Vecinos tóxicos
Mario Roberto Morales
Sobre la contaminación ambiental en el Centro Histórico.
Hace dos años le propuse a mi hermana Guisela traernos a nuestra madre de Tampa para acá, a fin de que pasara sus últimos años en la enorme casa que mi padre le construyó, la cual forma hoy parte del Centro Histórico. El 13 de agosto pasado ella cumplió 95 años. Cuando decidimos hacer esto, no contábamos con que en el predio que colinda con la parte de atrás de nuestra casa, alguien pusiera una industria de quién sabe qué, en cuyo techo colocaron hace pocas semanas una chimenea que expele un humo apestoso y tóxico que inunda nuestra casa y la hace inhabitable. Cuando escribo estas líneas veo emerger del techo de esa planta una torre de metal que no estaba allí esta mañana cuando salí, la cual parece una instalación para taladrar pozos. El ruido que sale de ese local invade a ratos el ambiente, y el humo asfixia cuando el viento se confabula con él y ataca los pulmones de los vecinos.
Desde hace años hemos venido lidiando con la enorme cantidad de autos relacionados con los Laboratorios Bonin que invaden la cuadra entera, pues parece que las visitadoras médicas y otros asiduos de esas oficinas ignoran que no se puede estacionar autos delante de un garaje. Si a esto agregamos un bar que escandaliza con su nueva rocola desde hace un mes –empezando a las diez de la mañana y terminando en la madrugada–, puede el lector formarse una idea de lo que significa en estos dorados tiempos tener una hermosa casa construida a fines de los años 50 del siglo pasado en el Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala.
En este momento el humo que expele la chimenea mencionada me hace toser. Es amarillento, pero a ratos puede ser negro o blanco. La toxicidad se siente cuando uno lo aspira. Y no hay en dónde guarecerse. La entrada de esta planta está en la Avenida Elena “C” 14-38 zona 1. El local no tiene rótulo alguno y sus puertas permanecen cerradas. Mi casa está ubicada en la Avenida Elena entre 14 y 15 calles de la zona 1, a media cuadra del Teatro de Bellas Artes.
Solicito a las autoridades de salubridad y ambiente correspondientes que establezcan la naturaleza de esta industria y la toxicidad de sus emisiones al aire de la ciudad. Pero sobre todo, si en el Centro Histórico, además de ruidosos prostíbulos, se permiten plantas industriales que hacen ruido y expelen humo envenenado durante el día, sobre todo si se ubican a dos cuadras de un plantel educativo como la Casa Central y a tres cuadras del Hospital San Juan de Dios.
Traer a nuestra madre de Tampa a Guatemala nos pareció una excelente idea y lo fue hasta hace un mes, cuando el bar vecino adquirió su estridente rocola y la planta industrial tóxica colocó su torva chimenea. Insisto en que salubridad pública y las autoridades ambientales visiten mi casa para que constaten esta denuncia pública. No es posible que quienes no renuncian a vivir en el Centro Histórico tengan que envenenarse y se les dificulte dormir gracias a sus irresponsables vecinos.
Mi hermana, mi cuñado, un ejército de enfermeras y yo estamos al cuidado de mi madre en esta amada casona de antaño. No queremos venderla porque cuando estemos en Guatemala deseamos permanecer en ella en nombre de los recuerdos. Solicito pues la urgente intervención de las autoridades pertinentes para que establezcan si es normal y aceptable o no la existencia y funcionamiento de este tipo de negocios en esta histórica área de la ciudad.
En este momento el humo que expele la chimenea mencionada me hace toser. Es amarillento, pero a ratos puede ser negro o blanco. La toxicidad se siente cuando uno lo aspira. Y no hay en dónde guarecerse.
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