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Y así, nos partieron en dos

Manuel Villacorta
manuelvillacorta@yahoo.com

La conocida frase “divide et impera” representa una estrategia milenaria cuyo objetivo es propiciar el dominio de unos humanos sobre otros. Pero por razones históricas se le atribuye al gobernante romano Julio César. En sociología política se utiliza para definir una estrategia dirigida a someter bajo control a una población, dividiendo y fragmentando el poder de las distintas facciones existentes, lo que les impide una visión consensuada y colectiva hacia un objetivo común. Y su manifestación máxima llega cuando habilita posiciones irreconciliables asentadas en el odio, cuyo desenlace puede ser la intolerancia e incluso la violencia y el exterminio. Quien propicia la división fortalece su poder único, lo que le permite una dominación total. Por inferencia el significado de divide et impera se constituye como la cara opuesta de la democracia. Es su antítesis y su negación.

Cuando se establecen las instituciones coloniales (la capitanía general, la real audiencia y los ayuntamientos), sus promotores —todos miembros de una oligarquía criolla apuntalada por emisarios españoles— dividieron territorialmente el país, repartiéndose las mejores tierras y los beneficios inherentes de la producción y el comercio. Pero no solo ello, como lo demuestran la encomienda y el repartimiento, repartieron a su vez la fuerza humana vernácula, la que hoy llegó a ser ese mayoritario campesinado marginado, empobrecido y olvidado. Orientados por perversos ideólogos de probada capacidad perniciosa, se enfocaron luego en la potencial población urbana que luego estaría nutrida en su mayoría por pobladores mestizos. Y pusieron a rodar toda tendencia divisoria: conservadores contra liberales, católicos contra protestantes, izquierdistas y derechistas. Hasta llegar al paroxismo y las dicotomías más absurdas: Usac/UFM, Indígena/ladino, procicig/anticicig, entre tantas otras. Y así de año en año, de generación en generación, este país llamado Guatemala se convirtió en un mosaico que lo es todo, pero que a su vez no representa lo concreto-social en el contexto de la unidad nacional. Pregunto abiertamente: ¿Existe en Guatemala un solo empresario respetado por los otros empresarios que les represente con unidad y admiración? ¿Existe un solo líder indígena que represente a todas las poblaciones indígenas del país? ¿Existe un solo político que represente con prestigio y debido reconocimiento a los políticos del país? ¿Existe un militar admirado, reconocido y respetado por todos los militares sin excepción? ¿Existe un solo periodista que sea valorado y enaltecido por todos los periodistas de Guatemala? Y es aquí en donde retomo un criterio lacerante que sigue siendo un desafío interpretativo, al menos para mí: “Estamos como estamos, porque somos lo que somos”. ¿Es eso cierto?

Pero ¿Quién nos dividió?: Esa elite secularmente poderosa, que ha evolucionado con una habilidad mimética impresionante por los siglos de los siglos, para la cual no existe identidad, nacionalidad ni patria: solo existen intereses económicos y la testaruda preservación del poder. Entendieron bien a Vito Corleone: “Conviene comprar el poder con dinero porque con el poder se acuña el dinero”. Y con ese dinero compraron la partidocracia corrupta que se vendió y se prostituyó, hoy refugiada en dos edificios lúgubres y cómplices: un derruido palacio nacional y un pestilente congreso nacional. ¿No será acaso la unidad nacional el objetivo a conquistar? ¿Podremos construir un mejor país sumidos en el odio y la fragmentación? Divide et impera, cuánto daño nos has significado.

Fuente: [http://www.prensalibre.com/opinion/opinion/y-asi-nos-partieron-en-dos]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Manuel R. Villacorta O.