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Un proyecto de país que no es sino otro canto de la vieja sirena gorda que se halla varada en nuestras playas desde 1871.

Quien funda una empresa le adjudica de inmediato un logotipo (o símbolo que sintetiza gráficamente la visión, la misión y los valores del negocio de que se trate). En consecuencia, una empresa necesita tener a la vista del público una “Visión” (lo que el dueño quiere que su empresa llegue a ser frente a sus pares en el mercado), una “Misión” (la función social que su dueño quiere que su empresa cumpla) y unos “Valores” (que describen la ética y la moral detrás de la visión y la misión del negocio). Todo esto, claro está, es pura retórica vacía, pues la realidad de cualquier empresa nada tiene que ver con los líricos contenidos de su visión, su misión y sus valores, ya que el propósito único de un negocio es lucrar. Y esto nunca se admite claramente a pesar de que lucrar no tiene nada de malo, a no ser que la vida entera se centre en el aburrido cuanto vulgar acto perennemente repetido de ampliar márgenes de lucro hasta que al “exitoso” empresario le toca el hombro la muerte. Pero, bueno, este es el universo lógico, ético y estético de los mercaderes, y hay que respetarlo aunque a uno le parezca estúpido.

En reciente documento, el CACIF ofrece su visión de un proyecto de país democrático. Como dice el Grupo Intergeneracional en su deconstrucción de dicho documento, al analizarlo se evidencia como una visión de tipo empresarial. Esto significa que (los cacifes) sólo dicen cómo quieren que sea el país, pues al circunscribirse a la lógica de la visión, no están obligados a explicar cómo se llega a alcanzarla. En otras palabras, el documento es pura retórica vacía. Lo cual se constata cuando se leen afirmaciones absurdas como la que asegura que es la crisis de valores la que origina la violencia, cuando cualquier estudiante con un dedo de frente sabe que ocurre exactamente al contrario: que la violencia estructural de una economía oligárquica expulsa a las mayorías del empleo, la educación y la salud y que esa es la causa básica de la crisis de valores y de la violencia. El CACIF clama por espacios para los jóvenes, a quienes apela sólo porque son jóvenes, como si la mera condición juvenil (etaria) fuera garantía de valores, conocimiento, capacidad y talento político. El documento también habla de nuevas ideas y de romper paradigmas, de recuperar valores familiares y de seguridad democrática con tolerancia cero. Pero nunca explica cómo llevar todo eso a la práctica.

La visión que el CACIF tiene de Guatemala es la misma que ofrece cualquier empresa de sí misma, lo cual evidencia que los miembros de esa entidad ven su país como un negocio. De hecho, los conatos de “Misión” y de “Valores” que el documento tiene, siguen la misma lógica de su “Visión”. Es decir, se trata de un discurso cerradamente sectorial y autocentrado que cohesiona a sus adeptos en torno a la desgastada lógica del “goteo”, la cual puede resumirse diciendo que “si a mí me va bien, las migajas que caerán de mi mesa serán más y de mejor calidad, lo cual implicará una mejora en las condiciones de vida de los muertos de hambre; por lo tanto, apóyenme para que yo esté mejor, ya que ese es el único camino para que ustedes y los demás no estén tan mal”.

Es esta una visión de país que niega a los demás el derecho a prosperar por cuenta propia, pues los “intelectuales” de esta cámara de camarillas no pueden pensar más allá de su “ética del lucro”. Su documento no es, pues, como dicen, una propuesta de solución a nada, sino sólo otro desafinado canto de esa obesa sirena llamada oligarquía.

Mario Roberto Morales
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