnacionales se volvieron filántropos al ver que la caridad oenegera es un negocio multimillonario. La fe, porque de ella se valen los comerciantes, las iglesias, los políticos, los malos escritores. Lo que más aprecia en sus amigos es que no estorben y que actúen de acuerdo con su conciencia sin esperar nada a cambio.

Ahora, desde las más de mil páginas de una enciclopedia que orquestó, sin incluirse, con los antiguos mexicanos Carlos les dice:

Como esmeraldas y plumas finas

llueven tus palabras

(…)

La amistad es lluvia de flores preciosas.

 (…)

Ahora andamos sobre la tierra florida.

Nadie hará terminar aquí

las flores y los cantos,

ellos perduran en la casa del Dador de la vida.

(…)

Y ahora, oh, amigos,

oíd el sueño de una palabra:

Cada primavera nos hace vivir.

la dorada mazorca nos refrigera.

la mazorca rojiza se nos torna un collar.

Ahora desde Cuba, con Gastón Baquero, Carlos les confiesa:

Yo no sé escribir y soy un inocente.

No sé escribir, mi alma no sabe otra cosa que estar viva.

Voy y vengo entre los hombres y represento seriamente el papel

que ellos quieren:

Ignorante, orador, astrónomo, jardinero.

(…)

Mis ojos piensan y hablan y andan por su cuenta.

Pero yo represento seriamente mi papel y digo:

Buenos días, doctor, el mundo está a sus órdenes, la medida exacta

de la tierra es hoy de seis pies y una pulgada, ¿no es

ésta la medida exacta de su cuerpo?

Pero el doctor me dice:

Yo no me llamo Protágoras, pero me llamo Anselmo.

Y usted es un inocente, un idiota inofensivo y útil.

Un niño que ignora totalmente el arte de escribir.

Vuelva a dormirse.

Desde Itabira, Minas Gerais, con Drummond de Andrade, su tocayo, les asegura:

Se disipó: no era poesía.

Se partió: cristal no era.

(…)

No recojas del suelo el poema que se perdió.

(…)

Inclínate y contempla las palabras.

Cada una

tiene mil fases secretas bajo la faz neutra,

y te pregunta, sin interés por la respuesta

pobre o terrible que le des:

¿trajiste la llave?

Desde el otro lado del azogue, desde Guatemala, ¿tiene alguien algo que decirle a Carlos?

Desde la Universidad Rafael Landívar y desde el Premio Centroamericano de Cuento Mario Monteforte Toledo y los premios de novela y cuento F&G Editores, que obtuvo sin tener ningún conocido en los jurados, Maria Valeria Cerezo Sotomayor le dice a Carlos y les dice a ustedes:

«No hay una sola palabra —añeja o reciente— que pueda estar en mejores manos que en las del maestro Carlos López, poeta por los magníficos libros que ha escrito, poeta porque posee una mirada fina y ejerce la poesía cuando aplica esa misma sensibilidad y ese gusto impecable como editor y como compilador. Los poemas de la poesía es una revelación, una clase magistral, una creación poética. Carlos como editor es incisivo, usa las palabras como un joyero sus mejores metales y pedrerías: conoce sus cualidades, sabe manejarlos, hace un ensamblaje invulnerable, sobrio, refinado. La suma del trabajo de Carlos es un Fabergé en un escaparate de bisuterías: el arte no necesita explicación. Carlos aboga por lo limpio, lo sencillo, lo preciso. Dice el diccionario que la maestría es el arte y destreza en enseñar o ejecutar algo. Carlos hace las dos. En un simple diálogo, tienes una clase magistral del uso del lenguaje. Cuando escribe, cuando edita, no usa fórmulas: aprende con alegría, se sorprende, conversa, pero, ante todo, comparte. No repite fórmulas ajenas y vetustas. Crece. Como en la poda, crece. Y su pasión, se contagia. Otro de sus libros, Redacción en movimiento, herramientas para el cultivo de la palabra, debería tener sabor a pasto para ver si algún rumiante de la mala gramática y la mala sintaxis se le acerca para alimentarse y dejar de ser rebaño».

Desde San Andrés Semetabaj, Sololá, y desde la Universidad de San Carlos de Guatemala, Giovany Coxolcá Tojom, ganador dos veces del Premio Editorial Universitaria de Poesía Manuel José Arce le dice a Carlos y les dice a ustedes:

«La Palabra es movimiento y con ella vuelven a nuestro coraje quienes tuvieron poco tiempo para la existencia. La Palabra es una semilla que busca la tierra para esperar la llegada de la lluvia y germinar. Pero hace falta un sembrador. Carlos Humberto López Barrios cultivó la disciplina y el amor por La Palabra. En sus manos perduran los tiempos de la siembra y la medida del incienso. Un sembrador, un referente impostergable para las nuevas generaciones. La gramática no es suficiente para que la cosecha sea buena. Mientras alguien prepara un manual de ortografía la cultura ha dejado de usar una expresión o ha incluido la recién inventada por dos niños que ven caer un pájaro en llamas. Hay una terna de profesores discutiendo el uso de los puntos suspensivos mientras un hombre es enviado al exilio por conocer la fertilidad de la tierra en los astros, en el lenguaje de los animales y en el vuelo de las aves. Hoy se pronuncia un discurso, mañana el auditorio estará vacío, no por eso la cosecha dejará de abundar. En Carlos Humberto López Barrios, aporte vivo a la lengua española y coraje ejemplar frente a las infamias, se reúnen las voces de quienes murieron sin haber claudicado, de quienes no renunciaron al lenguaje de los astros ni a la disciplina de la siembra. Con el movimiento de La Palabra avanza el ser humano y se aviva la memoria de sus antepasados. Carlos Humberto López Barrios, como buen sembrador, sabe que cualquier diccionario es una herramienta provisional. Más temprano que tarde la cultura fuera de las bibliotecas, la voz de quienes no transitan por los pasillos académicos llegará para quedarse. Carlos Humberto López Barrios, forjador de caminos desde el exilio. Gracias por la lección».

En la era de las teclas instantáneas y de los buscadores más rápidos que su sombra, si alguien busca en Google el nombre de Carlos López la pesquisa le dará cerca de 232’000,000 de resultados en 0.54 segundos. Si opta por teclear su nombre completo —Carlos Humberto López Barrios— tendrá como resultado cerca de 6’500,000 pistas en 0.31 segundos.

Pero Carlos López o Carlos Humberto López Barrios, cédula de vecindad A-1 número 466395, sólo hay uno, está de pie entre nosotros y persiste en la primera línea de fuego.

Carlos, primera Orden Mario Monteforte Toledo.

Carlos, maestro de Educación Primaria (egresado del legendario Instituto Rafael Aqueche), estudiante de derecho y de ciencia política en la heroica Universidad de San Carlos de Guatemala, licenciado en estudios latinoamericanos, en lengua y literaturas hispánicas y maestro en literatura iberoamericana por la igualmente heroica Universidad Nacional Autónoma de México, trabajador durante casi medio siglo en todos los niveles escolares en Guatemala, México y otras latitudes.

Talleres de redacción, poesía, novela, cuento, dramaturgia, creación literaria y edición han sido dirigidos por su sapiencia y paciencia, a la vez que desde la indómita Editorial Praxis, que fundó a solas en 1981, ha editado más de mil obras de autores de diversos gentilicios, ha cuidado la edición de casi 10 mil libros, tesis, folletos, la legendaria revista El Puro Cuento y el Premio de Poesía Editorial Praxis en el que han participado autores de todo el mundo.

A leguas se le nota que para él «las casas sin libros son tristes. Cuando se visita una casa por primera vez y no se ven libros se siente desasosiego, se ve vacía, aunque esté llena de gente. Los libros nos transforman. Se viaja en sus páginas, se hacen travesías a través del tiempo y de la historia; nos mantienen alertas; los libros son nuestros mejores compañeros. (…) En la fiesta de los libros se dan cita con el pensamiento universal los trabajadores de la palabra y los que viven por ella. Es la fiesta también de quienes participan en la elaboración material del libro, quienes le dan forma a las palabras, los artistas del proceso de edición: los correctores que le dan elegancia y dignidad a los textos, los maestros formadores y diseñadores que con su imaginación los vuelven piezas estéticas, los que trabajan con la luz en el cuarto oscuro, los impresores que le dan color a las líneas de luz, los encuadernadores que hacen acariciables los libros, los distribuidores, los fabricantes de papel, los traductores y su imprescindible labor».

En suma, nada de los libros le es ajeno y con el único apoyo de sí mismo y unos cuantos amigos ha publicado muchas más obras que todas las universidades y editoriales mesoamericanas. Nada de la poesía ni de la prosa, en sus expresiones más altas, le es ajeno. Desde 1993 hasta la fecha ahí están, entre otros, sus libros excepcionales: Diccionario bio-bibliográfico de literatos guatemaltecos, Uso de los anteojos para todo género de vistas, Fuego azul, Vado ancho, Naves se van, Tito. Biografía mínima, Voses de Guatemala, Helarte de la errata, Decálogos, mandamientos, credos, consejos y preceptos para oficiantes de la escritura, Aten al planeta, El que a yerro, A veces arde Roma, Almendranada, Pasión por el libro, Asteriscos, Poética de Carlos Illescas.

Nada de la vida adentro de los libros ni afuera de éstos le es ajeno: ahí están las casi cuatro décadas de destierro a las que fue condenado por querer, igual que Heinrich Böll, un mundo justo.

En un mundo diseñado para que seres luminosos como él y como Heinrich Böll (sobre)vivan perennemente en el destierro, estén donde estén, por supuesto que la siembra ha sido excesiva y escasa la cosecha. Una razón más para que a Carlos también se le conozca ya en otros idiomas además del español.

¿Tiene Carlos algo más que decirles? Sí. Por ejemplo, que

—La coma ( , ) es un rasguño en la espalda textual

—El signo de admiración que cierra ( ! ) es San Antonio puesto de cabeza. (No es que se haya vuelto loco: está investigando si uno piensa lo mismo cuando tiene la cabeza en otra posición).

—El signo de admiración que abre ( ¡ ) es San Antonio enderezado por el milagro concedido: ahora ya sabe que uno piensa lo mismo tenga la cabeza como la tenga, pues los pensamientos no son cerillos que cambien de lugar si alguien le da vuelta a la cajita que los guarda).

—La Ñ tiene una vírgula para que le haga aunque sea un poquito de sombra.

Por todo lo que le dio y le sigue dando al mundo más o menos civilizado y también al descaradamente bárbaro, por concentrar en él las cualidades del ser humano bueno que Canetti y Broch buscaron tanto, Carlos aquí y allá ha recibido innumerables distinciones que nunca buscó. Pero —bosque, monte alto, tala, de eso se ha tratado siempre…— lo último que le otorgaron en México fue la vileza de una ingratitud, la infamia de una demolición incubada en los regüeldos de un pripanista gobierno chilangocorrupto en el que también encontró lugar, por supuesto, la bajeza izquierdoperredista.

Es como para ponerse a pensar en Salvatore Quasimodo y una de las sentencias que nos dejó: Cada uno está/ solo sobre el corazón de la tierra/ traspasado por un rayo de sol:/ y enseguida anochece.

En La Jornada Semanal de México, el dr. Mario Roberto Morales lo sintetizó así en «Muerte y resurrección de la Editorial Praxis»:

«Agosto de 2015 fue el mes en el que se agudizó la agónica tragedia que para la cultura mexicana significó la destrucción —hasta ahora impune— de la espléndida Editorial Praxis, la cual durante más de tres décadas estuvo situada en el número 185, interior 000, de la calle José María Vértiz, en la colonia Doctores de la Ciudad de México.

«La importancia de esta editorial es un hecho reconocido no sólo por numerosos intelectuales y escritores latinoamericanos, los cuales han visto publicados allí sus libros de poesía, cuento, novela y ensayo, sino también por parte de fotógrafos y pintores, e incluso políticos cuyos escritos y entrevistas vieron la luz bajo su sello.

(…)

«Los libros que publica Praxis están muy cuidados en su contenido y en su diseño formal. Son piezas hechas con “delectación de orfebre”, como decía aquel revolucionario acerca del pulimento de su propia fuerza de voluntad, quien también aconsejaba “endurecerse sin perder la ternura”. La frase viene a cuento porque es justamente lo que ha tenido que hacer su propietario y director, el poeta Carlos López, después de que en aquel fatídico agosto de 2015 la inmobiliaria Abec iniciara la destrucción del inmueble que albergaba a Praxis y la vivienda de su propietario, para construir allí un edificio de apartamentos.

«En efecto, después de que Carlos fuera amparado legalmente para que la constructora cesara su actividad y no demoliera los seis apartamentos que rentaba en el mencionado inmueble de Vértiz, la constructora —tal como consta en numerosas publicaciones mexicanas— corrompió a las autoridades de la delegación Cuauhtémoc y del gobierno central de la Ciudad de México, quienes autorizaron a Abec para demoler el inmueble junto con la maquinaria, los enseres de diseño, las computadoras, las bodegas repletas de papel y de libros, así como la vivienda de su propietario y director.

«Fue de sobra denunciado en su momento, por medios escritos y audiovisuales, que la constructora Abec ofreció a Carlos una irrisoria cantidad de dinero para que abandonara el inmueble, tal como hizo el resto de inquilinos de la vecindad, los cuales accedieron ante las presiones de los abogados corporativos. Carlos acudió a la legalidad y fue amparado, por lo que no accedió a evacuar su casa. Fue entonces cuando la destrucción de la misma empezó mientras él dormía. Al día siguiente, sin poder salir de su casa y mucho menos comer, debido a que se lo impedían los sellos que clausuraban su vivienda, Carlos fue entrevistado por la televisión mexicana y allí denunció abiertamente la situación. Después, al romper los sellos para salir y atestiguar que miles de sus libros eran apilados en camiones con destino desconocido, fue apresado por las autoridades y encarcelado. Al ser liberado, continuó, ya desde fuera del domicilio de Praxis, su lucha por que le fueran devueltos los bienes robados por Abec, los cuales son valorados en varios millones de pesos.

«Carlos enfermó gravemente durante meses y Praxis casi desapareció. Sin embargo, no dejó de otorgar su Premio de Poesía anual y de publicar sus libros. El espíritu rebelde de su dueño y director, así como el afecto de un puñado de amigos, hizo que tanto Carlos como Praxis volvieran a florecer en la calle Chamizal, de Cuernavaca, desde donde su producción editorial se desarrolla hoy como antes.

«La cultura mexicana volvió a contar con esta importantísima editorial, gracias al tesón de su director, pero el caso legal se congeló en la desmemoria colectiva, así como la deuda que Abec tiene con él por los bienes robados y por los daños y perjuicios infligidos. A pesar de esto, Praxis se mueve, y el caso no ha muerto: la lucha de Carlos continúa. Es de esperar que los medios y los intelectuales, artistas y escritores que se solidarizaron con su causa vuelvan a la carga por la justicia y la ley, sobre todo ahora que México inicia una nueva era política en la que el gobierno obedecerá a la voluntad popular más que a la de las elites y que, como ha repetido Andrés Manuel López Obrador, su lucha contra la corrupción consistirá no en meter a la cárcel a un puñado de funcionarios públicos corruptos, sino en separar de tajo al poder económico del estado mexicano. Ojalá esto signifique también justicia para Praxis y para Carlos López».

Como bien lo dice el dr. Mario Roberto Morales: Praxis se mueve y la lucha de Carlos continúa.

Por ello, a partir de la «Cuarta transformación ética, espiritual y política» que ha puesto en marcha el actual gobierno de la República Mexicana, doy lectura a un mensaje urgente que dice:

Licenciado Andrés Manuel López Obrador, presidente de los Estados Unidos Mexicanos: Con base en los 8 millones y medio de ejemplares de la Cartilla moral que usted mandó a imprimir, cuyas páginas remarcan «el acatamiento a una serie de respetos: respeto a nuestra persona, respeto a la familia, respeto a la sociedad, la ley y el derecho, respeto a la patria y a la sociedad humana», desde los saldos de Guatemala exigimos la pronta restitución del respeto y la justicia de los cuales Carlos Humberto López Barrios y Editorial Praxis fueron despojados desde el ya remoto año 2015. Sabemos que usted, como tabasqueño y como hombre comprometido con la justicia, interpondrá sus buenos oficios para que así sea. Desde ya le agradecemos de todo corazón la atención que otorgue a estas líneas y nos despedimos de usted con la consigna «Más allá», el lema del estado donde usted nació y por algunos años casi fue guatemalteco.

En la soslayada obra maestra Verdad y mentiras en la literatura, el creador húngaro Stephen Vizinczey nos sigue advirtiendo que «cuando nadie está seguro, y no se puede dar por sentada ninguna idea, es el momento en que emergen las verdades sobre nuestra existencia. El peligro es la musa de la ficción. Bajo su hechizo encontramos a esos escritores que penetraron tras la fachada social, más allá de su época, y recrearon nuestros destinos como vistos a través de los ojos de Dios».

Con su vida llena de heroísmos cotidianos y con su obra maestra que responde al nombre de Tiaguito, Carlos Humberto López Barrios ha volteado el otro rostro de la realidad.

Con su vida y con su obra ha vuelto a descubrirnos el fuego.

Sin pensar nunca en su propio beneficio, ha recreado nuestros destinos como vistos a través de los ojos de Dios.

Por ello y por tantos otros motivos que no caben en este día ni en otros, Carlos se ha ganado un lugar en la primera fila del respeto y la admiración de muchos que están aquí y de otros que no pudieron venir.

Por ello es que 1954 a algunos les dirá que fue el año cuando el Frente Nacional de Liberación de Vietnam derrotó a los invasores franceses en Dien Bien Phu y cuando lo más abyecto de la especie humana aniquiló el proyecto humanista del coronel Arbenz y con él a generaciones enteras de guatemaltecos.

1954 es, además, el año en que la unam fundó a los Pumas, el equipo de Tiaguito y de Carlos, y el año en que a Ernest Hemingway le tocó el premio mayor de la lotería Nobel.

Para algunos eso es 1954. Está bien.

Pero para muchos sobre todo es el año en que un 24 de febrero, en el heroico y abandonado departamento de San Marcos, nació Carlos Humberto López Barrios, aquechista, sancarlista, sanmarquense, erudito, sabio.

A diez días de que llegó a la venerable edad de 65 años, con los Beatles y sin ellos, con la canción «Cuando llegue a los 64» y sin ésta, muchos de quienes hoy estamos aquí le decimos:

Carlos: con tu vida y con tu obra nos oxigenás la vida, porque tu vida y tu obra son clorofila pura… pese a tanto exilio, tanta ingratitud y tantas demoliciones.

José Luis Perdomo Orellana

Procedencias: la bibliografía completa de Carlos López, unas doscientas páginas hemerográficas extraídas de diversos medios, El juego de ojos de Elias Canetti, Tala de Thomas Bernhard.

Carlos López