Ayúdanos a compartir

Votantes olvidados

Erivan Campos

Cada cuatro años el saltimbanqui de las elecciones llega hasta los confines más alejados de Guatemala, las promesas se multiplican a la N potencia y, durante mítines y debates, se soluciona la problemática nacional. Los niños son subidos a las tarimas improvisadas y los abuelos que entraron a rastras salen en flamantes sillas de ruedas. Se estrujan cuerpos, se extienden millones de manos, se besan, se saludan y prometen lo mejor y lo peor.

Discursos de odio paridos con el hígado, de progreso buscado con el capital, palabrería de citas cristianas, chistes de afrodescendientes y manzanas güenas, verborragia a granel. Solo los milagros han hecho falta, pero como algún bendecido de las religiones llegué a correr por el máximo poder incluso eso presenciaremos.

Señoritas curvilíneas en interiores o incluso sin esas prendas, jóvenes promesas del canto y del baile; pirotecnia, salsa y reggaetón, marimba y foxtrot. Los meses previos a las votaciones son un recurso psicológico para mentirnos colectivamente y pensar que lo mejor es elegir al menos peor, o al que nos diga que no es ni corrupto ni ladrón.

Bazofia macerada servida en bandeja de plata. Muchos los utilizados, muchos los tontos útiles y pocos los que despiertan del letargo de la elección. A todos nos engañan, los zorros vestidos con plumaje, los lobos con lana de oveja. Se acaba la fafa luego y con ello la peste es imposible de cubrir, vuelve el pueblo arrepentido con la cola entre las patas, vuelve el otrora fanático tonto-liever a jurar no volver a caer en los elaborados engaños ni de los pasquines ni del títere ni de los amos ni del gratuito festín.

Se olvidan los votantes de su máxima obra de arte, de la obra maestra al que llaman diputado, presidente o alcalde. Se olvida el electo del frontispicio elaborado y de una coz derriba la máscara y elige, por fin, ser él.

“A la mierda los pastorcillos que diciembre se acabó” dicen los ebrios salerosos adeptos al Guadalupe-Reyes y quizá tan digno como vulgar dicho se adapte cándidamente para esta ocasión. Se olvida, usted votante, de a quién eligió, se olvida usted electo, de quién le votó. Y así transcurren otros cuatro años, otros hijos de… de los electos anteriormente que buscan los senos de la patria para poderse sobrealimentar.

Cae la noche sobre la ciudad Gótica, a la tórtrix y sin batman, nos aplasta la realidad. Cómo lo sufrimos los que tenemos tendencia a sufrir y dramatizar por cosas tan nimias como la vida y la justicia, la tolerancia y la paz.

Más lo sufren los más olvidados que no somos ni vos ni yo, las aquellas minorías que corbatín, sí, ese, uno de los “cuatro idiotas”(según Todd), dice que son “un gasto para la nación”. Ciegos, sordos, personas con discapacidad, aquellos que se aferran a la vida en esta estéril tacita de té. Ellos también votan, también sufren, también lloran, y son nadie como tú, son nada como yo. Utilizados para imprimir en grandes metros la fotografía con vinílicas espectaculares, la foto de la inclusión. Utilizados como propaganda de mentira y falsedad.

Se le olvida a la élite omnipotente y todopoderosa que Dios quita y pone reyes y en la soberana e independiente dependiente Guatemalita, un día el pueblo bien podría representar la voz de cualquier Dios. Somos solo 16 millones, y apenas unos dos millones son los que eligen al presidente de la nación. Que tiemblen los idiotas del hemiciclo, padrotes de patria, porque más del uno por ciento de la población guatemalteca es mayor de edad y tiene alguna discapacidad… Ellos, que hoy solo les representan gastos, mañana podrían elegir quién se queda y quién se va.
Con todo y subregistros, son suficientes compatriotas para darle un giro a la historia, un nuevo nudo al cuento, un final alejado de la hoy realidad.

Ellos, los menos, los del olvido y destierro en sus propias tierras, los ausentes en las grandes decisiones, los de la heterorepresentación negativa, cautivados por los Mass Media repetidores de voces eurocentristas colonizadoras, quizá un día se levanten y puedan decidir. Aún siendo tan pocos, aún así, si se unen, podrían poner un punto y un fin.

Va siendo hora que los dueños de la cajita parlanchina y embrutecedora, se centren en formar o moldear opinión pública en este segmento, no vaya a ser que se subleven los menos y se les arme la de San Quintín en nuestro bello y horrendo país.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.