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Carlos López

I

Antes se oía decir más seguido que alguien no tenía dos dedos de frente para indicar falta de inteligencia. Otro signo de inteligencia era el uso de barba y bigote, con un significado más elitista y con orígenes remotos, tal vez de la antigüedad, cuando no era tan fácil conseguir medios de afeite. Mi decepción sobre ambas tipologías lleva varios años y cada día que pasa me desilusiona comprobar que hay más barbones idiotas que lampiños y calvos absolutos, con dos cuartas de frente, imbéciles. Y muchos que son barbones y calvos a la vez que deberían hacer honor a los dichos y creencias resultaron un fiasco.

El desencanto más reciente tiene que ver con el conflicto entre Ucrania y Rusia, que apenas lleva dos semanas y en el cual gente de la que pensé que si no tenía cacumen por lo menos tendría sentido común, resultó la más frágil en el lavado de cerebro y está apoyando (como si fuera necesario apoyar a algún bando, cual partido de futbol) a la opción fascista, imperial, proyanqui. Más grave aún es que ancianos (antes también se creía que la edad daba sabiduría, prudencia, confianza), a los que no les da pena ante su descendencia que los tomen por enajenados, creen en engañabobos y sin reflexionar piden orar por la paz, cosa que no han hecho desde que nacieron porque los agredidos no eran blancos.

Peor resulta que todos éstos no tengan memoria y no recuerden la historia reciente de los acontecimientos similares o peores que el policía del mundo, el garrote vil de Estados Unidos ha ocasionado en nuestra tierra o, pero esto sería mucho pedir, el avasallamiento, las masacres cometidas por imperios europeos —el español a la cabeza— y el despojo de las riquezas naturales y humanas conseguidas a sangre y fuego. Lo peorsísimo (la RAE no acepta el término, aunque sí da por bueno el superlativo buenísimo) es que no tengan ojos para ver la realidad actual en la que el saqueo, la depredación y el vasallaje siguen. La neocolonización se profundiza a diario y ni cuenta nos hemos dado.

II

Compañías envenenadoras y causantes de mala salud —McDonald’s, Coca-Cola, Pepsi, Starbucks— suspendieron actividades en Rusia sin darse cuenta del enorme beneficio que le causan a ese pueblo, que puede vivir sano sin sus productos chatarra. Empresas dedicadas a la enajenación, al envenenamiento mental y a la fabricación de mentiras —CNN, Pornhub, Facebook, Apple, Netflix, Disney— también se retiraron y ahora la población rusa por fin se quitará el velo de los ojos y vivirá mejor informada. Otras empresas defraudadoras —Fedex, Maersk, MSC, Frontline— también se van con pingües ganancias de ese país.

Según el estadunidense morón, si un ucraniano se defiende es un héroe, pero si un palestino, un sirio, un libio, un iraquí se defiende del terrorismo estadunidense es un proscrito. En el cromatismo yanqui sólo valen los blancos.

III

Las mentiras difundidas a todas horas por casi todos los medios en la mayor parte del mundo se reproducen en centros educativos, en iglesias, en gobiernos. La televisión —que es la que más daño le hace al mundo— difunde imágenes de viejos conflictos y hasta de videojuegos para sustituir lo que sucede en Ucrania para crear miedo y manipular a la población. Entre la distorsión y la realidad que son capaces de generar, caen en el ridículo, en el absurdo. En varios restaurantes y supermercados prohibieron la venta de ensalada rusa (en algunos le cambiaron la denominación a este alimento), de vodka, de todos los productos rusos (la embajada de Ucrania pidió a los españoles boicot contra todas las mercancías provenientes de Rusia). Joe Biden le prohibió a Europa comprar petróleo, gas natural y carbón rusos. Lo impensable sucedió en los centros de ¿cultura? estadunidenses y europeos. La Universidad de Milano-Bicocca decidió suspender un curso sobre Fiódor Dostoievski, por ejemplo; la Orquesta Filarmónica de Zagreb, en Croacia, cambió el programa de uno de sus conciertos porque incluía tres piezas de Piotr Ilich Tchaikovski; en Alemania despidieron a Valery Gergiev, director principal de la Orquesta Filarmónica de Munich, porque rehusó pronunciarse en contra de Vladimir Putin. La Federación Internacional de Futbol retiró a Rusia del Mundial de Futbol, pero nunca ha vetado a Estados Unidos, el más grande invasor del mundo de todos los tiempos.

III

Tenzin Gyatso, el actual dalai lama, vocero del terrorismo estadunidense, manifestó tristeza por lo que ocurre en Ucrania, pero nada dijo sobre la invasión más reciente de Israel en Palestina, por mencionar sólo un caso, y calla de manera ominosa siempre que Estados Unidos o cualquiera de sus aliados cometen sus fechorías en contra de poblaciones inermes. Las posturas pacifistas casi unánimes de Occidente le hacen el juego al fascismo internacional de manera inconsciente o muy convencida. Muchos de los que se manifiestan a favor de la paz en Ucrania nunca han alzado la voz para protestar por las más de cien invasiones e intervenciones de Estados Unidos en diferentes partes del mundo en tiempos modernos.

Los signos de la descomposición social que se acentúa cada vez más están a la vista. Por más que se trate de ocultar la ignominia de apoyar a la reacción mundial, por más rezos y posturas mojigatas, de doble moral, por más que los intelectuales vendidos traten de engañar al pueblo, éste es más inteligente y no olvida quiénes y qué fines perversos los motivan, los dominan, los hacen caminar contra la historia.

Según el estadunidense morón, si un ucraniano se defiende es un héroe, pero si un palestino, un sirio, un libio, un iraquí se defiende del terrorismo estadunidense es un proscrito. En el cromatismo yanqui sólo valen los blancos.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Carlos López