Carlos López
Mientras en el subcontinente latinoamericano dormimos (no en nuestros laureles, sino por la diferencia horaria con España), la Real Academia Española (RAE) desaparece vocablos del Diccionario de la lengua española (DLE). De modo que cuando un escritorzuelo despierta candorosamente, el mamotreto sigue en su mesa de noche, pero, ¡caracoles!, con menos peso, debido a que la RAE diabólicamente recortó palabras mientras él soñaba lo que escribiría y tal vez, cuando despierte, las palabras que iba a emplear ya no existan. Voces como enseñorearse, chupado, abrazado, acérrimamente, anteanteanoche, aviesas, chicuelo, cabildeo, demoranza, desahuciadamente, desaliñadamente, favoreciente, ladrante, larguez, manaza, murmurante, nobilísimamente, neoplasma, pajarico, pegaso, pilluelo, propagante, triangulado, titilante fueron eliminadas del DLE, y los no que no usan estos vocablos son los culpables de que la rae tomara tan cauterizante decisión. De 1914 a 2014, la RAE eliminó 2793 palabras; entre otras, las que aparecen en cursivas en el párrafo precedente y en el título de este artículo (https://www.clarin.com/cultura/falta-uso-rae-jubilo-2800-palabras_0_wwuKyrquL.html?fbclid=IwAR2c0MdLPveyzhl2SSu4RUs1n7TcMCGmEr-RRIAKJ9RmH7TD4DoxR3RkOTU).
La directora del DLE e integrante de la RAE, Paz Battaner, explica el palabricidio de la siguiente manera: «Son palabras extrañas que se han caído del uso. No tienen interés (https://www.abc.es/cultura/abci-desaparece-palabra-diccionario-201906050359_noticia.html?tl_inbound=1&tl_target_all=1&tl_form_type=1&tl_period_type=3&utm_source=delcastellano.com&utm_medium=email&utm_campaign=boletin-lenguas&utm_content=2019-06-16), criterio reduccionista que más parece derivado de la burocracia que de la labor creadora que implica recoger palabras y cuidarlas. El Diccionario… debe ser la casa de las palabras, el lugar adonde se puede ir seguro a encontrar todas las voces que se han inventado en español. Es un registro fundamental, pues no es un diccionario de uso.
Lanzar a la nada una palabra equivale a negar la existencia que tuvo en algún contexto, en algún tiempo. La ingrata tarea de quitarle la existencia a las palabras no se corresponde con la riqueza de la segunda lengua más hablada en el mundo, pero según Battaner, «es una utopía pensar que se puede tener recogido todo el vocabulario del español, pues éste se crea cada día». ¿Cuál es entonces la tarea de un lexicógrafo? ¿A qué se dedican los miembros de la RAE? En el supuesto de que no tuvieran informantes diseminados en todos los rincones donde se habla español con sus miles de dialectos, pueden leer los libros publicados en cada país y registrar los neologismos y regionalismos que ahí se hallan, para incorporarlos al DLE.
Pero para Battaner eso es una utopía y reafirma que los criterios de las instituciones encargadas de cuidar el idioma no contemplan voces tan etéreas como quimera. La lengua está en ebullición constante; hay que estar a la altura de este milagro que se nos ofrece como un regalo cotidiano.
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