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Votar a regañadientes

Edgar Celada Q.
eceladaq@gmail.com

Faltan apenas cinco días para volver a las urnas. Muchos iremos a votar, pero a regañadientes. Inconformes.

¿Por qué? Las razones son muchas, y son las razones de muchos: empezando por las insatisfactorias propuestas de la y el contendiente.

Porque ambos son y representan la continuidad del sistema político, económico y social en cuyo suelo fértil florece la corrupción, que nos llevó a miles de ciudadanos a las plazas y calles a manifestarnos.

Todas y todos logramos el objetivo inmediato, resorte principal del descontento: la renuncia y procesamiento de los dos pillos mayores, y varios de sus principales secuaces. No todos, por cierto.

Quienes encumbraron y mantuvieron en el poder a esos dos pillos, andan ahora con cara de “yo no hice nada”, asegurando que con las elecciones se termina de arreglar todo. A sabiendas que no es así.

Por eso votaré a regañadientes, porque de algún modo nos hacen cómplices del engaño, de ese engaño.

Dirá más de uno: “sencillo, no vaya a votar: acaso no fue usted de los que llamaron a anular el voto en la primera vuelta”. Y sí, tiene razón: me pronuncié por el abstencionismo activo. Lo volvería a hacer, si las circunstancias fueran las mismas que el 6 de septiembre.

Pero no lo son. Asistimos a la segunda elección presidencial en medio de un claro, como inevitable, reposicionamiento sociopolítico del país.

Por eso votaré a regañadientes, porque de algún modo nos hacen cómplices del engaño, de ese engaño.

Aunque ambos, el candidato y la candidata, en esencia representan la continuidad del sistema, en torno al primero se han alineado los mismos que durante muchos años, y todavía hace poco, auparon a los dos pillos que están presos.

Nada más que carecen del valor civil de decirlo abiertamente, pero le establecen al candidato contactos, le ofrecen facilidades operativas y, ni lerdos ni perezosos, le ayudan a diseñar el gabinete ministerial. Están en la ruta de lograr, esa es su apuesta, el enésimo gobierno pro empresarial. ¿Tan pronto creen que olvidamos cómo fue y cómo terminó el más reciente?

Junto a ellos, apoyando al candidato, están varias facciones contrainsurgentes, que tanto daño hicieron al país, antes, durante y después de la guerra civil.

Leo con mucha frecuencia, entre los argumentos contra el candidato, la advertencia de que, con él, “volverán al poder los militares contrainsurgentes”. No nos engañemos, ni son solamente ex uniformados ni volverán: no se han ido; aún ejercen posiciones importantes de poder, incluso en el gobierno provisorio actual.

La improvisación e inexperiencia política atribuidas al candidato, no tan difícil de corroborar, potencia la peligrosidad de esos dos apoyos. Muchos de quienes estuvieron en las manifestaciones, deberían ponderar bien ese peligro. Podrían estar al borde de equivocarse, por segunda vez en cuatro años.

En el otro lado, sin embargo, tampoco cantan mal las rancheras. Nos dicen que hay equipo, que hay programa, que hay experiencia. Pero, no olvidemos las alianzas de la candidata con personajes hasta hace muy poco vinculados con el gobierno depuesto.

Y, la pregunta mayor: ¿qué tal la tolerancia, cuál es la cura contra el autoritarismo? No hemos escuchado ni leído ninguna consideración autocrítica. Al contrario. Sin ir muy lejos, hace una semana los vimos a ambos, candidata y candidato, confundiendo el verbo debatir con descalificar.

Es deporte nacional: cuando no hay argumentos, cuando no se puede convencer, se descalifica. Cuando se quiere imponer un punto de vista o acallar voces disidentes, se descalifica. De eso también tenemos amplia experiencia histórica en Guatemala.

En esto estoy muy claro. Pero me niego a sumarme a la campaña misógina alentada desde la extrema derecha, del mismo modo que rechazo expresiones cuyo objetivo es aprovechar, electoralmente, los peores resabios racistas de las capas medias y aún populares.

Ahora está claro que, el 25 de octubre, emergerá nuevamente un país social, étnica y políticamente partido en dos. No sé si en partes más o menos iguales, pero sí de forma muy parecida a la Consulta Popular de 1999, cuando el No conservador venció al Sí favorable a los Acuerdos de Paz.

En estas condiciones, no tengo dudas sobre el sentido de mi voto. Aunque lo emita a regañadientes. Será un voto reflexionado. Voto, no cheque en blanco.

Ya se ha dicho y lo repetimos muchos: esto apenas empieza. Estoy seguro que así piensan miles que salieron a calles y plazas, incluso muchos de quienes votarán de forma distinta a quien esto escribe.

Leo con mucha frecuencia, entre los argumentos contra el candidato, la advertencia de que, con él, “volverán al poder los militares contrainsurgentes”. No nos engañemos, ni son solamente ex uniformados ni volverán: no se han ido; aún ejercen posiciones importantes de poder, incluso en el gobierno provisorio actual.

Edgar Celada Q.
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