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¿Y Guatemala cambió?

Y es que en el país aún falta construir conciencia social.

María Aguilar

Hoy se conmemora un año de la primera manifestación masiva en la Plaza de la Constitución luego de la develación del caso La Línea, ante lo cual múltiples son los análisis sobre la crisis política que desmoronó al partido Patriota, mandó a la cárcel a docenas de funcionarios y cambió el rumbo de las elecciones. Sin embargo, la discusión hegemónica tiende a centrarse en una dicotomía
esencialista que solo subraya logros o fallos, cuando cualquier análisis de país, con sus diversas regiones debe ser amplio y complejo. De igual forma, las conclusiones sobre lo acontecido necesitarán de tiempo y distancia para formarse.

Al hacer el recuento de los daños provocados a Guatemala a través de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti, pareciera que la pregunta permanente se sigue reduciendo a si ¿Guatemala cambió? Y una respuesta es, no, Guatemala no cambió, algunas mentes sí lo hicieron pero el país en general no. Esta conclusión no debe verse como fatídica, sino como una realización de que el camino a recorrer es largo y ancho.

El decir que la movilización ciudadana urbana no desembocó en una revolución es parte de una necesaria autocrítica, proceso fundamental para crear política futura. Y es que en el país aún falta construir conciencia social y también conciencia política. Procesos que deben ir de la mano para trascender la fragmentación y clientelismos que caracterizan a la clase política de izquierda y derecha. Pero sobre todo, para que las regiones urbanas –con sus intelectuales, estudiantes, políticos, clases despolitizadas pobres y sectores de poder–, comprendan que la Democracia no se construirá hasta que los intereses y necesidades de pueblos indígenas y rurales –quienes constituyen la mayoría del país– se conviertan en prioridades. Preponderar a la Guatemala olvidada no implica una división étnica, sino una aceptación de que el país jamás cambiará en un clima de racismo estructural donde las decisiones se toman en la capital, mientras las mayorías mueren de hambre al mismo tiempo, sus territorio y bienes son robados y contaminados por empresas trasnacionales y nacionales.

La aceptación de que las estructuras corruptas, racistas, criminales y violentas siguen en pie debe alimentar la utopía del cambio.

Fuente: [http://elperiodico.com.gt/2016/04/25/opinion/y-guatemala-cambio/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

María Aguilar Velásquez
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