Carlos Figueroa Ibarra
Hace unos días recibí de un querido amigo la versión en español de un reciente artículo del ex embajador estadounidense en Guatemala Stephen Macfarland (2008-2011). Pareciéndome muy interesante el escrito, solicité al Embajador Macfarland me enviara la versión en inglés del mismo. Agradezco grandemente la prontitud con que lo hizo y que acompañara su trabajo de una carta que comienza recordando el reciente aniversario luctuoso de Alfonso Bauer Paiz. Hace años he seguido la trayectoria de este diplomático estadounidense, su comportamiento en Guatemala. No tengo empacho en decir públicamente que le tengo gran respeto.
El mérito del artículo del Embajador Macfarland (“Guatemala Fires its Top Corruption Prosecutor for Being Too Effective” publicado en Plaza Pública el 28 de julio de 2021) es que expresa con meridiana precisión las preocupaciones estadounidenses con respecto al surgimiento y consolidación de lo que yo llamo el Estado Criminal en Guatemala. No es nueva la preocupación de Stephen Macfarland con respecto a la cooptación del estado guatemalteco por parte del crimen organizado y la corrupción. Me lo expresó personalmente en una memorable entrevista que tuve con él poco después de que leyó mi libro “¿En el umbral del posneoliberalismo? Izquierda y gobierno en América Latina” (F&G-FLACSO, 2010): esta preocupación lo había acompañado desde que fue Jefe Adjunto de Misión en Guatemala en el periodo de gobierno de Alfonso Portillo.
En su artículo, el Embajador Macfarland ve el combate a la corrupción en el Estado guatemalteco no solamente como causa en sí sino como un medio: es fundamental atacar la corrupción para contener la marea migratoria guatemalteca y centroamericana. También es fundamental hacerlo para poder contener el narcotráfico. En su percepción los gobiernos del Triángulo Norte centroamericano y el de Nicaragua, constituirían una fuente de descontrol migratorio y de narcotráfico y por tanto, asumo yo, podrían ser amenazas a la seguridad nacional estadounidense.
No es menor entonces la destitución del ex fiscal anti-corrupción Juan Francisco Sandoval por el Presidente Giammattei y la Fiscal General Consuelo Porras. Macfarland la percibe como un claro desacato a los deseos expresos de Washington explicitados en la visita al país de la Vicepresidente Kamala Harris. Tolerar ese desacato profundizaría el riesgo de que Guatemala y otros países vean a EUA como “un tigre de papel”. Y ese riesgo es relevante en mi opinión, en un contexto de declinación de la hegemonía estadounidense claramente desafiada por el ascenso notable de China y su alianza con Rusia.
Interpreto la parte final del artículo del Embajador Macfarland como un llamado a la Casa Blanca para que endurezca las sanciones a integrantes del gobierno y Estado guatemaltecos así como empresarios corruptos. Son insuficientes las declaraciones del Departamento de Estado, USAID y del Consejo Nacional de Seguridad (desconfianza y suspensión de la cooperación). Es necesario endurecer las sanciones al tenor del Acta Magnitsky (sanción a extranjeros corruptos y violadores de derechos humanos) y exigir la destitución de Porras, la restitución de Sandoval y la reestructuración de las cortes. Pruritos antiintervencionistas aparte, celebro el desasosiego que provoquen en la Alianza Criminal en Guatemala, las palabras del Embajador Macfarland.
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