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La traición de Lenín Moreno

Carlos Figueroa Ibarra

El 2 de abril de 2017, todos los que simpatizamos con los procesos progresistas en América latina, celebramos la apretada victoria de Lenín Moreno en las elecciones presidenciales en Ecuador. Las fotos revelaron a un sonriente Rafael Correa al lado del presidente electo, un hombre identificado con la Revolución Ciudadana en todos los años anteriores. Aun aquellos que en los pliegues mismos del partido Alianza País, sabían que Moreno no era lo mismo que Correa, acaso nunca imaginaron hasta donde iba a llegar el deslinde con respecto a la Revolución Ciudadana y el propio Correa, del presidente electo y antiguo vicepresidente del referido Rafael Correa. Pronto comenzaron a evidenciarse las diferencias entre Moreno y Correa. Al principio de manera tenue cuando el primero indicó que haría «un cambio de estilo» en su manera de gobernar y después de manera abierta, cuando se observó que estaba incorporando al gobierno a personalidades y sectores que habían estado vinculados a los gobiernos que el progresismo ecuatoriano había desplazado de sus gobiernos.

Tuvo razón Rafael Correa en su discurso de despedida en el aeropuerto cuando dijo que el «cambio de estilo» era en realidad claudicaciones y entreguismo. En agosto de 2017, Moreno prácticamente destituyó a su vicepresidente Jorge Glass, claramente identificado con el correísmo y posteriormente, en octubre de ese año, fue encarcelado acusado de participar en la trama de corrupción continental que ha protagonizado la empresa Odebrecht. El cambio de estilo de Moreno ya no es ni siquiera entreguismo y claudicación. El referéndum del domingo 4 de febrero de 2017, evidencian que lo que ha hecho Moreno con Correa y la Revolución Ciudadana no merece otro calificativo sino el de traición. Y no queda sino conceder que la traición ha sido exitosa. Con un 82% de participación, el referéndum ha aprobado el que no haya reelección indefinida con un 64% con lo que Correa queda fuera de las posibilidades legales de optar por un nuevo mandato. El 63% de los ciudadanos ha votado a favor de la reestructuración del Consejo de Participación Ciudadana con lo que Moreno tendrá amplia potestad para cambiar la composición de las instituciones estatales decisivas y erradicar de Estado y gobierno a los partidarios de Correa. La reforma tributaria impulsada por éste último, llamada «ley de plusvalía», también será derogada pues el sí obtuvo en esa cuestión el 63%.

Aún más, siguiendo la estrategia de la derecha de judicializar a la política, como ha sucedido con Cristina Fernández, Dilma Rousseff y Lula Da Silva, dos días después del referéndum, Rafael Correa ha tenido que acudir a la Fiscalía en Guayaquil para hacer frente a una investigación que lo involucra en la venta anticipada de petróleo a China y Tailandia. Moreno no solo busca matar políticamente a quien le debe la presidencia, sino también encarcelarlo o al menos destruir su credibilidad. La derecha ecuatoriana está celebrando, síntoma inequívoco de la traición. Y no puedo sino recordar la canción de Alfredo Zitarrosa: «Dice mi padre que un solo traidor puede con mil valientes».

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Carlos Figueroa Ibarra
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